Personajes sencillos con un drama que los excede
La historia de un niño con la historia europea de fondo.
TODO UN VIAJE. Casadio concibe una novela biográfica, cuya historia comienza nada menos que dentro del vientre materno.
NOVELA
EL NIÑO DEL TREN
PAOLO CASADIO
(Edhasa – Buenos Aires)
Podría decirse que Il bambino del treno responde a lo que Julio Cortázar ha llamado realismo simbólico: “Entiendo por realismo simbólico un cuento -una novela también puede ser - que tenga un tema y un desarrollo que los lectores puedan aceptar como perfectamente real en la medida en que no se dan cuenta, avanzando un poco más, que por debajo de esa superficie estrictamente realista, se esconde otra cosa que también es la realidad y que es más la realidad, una realidad profunda, más difícil de captar.”
En efecto, El niño del tren es una novela biográfica, cuya historia comienza en el vientre materno. El protagonista es un niño, Romeo Tini. Se desarrolla entre 1935 y 1943. La memoria es la columna vertebral del libro, como lo es también el testimonio de un período doloroso en el que un tren se detiene en la estación Fornello, la línea ferroviaria Firenze-Faenza, en su recorrido hacia un campo de concentración.
La estación Fornello aparece como un lugar sin pueblo, pero no sin comunidad, las que viven en ese valle del Muccione son familias sencillas, pacíficas y austeras. Es una suerte de refugio silencioso. No en vano, el narrador nos presenta un valle inocente al que llega Giovannino el nuevo jefe de estación con su esposa Lucía y el perro Pipito.
Romeo escucha su nombre, cuando aún no ha nacido, a través de la voz de Rinaldo, que narra la historia de los “romeos”, los peregrinos que iban a Roma. Decide nacer el 18 de junio y recibe mucho afecto. El narrador, no obstante, anticipa al lector a través de indicios que “...para él, el destino había decidido en forma diferente.”
La tranquilidad del otoño se ve afectada por las sanciones a causa de la invasión a Abisinia, aunque en el valle, de economía cerrada, casi nadie lo percibe a no ser por el arribo a la estación de una delegación fascista, la comunicación de la muerte de un joven soldado y el “día de la fe”. Este día era todo un acontecimiento. Consistía en la donación de piezas de oro que se dejaban en un yelmo de la Gran Guerra. Giovannino y Lucía entregan sus alianzas y a cambio reciben del alcalde dos anillos de acero, mientras les explicaba que ll mettallo nobile dell’ Italia non è l’oro, ma l’acciaio.
El lector es partícipe del crecimiento de Romeo, de la llegada del cine y con él de las primeras y demoradas palabras del niño: “Muy serio, dice claramente: - Túpido. Lucía incrédula, lo estrecha contra el pecho; Giovannino lo apretó como si fuera una almohada, ambos finalmente felices y agradecidos al Gordo y el Flaco.”
Los sucesos en la vida de Romeo están contextualizados con la historia europea, así en 1939 cuando Praga fue ocupada por los alemanes, Romeo enferma de sarampión. La familia Tini cada vez está más atenta a la radio Superla, así se enteran en el valle de que Rusia invade Polonia y el día después cae Varsovia, escuchan lenguas que no comprenden y el 18 de septiembre de 1939 comienza la Segunda Guerra Mundial. Se seguían rigurosamente las normas del oscurecimiento y se sentía de noche el sonido ensordecedor e inquietante de los aviones.
Romeo Tini y Flavia, quien ha llegado en el tren de los judíos deportados, se preguntan desde sus percepciones de niños, sobre lo que les está sucediendo, pero también, sobre sus gustos y sobre la vida cotidiana, esa que ya no volverá a ser la misma porque la muerte se ha ensañado con el valle.
El último capítulo, donde se introduce el discurso epistolar, develará al lector sucesos que tienen que ver con la condición humana y que Casadio anuncia en el prólogo: “Hay una promesa de dolor en la felicidad, una promesa que se cumple puntualmente.”
© LA GACETA
Elena V. Acevedo