Para el femicida la mujer es “descartable” en una sociedad patriarcal
Según la investigadora y profesora de Filosofía, Beatriz Guevara, estos homicidios son premeditados y aún faltan políticas públicas para acompañar a las víctimas de violencia de género.
Frente a las alarmantes cifras de femicidios que vienen
caracterizando a Salta desde hace varios años, ubicándola a nivel nacional
entre las provincias con mayores índices de este tipo de homicidios, y ante exhaustivo
relevamiento de los casos, la profesora de filosofía e investigadora Beatríz Guevara
sostiene que “los crímenes muestran la valoración que tienen de las mujeres algunos varones de las sociedades
patriarcales, donde predomina el machismo; que las mujeres son cosas
descartables”.
“Ese es el mensaje que transmiten los femicidas en este último
periodo al dejar los cuerpos de las mujeres en los basurales, envueltas en
bolsas de residuos o descuartizadas”, grafica la docente, quien en la
actualidad se encuentra realizando su tesis de maestría sobre los aspectos
éticos y políticos de la violencia de género en base a los femicidios en Salta.
Guevara es integrante de la Comisión de la Mujer de la
Universidad Nacional de Salta, y a través de su estudio se propuso visibilizar
la violencia contra las mujeres como un problema de la sociedad y del Estado.
Los femicidios se caracterizan por el odio y la violencia que se ejerce hacia las mujeres, según la investigadora, quien dijo además que en la mayoría de los casos evaluados implicó premeditación por parte del varón. “No son crímenes pasionales (…) no es que el hombre en un momento determinado perdió el control y la mató”, subraya.
Los valores más allá de las leyes
La investigación toma como punto de partida el caso
emblemático de Rosana Alderete, quien fue asesinada junto a sus dos hijos por
su marido en el 2004 y, a raíz de esto, diferentes sectores de la sociedad
demandaron la ley de protección a víctimas de violencia familiar, sancionada
más tarde.
Desde entonces hasta la fecha, Guevara detectó un incremento de las cifras de femicidios en la provincia. Cabe aclarar que se basó en informes que realizaron asociaciones civiles, tales como La Casa del Encuentro, Insgenar (Instituto de Género, Derecho y Desarrollo) y Ciunsa (Centro de Investigación de la unas), las que recabaron los datos desde artículos periodísticos.
Indagando en cuáles son las concepciones y los valores
morales que subyacen en las manifestaciones de violencia, la profesora concluye:
“Existe una doble moral”.
“De forma tácita se espera que las mujeres se comporten de
cierta manera: obedientes, tranquilas, sumisas. Y que los varones sean lo
contrario: fuertes, fríos, racionales. Esas características que se esperan
conforman estereotipos que van a afectar a las mujeres y varones”, explica.
“En pleno siglo 21 se sigue cuestionando a las mujeres que
tuvieron varias parejas o que deciden otro proyecto de vida y no la maternidad.
En tanto un ‘buen’ varón, si es que tuvo múltiples parejas y amantes, no es
cuestionado. Son estos valores que van alimentando las relaciones de violencia”,
agrega.
Eso muestra qué valores hay en la sociedad a pesar de que se hable de igualdad en las leyes. “En el plano simbólico se avanzó muchísimo”, resalta Guevara, quien considera que aún sigue siendo un desafío para la sociedad salir de estos dobles códigos de moralidad pese a las legislaciones que condenan y previenen la violencia de género.
Faltan políticas públicas integrales
A las normativas vigentes, la investigadora considera
necesario instrumentar políticas públicas que acompañen con presupuesto adecuado a estas leyes. “Sino
van a quedar solo en papeles, no van a poder resolver o salvar vidas de mujeres.
Son necesarias para poder desnaturalizar la violencia en todos los ámbitos”, dice.
Según su análisis, es necesario revisar las medidas de protección
a las víctimas. “La contención implica un acompañamiento psicológico, legal y
también económico para las víctimas, para que vayan capacitándose y tener las herramientas
para ser autosuficientes, ya que está comprobado que las mujeres con cierta
autonomía económica pueden romper los círculos de violencia”, concluye.