Sergio Berensztein: “por supervivencia, el Presidente quiere evitar el default”
Según el politólogo, hoy prima el pragmatismo de Alberto y de Larreta
Fotos. Gestos. Posicionamientos. Alianzas. Vínculos. Mensajes. Interpretaciones. Todo esto en medio de una pandemia sanitaria. La covid-19 no le da respiro a la política. Y, detrás de la presentación de un test rápido de base molecular Neokit-Covid-19, está otro testeo, el de las relaciones entre las principales fuerzas políticas argentinas. Curiosa foto la del presidente Alberto Fernández junto con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que ha despertado más de un comentario sobre la nueva normalidad que se viene en la Argentina. Gran parte de la dirigencia sigue en off-side. Las repetidas apariciones públicas de ambos gobernantes han desdibujados liderazgos que, hasta hace medio año, aparecían como dos fuerzas difícil de desplazar: las de Cristina Fernández de Kirchner y la de Mauricio Macri. “La pandemia del coronavirus le vino como anillo al dedo a Alberto Fernández porque contribuyó para que despliegue lo que mejor sabe ejecutar: un liderazgo racional, lejos de la radicalización y de la grieta”, afirma a LA GACETA el politólogo Sergio Berensztein. Sin embargo, lo peor aún no llegó, ni por el aumento de la curva de contagio que se proyecta, desde el punto de vista sanitario, ni por la renegociación de la deuda, para evitar un nuevo default. “Llegar a ese escenario sería lo peor que le puede ocurrir a la Argentina, sumado eso a la situación sanitaria”, alerta el analista durante la entrevista concedida a nuestro diario.
-¿Qué significado político tiene la foto del viernes en la que aparece Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta?
-Muchos dirigentes han interpretado que se trata de una contestación hacia Cristina Fernández y un mensaje para (el gobernador de Buenos Aires) Axel Kicillof. Pero bien vale retrotraerse a lo que fue el escenario en las elecciones de octubre del año pasado, que consagró a dos coaliciones plurales. La característica distintiva de ambas es que mostraron un núcleo moderado entre sus referentes, basado en la gestión, pero por sobre todo con vasos comunicantes, previo a la pandemia, y que ahora, al estallar este problema sanitario global, cobró más fuerza. Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta gozan hoy del respeto en la izquierda y en la derecha, respectivamente. Pero en torno de ellos asoman dos líderes importantes como Cristina y como Macri, que son un apoyo (más la primera para la gestión nacional, que el segundo para la administración porteña), pero también un amenaza. Digo un apoyo porque sin ellos no creo que Alberto y Horacio sustenten un peso específico para sobrevivir políticamente. Al menos por ahora. Y constituyen una amenaza al pragmatismo que muestran el Presidente y el alcalde porteño frente a posturas más ideológicas. En ese contexto, esta alianza en tiempos de pandemia, con vínculos políticos entre Alberto y Horacio causan, indudablemente, enormes ruidos a la política. Pero también son una amenaza para los liderazgos de Cristina y de Mauricio.
-¿Cómo pueden dividirse esas aguas?
-Si se agudiza la crisis, puede darse un escenario de facciones pragmáticas versus ideológicas. Tomemos el caso de Cambiemos o PRO con algunos referentes más cercanos a Rodríguez Larreta que al propio Macri. Y, dentro de los pragmáticos, también aparecen otros que son más duros frente al Gobierno nacional como el caso de Alfonso Prat-Gay, que le pega al Presidente -que incluso se anticipa a lo que puede llegar a opinar Mauricio- como una manera de que no se desdibujen los opositores más críticos. La foto aquella, en definitiva, dice mucho, pero también blanquea relaciones, con cuestiones técnicas, sanitarias y también políticas.
-¿Fue un test del test rápido que se presentó en sociedad el mismo viernes?
-Fue el test del testeo que los gobernantes hicieron al humor político en tiempos de turbulencias.
-¿Y cómo cree que se adaptará Cristina Fernández a esta nueva normalidad?
-El pacto implícito que ha firmado con el Presidente es que ella se ocuparía de observar la gestión del gobernador de Buenos Aires y posicionar a La Cámpora, mientras que Alberto se encargará de manejar los problemas económicos de los próximos cuatro años, administrando la transición. Pero lo que se vio en los últimos meses es que las cosas se facilitaron para que la actual presidenta del Senado no tenga grandes problemas en la Justicia. No pudieron nominar a Daniel Rafecas en la Procuración General de la Nación, pero las causas contra la ex mandataria están casi quietas. Y hay referentes que mencionan un acuerdo con Cambiemos para garantizar, al mismo tiempo, la impunidad de Mauricio Macri. Así, se vislumbra una suerte de pacto para no investigar nada desde los dos lados.
-En medio de esta puja entre pragmáticos e ideologizados, ¿qué rol juegan los gobernadores que, según el propio Presidente, iban a ser protagonistas de su administración?
-Una de las lecturas sobre esta situación es que la pandemia hizo foco en la provincia y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde se registran la mayor cantidad de casos de covid-19) y por eso se concentró la atención en esos distritos. más que en el resto de las provincias que esperan ayudas de la Casa Rosada. Por eso creció la imagen de Horacio Rodríguez Larreta y, por eso también es que Cristina -a su manera- le pega al jefe de gobierno porteño, que la pone nerviosa. Si fuera por ella, el escenario ideal sería que a Macri lo traten como lo hicieron con ella judicialmente durante la gestión anterior. Cristina sobrevivió a Macri, pero irrumpió la figura de Rodríguez Larreta que desdibujó a la del ex Presidente. Y ahora el ring se corre hacia otros sectores.
