Historia y ficción en la “El libro de Letizia", de Liliana Bellone

Reseña del libro con el que la escritora salteña ganó un importante premio internacional.

10 Jun 2020
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Por Elisa Moyano

Entre las ocho novelas finalistas que aparecen en el fallo del jurado del VI Premio Internacional de Narrativa “Novelas Ejemplares”,. El  libro  de  Letizia (novela de Capri) de la escritora argentina (salteña) Liliana Bellone,  figura en honroso primer lugar.

El concurso, convocado por la Facultad de Letras de la Universidad Castilla la Mancha y Editorial Verbum de Madrid (España) en el año 2020, tuvo 532 participantes.

En el dictamen se encuentra la opinión de Abilio Estévez quien menciona cierta “ausencia de límites entre la narración y el ensayo”. La frase no deja de asombrarnos pues enuncia cierta hibridación discursiva que sorprende en el veredicto de un concurso de novela.  

 Sara Mañero dice que El  libro …  “aborda con destreza la metaliteratura”. Si esta última es  entendida como literatura que habla sobre la literatura podemos formular una primera hipótesis lecturológica: debe tratarse de una novela en la que sus personajes son escritores o críticos y en sus parlamentos está imbricada no sólo la literatura sino también la historia y/o la crítica literaria hasta un límite casi ensayístico.

Si bien la novela llegará a las librerías con suerte en septiembre y podremos disfrutarla en formato papel en ese momento, el haber realizado la lectura crítica de varios libros de Liliana me permitió acercarme a ella y solicitarle me habilitara para hacer una lectura “avant-première”.

“Hay que atreverse a leer esas líneas casi borradas, que emergen de los textos, con tesón, con el cerebro y el alma, con insistencia, y sobre todo con amor”. Liliana Bellone

Leído el paratexto, o sea lo que rodea al texto mismo, vemos una advertencia inicial “Si bien los personajes de este relato son reales, debe leerse el texto como ficción” y,  en las páginas siguientes, una dedicatoria “A la memoria de Letizia Cerio de Álvarez de Toledo, Elvira Orphée y Carlos Rafael Giordano” y varios epígrafes (frases de Cervantes, Sábato y Borges). Hacia el final encontramos el índice y advertimos que efectivamente a Letizia y a Elvira, personas de muy recordada existencia real, se les dedica sendos capítulos. Hay uno que habla de un “fichero supremo” atribuido a Salaverría. Se trata de un relato y un autor de cuya existencia dan cuenta algunas páginas web. Finalmente podemos observar que uno se denomina “Trabajo de lectores”. Acudimos a él  pues podía dar una clave de lectura de la novela. En efecto, después de citar poemas cuyo autor no se explicita, se lo reconoce por la forma de “escribir en palimsesto, segunda escritura, referencia a otros textos, literatura sobre la literatura”. O sea que, en ese capítulo hay una teoría de la escritura como lectura de otros textos y se valora el trabajo del lector al afirmar que “sin lectores el texto no existe”.  Se cita el párrafo final del cuento de Borges “Pierre Menard, autor del Quijote”  y se habla  de alguna de las obras de Julio Cortázar, insistiendo en la necesidad de que el lector sea capaz de producir otro texto y entonces, hemos tratado aquí  de  hacerlo y de mostrar algunas de “las líneas borradas” que,  mencionadas en la novela por el narrador elegido por Liliana, colocábamos como  epígrafe de este trabajo.

Leer El  libro  de  Letizia (novela de Capri) fue similar a la maravillosa experiencia de escuchar una sinfonía coral con sus movimientos, sus temas y sus variaciones. La idea de que la música y la literatura puedan organizarse de manera semejante no es arbitraria. Fue sugerida por el mismo  libro  ya que casi al final se habla de “la secuencia musical y evanescente de Rayuela”.

Si ya desde la segunda página se menciona el concepto de palimsesto, texto borrado e invisible que está debajo de todo texto según el teórico francés Gérard Genette, también nombrado, siendo muy explícitas las referencias a textos de Borges y al Quijote ¿sería esa novela de Cortázar el que lo habita?  Tal vez, porque en Rayuela se propone la necesidad de un lector activo que es imprescindible en El  libro… que nos ocupa.

 Pero si en aquel momento textual, se alude también al “rompecabezas de El libro de Manuel”, y las palabras de ese título se corresponden una a una con El  libro  de  Letizia ¿será éste el palimsesto que nos llama a hacer un armado (un escrito) definitivo sobre él?  Sabemos que las lecturas definitivas no existen y, en el caso de este libro en particular, al hacer gala su autora (de una manera un tanto borgiana) de su vasta erudición, las interpretaciones podrían seguir los hilos más diversos. Pensamos entonces que el verdaderamente borrado es 62 Modelo para armar (Cortázar, 1968) donde se aclara que “el armado a que se alude es de otra naturaleza”. Se refiere a “la opción del lector, montaje personal de los elementos del relato, […] en cada caso el libro que ha elegido leer”.

Vamos a hacer un armado posible del “rompecabezas” de El libro de Letizia.

