La fe que mueve montañas: cinco historias para entender el peregrinar hacia el Milagro
Cada año esperan septiembre con ansias y acomodan su rutina de tal forma que no haya impedimentos para caminar durante varios días hacia el encuentro con el Señor y la Virgen.
“Desde el momento en que llego a mi casa después de una peregrinación quiero que pase el año para volver a hacerla”, afirma Luciana Ávila, quien por cuarta vez espera con ansias el momento de emprender su caminar hacia los pies del Señor y la Virgen del Milagro.
El sentimiento que expresa la joven de 25 años lo viven miles y miles de personas que cada septiembre peregrinan desde diferentes lugares hacia la Catedral Basílica de Salta.
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Carolina Ibarra va por su tercera peregrinación y cuenta que organiza todo su año para tener libre una semana en septiembre y poder caminar desde Molinos hasta la capital salteña. “Un año antes estoy viendo cómo voy a hacer y viendo de qué manera me voy acomodando para que no me falte esa semana de peregrinar para el Milagro”, sostiene.
Carolina Ibarra y una selfie con los amigos que peregrinan con ella.
Junto a su amiga Virginia Mayo hace algunos años atrás decidieron aceptar la invitación del cura de la Parroquia Encarnación del Verbo de barrio Limache, quien les insistía para que vivan la experiencia de la peregrinación. A partir de ahí la festividad del Milagro adquirió un significado especial para las amigas.
“La experiencia fue única y desde esa vez espero septiembre con ansias todos los años”, indica Virginia y agrega que para ella “la peregrinación es como un retiro espiritual, es mi retiro de todos los años donde me alejo de mi rutina y de mis cosas cotidianas para ir a un encuentro, al encuentro del Señor y la Virgen del Milagro”.
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“¿Qué hago acá?”
“¿Qué hago caminando aquí si yo nunca caminé? ¿Qué hago acá?”, fue uno de los pensamientos que se le cruzaron por la cabeza a Nadia Torres en una de las largas noches de caminata desde San Antonio de los Cobres hasta la Catedral.
Era el primer año de peregrinación de ella, que se había animado a la experiencia con tan solo 16 años. “A la hora de acostarme me quería ir a mi casa porque sentía que no daba más”, relata.
Una sensación similar tuvo Virginia que cuenta que “durante esos días de peregrinación una siente y piensa muchas cosas, el cuerpo pasa factura y sentimos cansancio, dolor o muchas veces nos enojamos pero ponemos nuestra mente y nuestro corazón en las razones por las que estamos ahí y vamos ofreciendo este sacrificio por nuestra familia, por nuestros amigos y por nuestras luchas personales”.
Nadia Torres (primera desde la derecha) peregrina todos los años con su familia.
“Muchas veces vamos cargados de problemas, de angustias, de disgustos o de muchas cosas que no pudimos sanar y llegas así a la peregrinación, muchas veces preguntándote que haces ahí, que haces parada ahí, y antes de eso hay muchas cosas que tenés en la cabeza como adulto o como joven”, cuenta Nadia y agrega que “después es lindo porque llenás el corazón de muchas alegrías, de muchas emociones que se viven durante la caminata”.
En el camino son las pequeñas cosas en donde descubren la grandeza de la divinidad que las moviliza. “Muchas veces los pequeños actos son los que te van fortaleciendo día a día, son cuatro días los que caminamos y cada día te vas fortaleciendo más”, relata la joven.
Valentina Cárdenas comenzó a peregrinar desde el año pasado.
Miles de emociones
Luciana describe su peregrinación como “un encuentro único con miles de emociones juntas”. Por cuarto año camina desde San Antonio de los Cobreas hasta el Santuario del Señor y la Virgen del Milagro.
“Antes de la peregrinación sentís una mezcla de emociones: ansiedad, adrenalina, solidaridad”, afirma en este sentido Valentina Cárdenas, quien camina desde Molinos y que empezó a peregrinar desde el año pasado.
Valentina tiene 17 años y decidió peregrinar hacia el Milagro en 2018 para ayudar como auxiliar paramédico aunque confiesa que se vio animada por las personas que “con su valentía caminan desde tan lejos sin importarles nada”. Así que un día decidió vivir la peregrinación y “sentir todas esas emociones”.
Durante las noches de caminata y los momentos de descanso en el día, los pensamientos que atraviesan la mente y los sentimientos que invaden el corazón son muchos. “A veces durante las noches es un silencio único en donde puedo reflexionar, hacer un alto a la vida acelerada que a veces tenemos, es algo tan necesario”, indica Luciana.