-Este lunes se cumple un año desde que Cristina nominó a Alberto como el candidato a presidente por el Frente de Todos. Pero parece que la realidad invirtió los roles, 12 meses después...
-Las pandemias ponen a los gobernantes en un lugar impensado en todo el mundo. No solamente es el caso de Alberto Fernández, que hizo un esfuerzo para potenciar sus intervenciones discursivas e imponer su estilo. Le vino bien. A Alberto le vino bien la pandemia del coronavirus porque puede enfatizar lo que mejor sabe hacer: lo racional. Es un líder razonable, que se aferra al discurso de los científicos que tienen parámetros lógicos. Se escapa a lo ideológico, a la trampa ideológica, de esa manera. Pero, cuidado, también hay amenazas. Al mismo tiempo que crece su liderazgo, se evidencian manejos flojos en lo económico, con una explosión del dólar blue que roza los $ 140 por unidad. Eso causa inestabilidad. Y Cristina sabe de eso, por eso, frente a un horizonte de crisis, acelera la impunidad con el fin de las causas. Nadie sabe cuál será el nivel de consolidación que puede tener esta gestión o las próximas en el poder si se desata una crisis sin precedentes. Hay riesgo de que su gestión sea víctima de esa crisis. Entonces, ¿cuál es su estrategia? Tratar de ocupar la mayor cantidad de espacios posibles en el manejo del aparato estatal.
-¿Cuáles son los riesgos?
-Para Alberto Fernández el riesgo que existe si se impone la radicalización es que pierda el apoyo de los sectores moderados que fueron cruciales para ganar las elecciones pasadas. Alejandro Vanoli ha sido un claro ejemplo de que el cristinismo quiso imponer sus nombres en cargos estratégicos. El ex presidente del Banco Central tenía la administración de la caja más grande el Estado. Era el sueño del pibe y le pusieron el sombrero por su inoperancia. Aquel 3 de abril (el día de las filas largas de jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales en plena cuarentena) lo sacó de la cancha. Frente a eso no había mucho que hacer y así cayó uno de los más leales a la presidenta del Senado. Por eso claramente ella quiere apuntalar a La Cámpora por si se da un escenario de confrontación contra Horacio Rodríguez Larreta.
-Pero en la conducción de la Anses, donde estaba Vanoli, se impuso otro nombre de La Cámpora.
-Fernanda Raverta, el reemplazo de Vanoli, es una clara muestra de la construcción de poder por parte de La Cámpora. La designación de una militante dura de la fuerza liderada por Máximo Kirchner fue ideal para asustar o poner nerviosa a la Argentina gorila.
-En el estado de cuarentena se pasó de una fase tres a una cuatro. ¿Cuál es la etapa que se le viene a la política argentina?
-La política está sin coordinación. Lo más riesgoso para el país son los mecanismos de política económica y cómo se desplegarán. No se sabe cuál será el efecto que tendrá el tipo de cambio, con una brecha de casi el 100% entre el blue y el oficial. Esto golpea a todos los sectores, a los negocios, a la actividad, con una caída del nivel de empleo.
-¿Puede darse en los mismos niveles que fines de 2001 o inicios de 2002?
-Depende de cuánto dure la cuarentena para evitar la propagación de la covid-19. Vemos algunos indicadores que son un espanto. Por ejemplo, el último de producción de automóviles, que ha sido nulo. No creo que sea necesario hacer una comparación con 2001-2002. En aquel momento, el mundo andaba bien, pero hoy la pandemia del coronavirus se ha convertido en un megaproblema. En 2002 saliste de la crisis por efecto del incremento del precio de los commodities. Ahora no existe eso. Hoy hay un gran compromiso por la situación de la deuda. Después de 20 años perdidos para empezar a ver algo de desarrollo en la Argentina, claramente estamos peor.
-¿Cree que la renegociación por la deuda dará sus frutos?
-Me animo a decir que soy un poco más optimista. Pero creo que la Argentina vuelve a mostrar una impericia notable al arrancar las negociaciones con una postura muy dura y ahora está prácticamente entregando aquella bandera y el gobierno terminará pagando mucho más de lo que quería abonar. Cantó envido, falta envido y ahora se fue al maso. Fue una negociación infantil con los acreedores, porque en esta partida de truco, amagó con poner el as de espada en la mesa y no tenía nada en la mano. La Argentina, en vez de actuar con la lógica, intentó imponer un modelo que no tenía antecedentes en el mundo y termina pagando un costo espectacular sin sentido. Es una situación penosa para la lógica de las negociaciones.
-¿Cómo termina esta historia?
-Un default volvería todo infinitamente peor de lo que hoy está. Por un espíritu de supervivencia, creo que el gobierno de Alberto Fernández no quiere defaultear, pero en vez de apelar a la forma razonable según los estándares internacionales, puso al ministro de Economía, Martín Guzmán, a probar fórmulas, a modo de ensayo, y ahora se le cayó el microscopio; se quemaron los papeles. En el fútbol, cuando tenés que pelear por el ascenso, un club busca el DT con cierta experiencia, que tenga capacidad para gritarle al árbitro, acomodar al equipo y ordenar la defensa. Creo que la culpa la tiene el propio Alberto, al darle tanto protagonismo a su ministro y no apelar a alguien con más espalda política. Tenemos chances para que no terminemos mal, pero es tan compleja la negociación...El final sigue siendo incierto, por más voluntad que haya entre ambas partes (Gobierno y bonistas) para evitar el default. Hay que ser prudentes. Pero está claro que perdimos mucho tiempo.
PARA LA CÁMPORA. Según Berensztein, Cristina trata de captar la mayor cantidad de espacios en el Estado. la gaceta / foto de Ines Quinteros Orio (arch