La crisis que no da tregua: en un merendero de barrio Unión se quedaron sin recursos
Mientras las cifras del Indec indican que la pobreza aumentó un 55,8% en el último año, en la zona norte de la ciudad piden ayuda con desesperación.
En el comedor "Por la sonrisa de los niños" se quedaron sin recursos. Foto Iván Rodriguez LA GACETA
“¿Sabés lo qué es que un nene les diga que le arde la pancita de hambre?”, lanza con indignación Miriam Llanes, quien lleva adelante el merendero-comedor “Por la sonrisa de los niños” que funciona en barrio Unión.
Los barrios del extremo norte de la capital salteña son algunos de los más afectados por la crisis económica, y lo que en principio era una solución para palear la difícil situación de la economía doméstica ahora enfrenta otros problemas.
La burocracia estatal, la falta de ayuda y el poco compromiso de algunos sectores han llevado a que algunos comedores o merenderos se queden de a poco sin recursos. Este es solo uno de los casos que forman parte de una realidad que se hace cada día más cruda.
Según las últimas cifras que dio a conocer el Indec, la pobreza aumentó un 55,8% en el último año mientras que la canasta básica en enero tuvo un incremento de 3,7%. Estas cifras pueden leerse con mucha más claridad en el día a día de las familias de más bajos recursos.
La canasta básica aumentó un 3,7% en enero y una familia necesitó $ 26.442 para no ser pobre
El año pasado el merendero “Por la sonrisa de los niños” comenzó con 47 chicos a los que tres veces a la semana se brindaba merienda. Hoy son 117 las personas (niños, adolescentes y adultos) que van en busca de alimentos.
Lunes, miércoles y viernes llegan a la casa de Susana Mendizabal, una de las ocho personas que ayudan en el merendero, chicos y grandes desde los barrios Unión, Juan Manuel de Rosas, Juan Pablo II y 1° de Mayo.
Pero la necesidad ha llegado a una situación límite. “No sé qué cocinarles hoy a los chicos, sinceramente no sé qué hacer”, admite con tristeza Miriam a quien cariñosamente llama “Elli”.
La mujer sufre con la necesidad de los chicos que asisten al merendero y que están próximos a iniciar las clases. “Me rompe el alma ver los chicos sin calzado, ya pedí ayuda a muchos lugares y no encontré respuesta en ningún lado”, afirma.
Cuando lo que se hace no alcanza
Para poder solventar algunos de los gastos que implica llevar adelante el merendero, Miriam, Susana y sus colaboradores organizan rifas, festivales y venden bollos y empanadas.
“Nosotros también estamos jodidos económicamente”, cuenta la mujer y agrega que muchas veces deben poner plata de sus bolsillos para costear los alimentos.
Muchos de sus ayudantes están sin trabajo y afirman que pese a salir en busca de alguna “changa” aunque sea se hace muy difícil conseguir empleo. “La gente se sigue sumando y yo no les puedo decir que no”, expresa Miriam a pesar de la angustiante situación.
Abrieron un merendero al ver la necesidad del barrio pero se les hace difícil seguir adelante
Un pedido desesperado
“Hoy no tenemos qué cocinarle a los chicos”, indica la mujer a cargo del merendero quien además tiene una comparsa y un equipo de fútbol para generar contención en el barrio.
Para el día de hoy no ha sido fácil. En la mañana le pidieron que retirase unos pollos que le iban a donar, pero cuando llegó las donaciones no estaban y la voluntad de darle algo para sus chicos menos.
“Estoy re preocupada, no tenemos qué darles a los chicos”, cuenta mientas remarca que en varias ocasiones la ayuda no pasó del plano de las promesas y las palabra son se tradujeron en actos.
El hambre no espera
Ni siquiera el Estado es capaz de responder a las necesidades de esta gente y la burocracia es uno de los obstáculos que debe sortear Miriam a la hora de obtener una ayuda por más pequeña que sea.
Según el relato de la mujer, la cooperadora asistencial de la capital le prometió una ayuda y cada inicio de mes le dan 25 bolsones pero eso solo le alcanza para unos pocos días de merienda para los más de cien chicos que asisten al merendero.
Miriam Llanes en el comedor
“Esto me causa desesperación, angustia. Llegan con su plato y su cubierto y no sé qué decirles”, relata Miriam.
No bajar los brazos
“No voy a perder la esperanza” afirma con plena seguridad Miriam como una promesa para consigo misma. A pesar de la crisis y de la falta de soluciones la mujer está dispuesta a hacer lo que sea para que a sus chicos no les falte la comida.
“Esta situación se tiene que mejorar por el bien de los chicos” agrega mientras afirma que si desde los organismos gubernamentales no les dan la ayuda que les prometieron la tendrán en la puerta de las oficinas hasta que la atiendan.
Los chicos del merendero necesitan carne, mercadería, zapatillas y delantales. Podés comunicarte con Miriam al 3875351975