Así se vivió el eclipse de sol a más de 3.000 metros de altura
En el Paraje Tonco, departamento de Cachi, familias, docentes, habitantes del lugar y turistas se congregaron para disfrutar del fenómeno entre cerros y cardones.
La jornada empieza antes de la salida del sol, el protagonista de este día. El destino es Tonco, un paraje ubicado a 35 kilómetros de Payogasta en la región de los Valles Calchaquíes.
Según el pronóstico del Servicio Meteorológico Nacional en Salta las nubes dificultarán el avistamiento del eclipse solar pero el optimismo forma parte del viaje.
Elizabeth Carrizo es profesora y junto a su sobrino Enrique y su madre recorrerán los 177 kilómetros que separan a Tonco de la capital salteña. A ellos se les suma Daniel Torrejón, colega de Carrizo y compañero de viajes.
Ambos forman parte del proyecto Pedagogías Viajeras, a través del cual realizan diferentes actividades junto a colegas y estudiantes de profesorados. Ya recorrieron varias localidades del interior salteño, de otras provincias del país y además de otros países. A través de este proyecto realizan acciones que benefician a las comunidades y que generan procesos de aprendizaje en la práctica de los estudiantes.
Además de Carrizo y Torrejón, viaja en otro vehículo un grupo de docentes cuyo referente es Sira Tabarcachi, una de las mentoras de Pedagogías Viajeras.
Hace dos años conocieron Tonco y junto al profesor Carlos Alessandretti llevan a cabo algunos proyectos con la comunidad del paraje entre los que cabe mencionar la instalación de calefones solares y la construcción de un observatorio astronómico a cielo abierto.
A las 4:30 de la madrugada parten hacia la localidad de los Valles Calchaquíes para llegar temprano al lugar y con la intención de ver el amanecer desde la Cuesta del Obispo, a 3348 metros sobre el nivel del mar.
El amanecer desde la Cuesta del Obispo. Foto LA GACETA
El desayuno es en la casa de Leonel, a quien conocen por ser estudiante del colegio secundario del paraje. El joven de 16 años pasa sus días entre la escuela, la cría de ganado y la confección de artesanías en cuero.
Junto a su familia reciben a los visitantes que llegan al lugar y les ofrecen desayuno y almuerzo. Un café con bollos en las primeras horas de la mañana viene bien para mitigar el frío que genera temperaturas cercanas a los 0 grados.
Durante la mañana van llegando familias, curiosos y aficionados a la astronomía. Cerca de la escuela 4532 Padre José Tito Collalunga se instala una parrilla y varios fogones. Mesones y sillas completan el pequeño espacio abierto que hará las veces de comedor para los visitantes.
Los vientos son intensos y pese a la salida del sol el frío no da tregua. Pero el clima no detiene a los visitantes que recorren los cerros y se toman fotos entre los cardones.
Uno de los lugares favoritos es el que llaman “cerro energético”, allí se realizan ofrendas a la Pachamama y se respira paz.
Elizabeth Carrizo (segunda desde la izquierda) junto a docentes en el espacio astronómico. Foto LA GACETA
Después de la caminata llega la hora del almuerzo. Los tonqueños ya tienen listo el asado de chivo y los chorizos, las empanadas de carne, queso de cabra y charqui, además del locro. El menú de comidas regionales es variado; como postre ofrecen anchi y mazamorra.
Al terminar de comer, llega la hora de prepararse para el evento que congregó a los visitantes y a los tonqueños: el eclipse solar.
Los eclipses totales de sol se producen una vez cada 18 meses en alguna parte del mundo. Este día se visualizará en su totalidad en una franja de 130 kilómetros de ancho que recorre 11.252 kilómetros de Oeste a Este y que abarca una parte del país.
Lo primero es armar las cámaras oscuras para poder visualizar el fenómeno astronómico sin riesgos para la vista. Una caja de zapatos, una hoja de papel, papel de aluminio, cinta aisladora o de embalar, alfiler, regla, tijera y lápiz son los pocos materiales que se necesitan para el armado de la cámara oscura.
El profesor Carlos Alessandretti preparando el telescopio. Foto LA GACETA
Niños, adolescentes y adultos realizan el armado entre risas y bromas. Mientras tanto Alessandretti prepara el telescopio que cuenta con un filtro especial para poder ver el eclipse solar.
El día nublado genera algo de incertidumbre sobre si se podrá ver el evento astronómico con claridad, pero el entusiasmo sigue presente. En Tonco hay un lugar destinado a la construcción de un anfiteatro astronómico a cielo abierto y allí se reúnen los interesados en ver el eclipse.
Son las 16. El horario indicado para observar el fenómeno pero las nubes tapan el sol.
Pese a esto más de 60 personas esperan pacientemente que se despeje el cielo. Mates, risas, entusiasmo, expectativa hacen amena la espera.
Nelson Jaime junto a Mariano. Foto LA GACETA
Nelson Jaime de 26 años se dedica a criar cabras y a curtir cuero para artesanías. Llegó junto a su pequeño hijo Mariano para ver el eclipse.
“Está bueno que venga la gente y conozca Tonco”, afirma ya que considera beneficioso que haya visitas para que la gente del lugar pueda vender sus productos. Queso de cabra, charqui, chivitos, papas andinas son algunas de las cosas que se pueden encontrar en este sitio.
En su caballo blanco llega Marcelo Cayo, el creador del Fortín 20 de junio. A sus 64 años condensa la sabiduría de su tierra y no hay nadie de la zona que no lo conozca.
Marcelo llega con su caballo San Martín. Foto LA GACETA
“San Martín” es el nombre del equino que lo acompaña a todos lados y al que le colocó una corbata azul como si estuviera de gala.
De a poco el sol y la luna que lo tapa se dejan descubrir entre las nubes y se comprueba el buen funcionamiento de las cámaras oscuras caseras construidas un momento antes. Alessandretti explica de forma breve en que consiste el fenómeno y anuncia la creación del observatorio.
Para él es importante la participación de la comunidad. “Llegamos aquí con ideas muy raras y la gente nos ha recibido muy bien”, afirma.
Elizabeth Carrizo (segunda desde la izquierda) junto a docentes en el espacio astronómico. Foto LA GACETA
“Tonco tiene un cielo fantástico”, indica e invita a colaborar con este proyecto. La idea es que para la celebración del Inti Raymi del año que viene ya haya aunque sea un murallón que rodee el anfiteatro que será utilizado como observatorio.
Entre sueños, proyectos y vínculos que se entretejen entre personas que viven a cientos de kilómetros y de formas muy distintas, se gestan movidas que rompen con lo rutinario como cuando los astros se alinean.
Así se vivió el eclipse solar en Tonco, un paraje en el que viven tan solo 80 personas, situado en medio de cerros y a 3.400 metros de altura.