Un diálogo descarnado sobre los años 70
Fernández Meijide y Leis viajan al pasado con una mirada honesta
ENCUENTRO Y MEMORIA. Leis y Fernández Meijide miran el pasado y ponen en entredicho al “intelectual militante”. GALERIAS.EDUC.AR
DEBATE
EL DIÁLOGO
GRACIELA FERNÁNDEZ MEIJIDE Y HÉCTOR RICARDO LEIS
(Sudamericana - Buenos Aires)
Somos criaturas incompletas. Necesitamos del otro para sobrevivir y al otro se llega por el cuerpo –un cuerpo recubierto de lenguaje- y por la palabra. Palabras de amor, de reconocimiento, de amistad, de controversia o, por el contrario, palabras de violencia, de sometimiento o esclavitud. En cualquier caso somos palabras. La violencia ciega y destructiva es el silencio de la palabra; cuando nada hay para decir surge irrefrenable nuestra condición animal.
El encuentro que se narra en este libro es un encuentro en la palabra y a través de la palabra de dos personas que vivieron de distinto modo -y en carne propia- la violencia de las décadas del 60 y 70 en nuestro país y cuyos resabios llegan hasta hoy. Es un diálogo descarnado, valiente, honesto, doloroso por momentos, en el que se hace un culto a la verdad, tal como la vivió cada uno de ellos. Sin miedos, ni vergüenza. Asumiendo responsabilidades.
Tres tópicos del libro –que van más allá de las concretas circunstancias que se narran allí– nos dan que pensar. La violencia como seducción; la voluntad de poder como poderoso motor de la lucha armada –más allá de las ideologías o los sueños libertarios de cualquier revolucionario– y el rol del intelectual. Ellos ponen al descubierto la condición humana en su dimensión esencial, no siempre reconocida: obtener el poder, ejercer la violencia de alguna forma y construir una teoría acerca de ello.
Perspectivas
Héctor Leis, el Montonero, comenzó con un sueño revolucionario que terminó en derrota, muerte y dolor. Se dio cuenta que la violencia es un error, que no conduce a ninguna parte y recuerda su seducción; como una droga, la violencia produce adicción, pide más a medida que se consume. Tomar un arma es tener en las manos un inmenso poder, quien no lo ha hecho no puede ni imaginarlo; es una experiencia brutal en la que la muerte propia -como posibilidad real- no tiene importancia. Y ese poder sirve para destruir al otro. Amigo-enemigo es la dialéctica que rige la mirada sobre la sociedad. La violencia se legitima a sí misma con el discurso ideológico.
A su vez, Graciela Fernández Meijide cuenta, con inmenso dolor y coraje, la desaparición de su hijo de 16 años, arrancado de su casa una infausta noche. El horror y la necesidad de hacer algo la llevó a militar por los derechos humanos e ingresó en la Conadep. Pero tampoco esta situación es el tema central del libro. El tema es el diálogo como encuentro y memoria. Sus reflexiones con Leis ponen en entredicho muchas de las premisas que hoy se aceptan: el papel del intelectual militante o el sentido de las ideologías. Como se sabe, la ideología aparece cuando una sola idea tiñe toda una cosmovisión, sea de derecha o de izquierda, y exige adhesiones. El intelectual, por el contrario, es un pensador crítico, con libertad de espíritu y autonomía de criterio, que jamás soportaría una adhesión ciega a una ideología como un acto de fe.
El libro es revelador. Nos dice que la democracia es palabra, debate, argumentación. No la palabra mesiánica violenta sino la palabra del encuentro y del diálogo. Y sostener el diálogo en la sociedad actual es responsabilidad de todo ciudadano probo y de todo legítimo intelectual.
© LA GACETA
Cristina Bulacio