Lacan: a 38 años de su fallecimiento
El 9 de septiembre de 1981 moría en París Jacques Lacan, el discípulo más brillante de Sigmund Freud, quien renovó el pensamiento y la clínica psicoanalítica devolviéndole su carácter revulsivo. Poseedor de una inmensa cultura, de una pasión por el saber y de una fineza clínica admirable, reinventó el Psicoanálisis que se encontraba adormecido en el confort que le habían impuesto los analistas en la posguerra dejándolo sometido a la burocratización al adecuarlo a los estándares de la psicología del yo americana.
AMPLIO. Lacan era ortodoxo para elaborar una lógica para situar los enigmas de la psiquis y a la vez abierto a innovar en la práctica de la cura.
Por Alfredo Ygel
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
“Sean ustedes lacanianos, si quieren, yo soy freudiano” les dijo a sus discípulos cuando estuvo en Caracas en 1980. Inscripto en el linaje de su maestro Freud instó desde el comienzo de su enseñanza a retornar a las fuentes del pensamiento freudiano, provocando un temblor en la estructura de la Asociación internacional del Psicoanálisis. Fiel a sus descubrimientos, buscó modificar la clínica de los pacientes neuróticos con el fin de brindar una mayor eficacia a los tratamientos, insistió en no retroceder frente a la Psicosis, abrió la práctica del Psicoanálisis a las distintas formas del sufrimiento humano. Modificó los procedimientos de la cura psicoanalítica que prescribían sesiones de 50 minutos a razón de al menos tres veces por semana. Propuso el corte de la sesión en el momento de la emergencia de lo Inconsciente, acortando la duración de las sesiones, y amplió la posibilidad de los tratamientos mas allá del diván como una forma única donde un sujeto accede a la verdad oculta en sus síntomas, sus lapsus, sus sueños. Ortodoxo hasta el extremo en la elaboración de una lógica para situar los enigmas del aparato psíquico y realizar una formalización de la clínica, era abierto a modificar e innovar la práctica de la cura.
Su consultorio en 5 de Rue de Lille en París estaba colmado permanentemente por pacientes que acudían en la búsqueda de un alivio a sus padecimientos, a la vez que de gran cantidad de discípulos que acudían en busca de análisis, de supervisión de casos o análisis de control. Sus analizantes se ubicaban en dos salas de espera, e incluso en su biblioteca, esperando que el célebre maestro francés los llamara a su diván según un orden que solo el establecía. Aun así les reclamaba a sus pacientes, devenidos analizantes, que llegaran en el horario que el meticulosamente les asignaba, aun cuando podían esperar largo tiempo para el llamado a su sesión.
Expulsado y excomulgado de la Asociación internacional acusado por su heterodoxia, amenazados sus discípulos de ser excluidos por seguir su enseñanza, fundó la Escuela Freudiana de París para la transmisión del Psicoanálisis que congregó a gran cantidad de analistas que concurrían a su Seminario.
Dueño de un histrionismo exuberante, vestía como un dandy francés, usaba largos tapados y sacos de colores. Un repleto auditorio llenaba los salones esperando con devoción la palabra del maestro. Poseía un particular estilo para dictar sus clases con gestos ampulosos, silencios prolongados, y golpes en su escritorio lo que provocaba en los asistentes gran pasión por el maestro. Esto era solo la forma de acompañar el rigor extremo en la transmisión de sus teorizaciones que provocaron un avance extraordinario en el discurso del psicoanálisis. Utilizaba aforismos en los que expresaba en forma condensada el sentido que deseaba transmitir. “No hay relación sexual” “La mujer no existe” y muchos otros, provocaban un efecto cuestionador y provocativo con el fin de producir un despertar y una conmoción en los sentidos coagulados producto de la mentalidad débil de los seres humanos, que según afirmaba empuja al cierre imaginario del sentido.
Describió como nadie el discurso capitalista y los efectos segregativos que promueve en el lazo social Al concepto marxista de la lucha de clases le opuso el aforismo “todos somos proletarios, todos a consumir”, denunciando la prevalencia del objeto de consumo como atractor del goce autista. A pesar de sus avances e invenciones declaró que su único invento fue “el objeto a”, concepto que alude a ese objeto que causa al deseo de todo sujeto.
Con una erudición sin igual se codeó con la flor y nata de la intelectualidad francesa a través de lo cual incorporó aspectos del estructuralismo, de la filosofía de Heidegger, la lingüística de Jacobson, las matemáticas, la lógica y la topología. También abrevó en la escritura china, la poesía, el budismo, la cábala y las sagradas escrituras del judaísmo. Sin embargo, incorporaba estos saberes en lo que a él le servían para sus desarrollos haciendo como él decía linguistiquería, topologería, etc.
Escribió en un estilo barroco con frases enigmáticas y oscuras lo que publicó como sus Escritos, respondiendo a quienes lo criticaban que en algunos años sus libros se iban a vender en los quioscos de revistas, cosa que finalmente ocurrió. Pedía a sus alumnos que lo leyeran en un esfuerzo por interpretar lo que los textos decían al modo de lo que sucede en un análisis.
“Hagan como yo, no me imiten” repetía a sus alumnos reclamándoles que no copien modelos, sino que estén abiertos a la invención. Ocupaba un lugar de jefe de escuela lo que hizo algún obstáculo a su enseñanza. Aun así se formaron a su alrededor gran cantidad de analistas que se inscribieron en las vías inauguradas por Freud y renovadas por Lacan impulsando un avance extraordinario del Psicoanálisis a contrario de la subjetividad de la época con el rechazo al inconsciente que promueve.
Inscribió su nombre produciendo un aporte fundamental en la historia del Psicoanálisis. Fundó una escuela de las que se originaron múltiples asociaciones e instituciones psicoanalíticas que tomaron la posta de la transmisión del discurso del Psicoanálisis y la formación de analistas bajo el significante lacaniano.
Los continuadores del pensamiento y la clínica de Lacan le debemos el haber continuado y subvertido la obra de Freud poniendo al sujeto, a la castración, al no todo y al goce como principios rectores de la práctica analítica, aportando frescura y rigurosidad lógica, manteniendo vivo el Psicoanálisis como respuesta al sufrimiento subjetivo.
Los divanes analíticos llevan a partir de Lacan su sello e impronta promoviendo en cada sujeto el acceso a su inconsciente para poder hacer algo con los padecimientos que le aquejan. Su obra, a la que consagró su vida, puso en acto lo que propuso como máxima de todo ser humano: “Ir más allá del padre, a condición de servirse de él.”
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Alfredo Ygel - Psicoanalista,
miembro del Grupo de
Psicoanálisis de Tucumán.