Cuestión de fe: ¿cómo es un sábado en el cerro de la Virgen?
“Es un pedacito de cielo” afirman algunos fieles. Miles de peregrinos, milagros y el rezo de María Livia: te contamos lo que se vive en el lugar en el que muchos encuentran paz.
El agobiante calor no impidió que miles de fieles subieran a la cima del cerro en donde se encuentra el Santuario de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús, conocida como la Virgen del Cerro.
Para llegar allí hay que pasar por el barrio Tres Cerritos y llegar a otro santuario, el de la Virgen de Schoenstatt, ubicado en la esquina de Los Carolinos y Los Crespones.
Desde allí un camino de cornisa, pero en excelentes condiciones, conduce a la playa de estacionamiento, un inmenso lugar en que se estacionan los colectivos de viaje y autos particulares.
A la llegada de cualquier vehículo, y de forma inmediata, alguno de los servidores del Santuario se acerca para indicarle los pasos a seguir a los visitantes.
Según comentó una de las servidoras a este medio, son alrededor de 600 personas los que voluntariamente colaboran con la organización de las jornadas de los sábados.
Las peregrinaciones
Una vez al mes se realizan las peregrinaciones, que siempre se llevan a cabo un día antes de las conferencias que brinda María Livia Galeano de Obeid en el Estadio Delmi.
Son entre 25000 y 70000 los peregrinos que llegan al cerro durante estas jornadas, según afirman los servidores del Santuario.
Entre las 8 y las 12 suben enormes cantidades de grupos de personas que llegan desde diferentes lugares del país y hasta de otros países.
A pie, en camioneta o en colectivo se puede llegar desde la playa de estacionamiento hasta el Santuario.
Si se elige la primera opción, son 30 minutos lo que se demora en subir un sendero empinado y rodeado de árboles, digno de una excursión de aventura.
En muchas partes del tramo hay carteles con frases del Evangelio católico o que invitan a tener fe.
En el camino, cuatro peregrinas cansadas dudaban si seguían o volvían a la playa y se subían a un colectivo.
El acceso a los vehículos es gratuito y las camionetas están destinadas a personas con movilidad reducida.
Un poco más arriba de la mitad del recorrido por el sendero, un grupo de servidores reza y ofrece agua o atención médica a los peregrinos.
La entrada del Santuario está marcada por otra playa de estacionamiento. La playa Santa Ana, mucho más pequeña que la anterior y con muchos menos vehículos.
Una garita y una barrera en medio de la ruta impiden el acceso de otros vehículos que no sean los de la organización de las jornadas.
Al llegar al Santuario, decenas de servidores esperan en una rotonda en la que estacionan los colectivos y las camionetas que dejan a los peregrinos.
Inmediatamente se los ubica en los bancos disponibles, de una forma muy ordenada.
Una organización impecable
La organización de los servidores es impecable. Contener a los miles y miles de peregrinos que llegan los sábados al cerro de la Virgen no es tarea fácil.
Pero los cientos de servidores están organizados de tal forma que pareciera que ningún detalle se les escapa.
Basta con poner un pie afuera del sendero marcado para el ascenso al Santuario, para que algún servidor se acerque a indicar el camino a seguir.
Da la impresión de que cada punto del lugar es custodiado por algún colaborador.
En el caso de la prensa, ni bien identifican al periodista, desde la organización asignan a un servidor que lo acompañará durante todo el recorrido.
Médicos, policías y ambulancias se encuentran en ubicaciones estratégicas para responder ante cualquier emergencia.
Otro grupo de personas recorre el lugar limpiando y recogiendo la basura del suelo.
Los servidores están identificados con pañuelos celestes y una credencial con su nombre y apellido.
Amablemente se encargan de que nada se salga de control y se comunican a través de handies, de manera que están al tanto de lo que sucede tanto en la cima como en la base del cerro.
La oración de María Livia
A las 12 empieza el rezo del Rosario, entre cantos, lecturas bíblicas y la lectura de mensajes que la Virgen María habría enviado personalmente a María Livia.
En este día los mensajes leídos tienen que ver con la esperanza y la oración.
La gente se ubica en una especie de anfiteatro que está en la cima del cerro, con una vista imponente de la ciudad de Salta.
El aroma de las flores se siente por todo el lugar y de varios árboles cuelgan rosarios de diferentes colores.
