"Semilla" Salinas, el ídolo de Boca que las pasó a todas
Conoció la gloria con Boca y fue a parar a Devoto, pero Macri y Alberto Fernández hablan de él.
Ganó la Libertadores y salió campeón del mundo a nivel clubes con Boca. Fue verdugo de San Lorenzo, al que hizo descender a la B Metropolitana. Formó parte del plantel de River que en 1975, dirigido por Ángel Labruna, cortó 18 años sin salir campeón. Dos de las máximas figuras de la política argentina lo recuerdan con cariño. Mauricio Macri, ex presidente de la Nación, reconoció públicamente la admiración que siente por él. Su sucesor Alberto Fernández recordó hace pocos días lo feliz que se sintió el día que, jugando para Argentinos Juniors, le hizo el gol al “Ciclón” que dejó al conjunto de La Paternal en Primera y mandó a su rival a jugar el torneo de ascenso. “Yo estuve en la cancha de Ferro el día que Salinas convirtió ese penal”, recordó Alberto, reconocido hincha del “Bicho”, en una entrevista. Salinas no es otro que el tucumano Carlos Horacio. “Semilla” para algunos. “Loco” para otros. Un personaje de esos que aparecen cada tanto para desparramar por las canchas argentinas toda la picardía aprendida en los potreros.
La historia de Salinas es extensa, única. Pasó por todos los estados posibles. Alcanzó la gloria; tuvo fama y dinero -“llegué a guardar 2 millones de dólares; compré siete departamentos y dos autos BMW”, reconoce- hasta que lo perdió todo -“estoy más solo que suplente de los Reyes Magos”, fue una de sus célebre frases-. Terminó en la cárcel de Devoto y su nombre salió en las páginas de policiales -“me relacioné con gente mala”, se arrepiente”-. En el ocaso participó en la Liga de Veteranos para ganarse unos pesos.
A los 64 años sigue siendo un personaje cuya historia atrae. “La Copa del Mundo que conquistamos con Boca en 1978 fue lo mejor que me pasó en la vida. Ganamos 3 a 0 y marqué un gol”, reconoce en la charla con LG Deportiva desde Buenos Aires. Curiosamente el rival ese día fue Borussia Monchengladbach, uno de los equipos que jugó ayer por la Bundesliga en el regreso del fútbol en Alemania y venció a Frankfurt.
TRAYECTORIA: “Jugaba en varios torneos infantiles que se organizaban en Tucumán Central, el Solar de los Deportes y en el colegio Don Bosco. A los 14 años llegué a San Martín. Integré el plantel de cuarta cuyo técnico era Carlos Antonietta. Mi hermano Domingo Ricardo me llevó a Gimnasia de Jujuy. Un día fue a jugar la Selección argentina y me citaron para integrar el equipo de los sparrings. Ahí me ofrecieron ir a San Lorenzo y a River. Me incliné por este último por un consejo de Raúl de la Cruz Chaparro, quien era mi compañero en Gimnasia y que luego brillara en San Martín. Aunque tenía edad de Sexta, me pusieron en Tercera. Tuve de técnicos a ‘Pipo’ Rossi y a Enrique Omar Sívori. Integré el plantel que en 1975, de la mano de Labruna, ganó el título de la AFA y cortó 18 años de sequía. Fue un enorme desahogo para los hinchas. Me fui a los 20 años porque no tenía continuidad y consideraba que era el momento de empezar a consolidarme. Tuve una propuesta de Vélez, pero me incliné por Chacarita, que tenía entre otros jugadores a Carlos Ischia y a Claudio Marangoni, dos verdaderos cracks. Después jugué en Boca, Argentinos, Independiente, fui unos años a Colombia y me retiré jugando en Alumni, de Villa María”.
ANÉCDOTA: “En 1977 jugamos en el estadio de Chacarita un partido contra Boca. Juan Carlos Lorenzo mandó a Rubén Suñé que me hiciera marca personal por toda la cancha. El ‘Chapa’ me pegó una trompada y como buen tucumano, me di vuelta y le apliqué un cabezazo. Por suerte, no me vio el árbitro y seguí jugando. Al rato veo que es reemplazado: le había quebrado el tabique nasal. El martes, luego de la práctica, salgo con mi auto rumbo a mi casa y a los pocos metros observo que me seguían. Luego me cruzaron el auto y baja Suñé. Lo acompañaba Jorge Ribolzi, que era su compañero. Se armó una tremenda pelea. Lo curioso es que a los pocos días fui a jugar a Boca. Apenas llegué al vestuario, Lorenzo nos llamó y pidió que olvidáramos lo sucedido porque a partir de ese momento peleábamos para el mismo equipo”.
AFECTO. “Siempre le estaré agradecido a Macri. Cuando él era presidente de Boca visitó Tucumán para promocionar las peñas del club. Yo estaba en mi casa cuando una persona se baja de un auto y me dice que Mauricio me esperaba en el hotel. En un primer momento pensé que era una broma. Sólo tuve tiempo para darme un baño y salimos. Me saludó y pidió que lo acompañara a recorrer las cuatro avenidas en una caravana. Al despedirse me dio 200 pesos. Le dije que si me daba 200 pesos más tenía otras cuatro avenidas para recorrer y se rió. Luego me invitó a la fiesta del Centenario del club. Si bien sólo jugué dos temporadas, Boca me dejó los mejores recuerdos de mi carrera”.