“Siento que durante esos días cargo mucha alegría, un conjunto de sentimientos que muchas veces no puedo explicar, siento que cada día que camino es sentir alegría y más alegría, el cantar, el rezar, todos esos sacrificios que hace cada uno”, explica Nadia.
Por su parte, Virginia afirma que “la peregrinación requiere una preparación espiritual, mucho más que física, una predisposición para ir a un encuentro que no solo es llegar a la Catedral, que es nuestra mayor meta, sino también poder encontrarlo a Dios caminando al lado mío (en la naturaleza, en los valles, en las personas que te reciben en el camino)”.
La introspección y el encuentro con Dios
Este es el segundo año consecutivo que Camila Pimentel peregrina también desde Molinos y para ella la peregrinación del Milagro puede resumirse en el encuentro con Dios y con uno mismo.
“La verdad que yo me había alejado mucho de la Iglesia y el año pasado cuando volví los chicos con mucha emoción me invitaron y de curiosa fui, entonces después fue realmente hermoso, fue como reiniciarme”, cuenta la joven de 22 años.
A Carolina le impactó la naturaleza de los cerros y la inmensidad del cielo y de la tierra. “Encontrarlo a Dios es la naturaleza es impactante, todos los años me sorprende eso y encontrarlo también en el hermano”, confiesa la joven y afirma que “una viene cansada por el trabajo y el estudio, de un años súper estresante pero después de la peregrinación y procesión, todo eso te deja livianita y lista para seguir”.
Cantos y alabanzas no faltan en el camino.
En ese salir de la rutina es que las cosas sencillas de todos los días adquieren un valor especial, como si uno se despojara de todo aquello que no permite el disfrute. “Cuando ves el amanecer lo valoras mucho más y aunque cuesta levantarse a veces sabés que cada vez estás más cerca y tenés esas ansias de abrazar a las personas que te esperan con los brazos abiertos”, relata Luciana desde su experiencia.
Por su parte, Carolina expresa que “esos días son muy cálidos, entre nosotros como jóvenes y con la gente del pueblo que peregrina, se siente una unión increíble, se siente la presencia de Dios que lo encontrás en la naturaleza, vamos por caminos de tierra, por medio de los cerros y ahí es donde más lo encontrás a Dios, donde más se hace presente, en disfrutar de una noche súper estrellada con la luna que por ahí en la ciudad no se la ve tanto”.
Valentina sintetiza su experiencia como “una de las travesías más espectaculares, y una expresión de fe y de amor más grande que una persona pueda sentir”.
Virginia Mayo peregrina todos los años con amigas.
Las intenciones: salud, trabajo y familia
Por la salud, por la familia, por el trabajo, son las constantes en las intenciones de los peregrinos. Más que nada se agradece.
“Hay diferentes momentos de oración en los que reflexionás tantas cosas, en las que te acordás hasta de personas que no conocés y de lo maravilloso que sería que muchas más lo vivan”, relata Luciana. Valentina expresa algo similar al afirmar que “querés contarle tu experiencia a todas las personas que se te crucen”.
Luciana Ávila peregrina por cuarto año consecutivo.
Al momento de realizar peticiones, ella piensa más en los demás que en sí misma. “Pido por cada persona que me acompañó y ayudó antes y durante la peregrinación, pido por mi familia y amigos”, confiesa.
Camila cuenta que tuvo a su mamá enferma y que pide salud para ella y para el resto de su familia. Salud y trabajo es lo que también pide Carolina.
Por su parte, Nadia afirma que agradece por un año más de vida y por haber tenido la oportunidad de vivir nuevamente la festividad del Milagro. Además pide por el bienestar de su familia y los estudios de sus hermanos.
Llegar a los pies del Señor y la Virgen
“Te explota el corazón y salen las lágrimas, es un momento difícil de explicar”, es la forma en la que Luciana sintetiza el momento culmen de la peregrinación: la llegada a los pies del Señor y la Virgen del Milagro.
Carolina indica que “llegar a la Catedral y sentir que pudiste caminar tantos días, aguantar las inclemencias del tiempo y que sin embargo llegaste y te pudiste arrodillar ante el Señor y la Virgen del Milagro es impresionante, la sensación te queda todo el año”.
Camila Pimentel en el momento en que llegó a Catedral el año pasado.
“Es ver la Catedral y empezar a llorar, no te importa el cansancio, ni las ampollas, ni los dolores de rodilla de tobillo, es una emoción grandísima, enorme”, cuenta Nadia.
Finalmente Camila afirma que “puede parecer un cliché pero realmente lo más impactante de una peregrinación es la fe, tenés la fe como un granito de mostaza y va creciendo cada día más”.