En la parte más alta del lugar está la ermita que guarda la imagen que todos los peregrinos quieren ver: la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús.
Una pequeña capillita guarda la imagen y durante toda la mañana hay filas para poder verla, tocarla y sacar fotos. Dos servidoras custodian la estatuilla de la Virgen.
Pasado el mediodía sube María Livia en un auto blanco a la cima del cerro.
Un sacerdote y una monja rezan una oración y se consagran a la Virgen, ninguno de los dos es salteño.
Así dan inicio las oraciones de intercesión, que tienen como protagonista a María Livia, que no se va hasta tocar a cada uno de los presentes que deseen acercarse a la mujer.
Un grupo minúsculo de personas forma un circulo y con ellos la mujer que afirma ver a la Virgen se toma un tiempo más prolongado que con el resto.
Muchos de ellos tienen algún problema grave de salud.
María Livia toca la cabeza de los niños o el hombro de los adultos con una de sus manos en una actitud de profundo recogimiento.
La misma actitud que comparten muchos de los que están presentes mientras un coro acompaña el momento con música.
Algunos se desmayan ante la presencia de la mujer, y otros no. Para los primeros, unos cinco servidores se colocan detrás para amortiguar la caída, que dura algunos minutos.
Rosario en mano, los que miran rezan y cantan. Muchos lloran, se emocionan, se abrazan.
El grito
Minutos después del comienzo de las oraciones de intercesión, una mujer comenzó a gritar desesperadamente.
Los gritos llegaron a oídos de María Livia, que observa de a ratos a la mujer pero no se inmuta.
“¡Mamá, mamita, me duele!” grita la mujer cuya voz rompió el silencio del lugar.
La peregrina llora, se tira al piso, y algunos servidores se miran pero no hacen nada.
No pasa un minuto sin que algún servidor filme de cerca a María Livia mientras acerca sus manos a los presentes.
La mujer del grito se calma, se queda en el piso pero sigue sollozando. Los que la rodean empiezan a rezar más fuerte, lloran, a otros se les nota el miedo en el rostro.
De a poco, algunos siguen acercándose a María Livia, los servidores ordenan las filas.
La jornada no termina hasta que el último peregrino es tocado por la mujer de las apariciones. Nadie puede tomar fotos, y si alguno lo intenta un servidor se acerca a pedirle que no lo haga.
Los milagros
Historias de milagros abundan en este lugar.
Enfermedades terminales que se curan, estados de salud que mejoran luego de visitar a la Virgen, son una constante en muchos fieles que vuelven para agradecer a la Inmaculada.
Es el caso de Sandra Gabrich, de Miramar, Buenos Aires, quien empieza su testimonio afirmando “la paz existe en este lugar, no se encuentra en ninguna parte, es un pedacito de cielo”.
La mujer peregrina al cerro desde el 2010 y afirma que la Virgen le quitó un nódulo que tenía en una de sus mamas y evitó que la operaran.
Gabrich relata que “en 2015 vine, toqué la imagen de la Virgen y le dije: ´¿no me harías el favor de sacarme ese nódulo?´”.
“A los 15 días de regresar, me hice el estudio y el médico me dice que no había nada. Aclaro que no hice ningún tratamiento ni tome ningún medicamento”agrega la mujer.
Roberto y Mariela Slawycz, visitan el Santuario entre dos y cuatro veces cada año, junto a su familia.
Los Slawycz llegan a Salta desde La Banda, Santiago del Estero en agradecimiento porque Roberto se curó de leucemia “con fe a la Virgen” aseguran.
Cuando se enteraron de la enfermedad del padre de la familia, una vecina les comentó que en Salta había una Virgen que hacía milagros y llegaron hasta el cerro por primera vez.
Desde hace seis años cada vez que vienen almuerzan bajo la sombra del mismo árbol junto a diferentes integrantes de su familia, los que pueden viajar.
Su recorrido también es siempre el mismo. Primero visitan el convento San Bernardo, luego participan de misa en la Catedral a donde saludan y agradecen al Señor y a la Virgen del Milagro y luego suben al cerro de la Virgen.
“Es muy lindo, siempre nos llevamos esa paz del contacto espiritual” cuenta a LA GACETA Mariela, que además agrega “pedimos unión para la familia, trabajo y también por las inundaciones, para que paren las lluvias”.
“Es un pedacito de cielo” sintetiza la mujer.