Chucky, el poeta diabólico
Diego Ramos narra su experiencia con Ya Era, una productora artística imprescindible para entender el underground salteño.
Le dicen “Chuky”, como al famoso muñeco diabólico; pero de malo no tiene nada. Diego Ramos comanda desde hace varios años Ya Era, un grupo artístico fundamental de la movida independiente salteña. Quizá utilizar la palabra “underground” con Chuky no sea una exageración: dejó por unos minutos de hacer malabarismo en los semáforos – su principal fuente de ingresos- para prestarle unos minutos de su valioso tiempo a LA GACETA y hablar de literatura y arte.
“Empecé a escribir por una necesidad y después comprendí otras cosas. Mi vida fue muy solitaria, mi madre me dio en adopción a los ocho meses. Tenía una necesidad muy grande de contar, de narrar. Mi mamá me contaba muchos cuentos. Empecé a escribir por necesidad, y más grande fue para no volverme loco. Para mí la realidad es espantosa y yo a esa realidad la puedo desnudar a través de mi literatura”, dice.
Y se jacta de que esa necesidad se convirtió en una profesión: “He podido articular la poesía para poder comer. Literalmente, como de la poesía. Te vendo un libro y me compro un antibiótico. No tengo que transar con las editoriales y ver que mi trabajo sea condicionado”, explica.
La calle en su lugar de trabajo; también su casa. “Yo pienso que toda mi literatura está basada sobre mi experiencia personal, sobre mi vida, muy poco influenciado en otros textos”, cuenta y narra que su paso por la Universidad Nacional de Salta (donde conoció a otros de los escritores que forman parte de Ya Era o que por lo menos se suman a las presentaciones) no fue motivador, mucho menos positivo. “En la universidad como que empecé a odiar la literatura, eso de leer por obligación, no agarré ningún cariño en la universidad por la literatura, por lo contrario, empecé a agarrarle cierta aversión. Y después cuando pude despojarme de todo eso y armar una voz mía, empecé a poder diferenciar la literatura que yo estaba estudiando de la que estaba escribiendo”, dice. Y expresa, además, su predilección por la literatura que circula de manera oral: los que lo conocen saben que le gusta el teatro, la puesta en escena, y que entonces sus escritos cobran nuevas formas.
Afirma que hay una estrecha relación entre arte callejero y su literatura. "Los primeros libros son de aventuras en la calle. Mi historia como literatura oficialmente empieza cuando me voy y abandono la universidad. Ahora trabajo en los semáforos, cuando la policía me deja. Ninguno de los libros tiene copy right. No creo en la propiedad de las palabras", dice.
Después de abandonar la Universidad, pasó por todos los oficios, hasta que emprendió un viaje hacia Bolivia, para emular el periplo del Che. Allí se le dio cuenta que unos poemas le pueden salvar la vida.
“No tenía hostal, no tenía comida, y no tenía cómo generar recursos. Empecé a lavar platos para una cholita y dormía bajo su carro. Ahí me sirvió la universidad, ahí recién. Ahí consideré que era algo útil, y empecé primero recordando los poemas que había leído y considerando cuáles eran vendibles, entonces empecé con Neruda, después como tenía un profundo respeto por los presidentes de izquierda –ahora soy anarquista- hice poemas con esa temática… también empecé a ver que la gente consumía literatura, capaz que no compraban un libro, pero la consumían, ahí, viva, cuando yo la recitaba. En Bolivia valoran el trabajo de la calle, y empecé a ganar plata, y dormir en hostales y empecé a escribir en boliviano".
En Bolivia fue poeta callejero, artesano y malabarista y entró a la actuación, a las performance, al monólogo.
En los semáforos, trabaja cuando puede: “a mí la policía no me deja ejercer mi práctica artística, no me deja hacer malabarismo”.
“Armamos libritos y después empezamos a recitar. Me subía a los colectivos a tocar la armónica y a recitar. Eso era literatura viva”, dice. Explicita, además, quiénes son sus lectores/escuchas de verdad: “En un colectivo que va a la Unsa, a los chabones no se les mueve ni un moco, pero me subo a un colectivo que va a Norte grande, que va a san Antonio, y hay señoras que les pega que les lea “Juanita la pipera”, porque son realidades sociales distintas”.
Así como tiene una relación tensa con la Universidad, tuvo duros cruces contra el Ministerio de Cultura y Turismo. “La Casa de la Cultura es un baño público, donde no está la cultura. No era un lugar representativo nuestro. Para nosotros la Casa de la Cultura es la casa de la chatura, la casa de la chetura. La cultura de los ricos”, dice.
En Salta fundó Ya Era, antes había conformado otros grupos que siguieron mutando: La sociedad de los poetas ebrios, Okupas, Oktubre y Resistencia mamífera…
Destaca la producción de varios integrantes de Ya era: Rodrigo España, Carlos Varas Mora, Juan Manuel Díaz Pas, y el mismo “Pepe” Gonzáles. “Pepe es el máximo poeta de Salta, Crack es un libro mítico, es uno de los libros que nos impulsó a escribir en otro nivel, cambió mi percepción de la poesía. Crack es un libro que mezcla la profundidad del lenguaje, el trabajo y lo profundo de un barrio o una villa. Es un libro que sintetiza lo que vivíamos”.
Al cierre de esta entrevista Chuky tenía una entrevista laboral, una oportunidad de dejar los semáforos: una entrevista para convertirse en asistente de sepulturero en un cementerio local.
Quiera o no, Chuky parece un personaje sacado de uno de sus libros.