Si asimilábamos la lectura de este texto a la experiencia de escuchar sinfonías corales en las que, a los instrumentos musicales de base, se agrega la voz humana, ¿cuáles son las que van incorporándose junto a la del narrador de la novela? Por dar aquí un sólo ejemplo pensemos en la incorporación en la primera página del poema “La rosa” tomado de Fervor de Buenos Aires, primer poemario de Jorge Luis Borges, autor al cual El libro… homenajea explícitamente.

En esos primeros párrafos el narrador enlaza la pasión de Umberto Eco por este escritor, manifiesta en El nombre de la rosa (su persecución de ciertas claves ocultas) con el borgiano acercamiento a todas las rosas célebres de la literatura. Aclara que todas esas elucubraciones fueron parte de su tesis sobre el ultraísmo y su fundador. Se detiene en las veces en que la condesa Álvarez de Toledo es evocada en los libros de Borges, en ciertos textos teóricos de Gerard Genette y en el apego de Elvira Orphée a la teoría del palimsesto. A partir de estas menciones podemos suponer que, si en las dedicatorias “a la memoria de Letizia Cerio de Álvarez de Toledo, Elvira Orphée  y Carlos Rafael Giordano”, el único no nombrado es este último, está siendo él el narrador-bricoleur que extrae elementos de diversos conjuntos y a partir de los que constituye uno nuevo en el cual ninguno de los viejos elementos reencontrará su función original. A su voz, que es la base de todo el entramado, van a ir uniéndose todas las otras: la de Elvira, en el capítulo en el que ese narrador protagonista dialoga con ella y le dice “Carlos”; la de Letizia, en el que transcurre en el  Palazzo Cerio; la de Ingrid, su mujer, en varios y diversos.

Sabemos por la autora que, en la Universidad Nacional de Salta de los ‘70, ella fue discípula de un profesor de ese nombre y que su historia fue novelada por ella en Fragmentos de siglo. En este texto, Giordano lleva el nombre de Ismael y se le atribuye la redacción de dos capítulos.

Si estas son las “voces” principales de la sinfonía coral, ¿a qué me refiero cuando digo que hay en ella movimientos, temas y variaciones?

Las ocho partes de El  libro… (“La rosa”, “Anna Letizia Fiammetta Elena Cerio”, “La sibila: Elvira Orphée”, “Trabajo de lectores”, “Odiseo”, “La biblioteca del Palazzo Cerio y el fichero supremo de Salaverría”, “Volver” y “Epílogo”) constituirían los movimientos. En cada uno de ellas aparecen, como en cuenta gotas, los grandes temas: las biografías de Carlos Giordano, de Letizia Cerio y de Elvira Orphée. En esas distintas partes, se habla de lo que constituirían las variaciones: quiénes fueron los antepasados y descendientes de todos ellos, sus amistades, sus parientes, sus amores, cuáles fueron sus tareas y básicamente su relación con el libro infinito, que había sido citado por Leticia en uno de los libros de Borges. Al hablar de las tareas del narrador (crítico literario y profesor de literatura argentina) y de las artistas Letizia Cerio (pintora y amiga personal de Borges y muchos otros miembros de su generación) y Elvira Orphée (estudiante de letras y escritora célebre emparentada con Victoria Ocampo), entra a tallar como tema la literatura argentina más canónica. Podríamos abordar capítulo por capítulo y mencionar en cada uno de ellos cuál es la variación que se produce de estos grandes temas, pero es necesario dejar de lado este “trabajo de lector” o mejor de lectura a quienes aborden El libro….

Vamos ahora la infinidad de voces que se entretejen (aparte de las del narrador, de Elvira, de Letizia o de Ingrid que dialogan con él en varios segmentos).

Decíamos que El libro… alude la noción teórica de palimsesto, y lo hace junto a las de urdimbre, trama, tela tomándolas como metáforas de texto cuyos preciosos hilos se entretejen, ¿cuáles serían (aparte del texto borrado e invisible del que hablábamos al comienzo) los hilos más visibles? Uno de ellos es la presencia de teorías (Gérard Genette al comienzo, Roland Barthes, más adelante, por dar dos ejemplos). Otro, y dado que los personajes son estudiosos o parte de ciertas generaciones literarias, es la fuerte impronta de la historiografía literaria latinoamericana y argentina y de la crítica escrita durante todo el siglo XX que hace mención a la vida intelectual y literaria propia de varios campos culturales europeos y americanos del siglo XX. La tercera y absolutamente poderosa es la presencia de textos literarios que se entrelazan. Nos detendremos en ellos ya que forman el meollo de El libro…, tanto a nivel de la historia narrada, como a nivel del discurso con el que se la narra. En cuarto lugar, podríamos mencionar la presencia de discursos como la política, las ciencias y las artes en general.

La búsqueda, hecha por el narrador protagonista, del libro infinito mencionado en la nota final de “La biblioteca de Babel” de Borges constituye la historia de la novela. Si la existencia de esa nota vuelve a reiterarse en varios capítulos es porque en todos va a producirse el rastreo y el final encuentro con el libro, momento de revelación que tanto Orphée como Giordano experimentarán en Capri, en la biblioteca del Palazzo Cerio. Ambos lo viven como una aparición (o una epifanía) a partir de la cual todo lo vivido en sus respectivas existencias vuelve a pasar ante sus ojos, como dicen que ocurre en el momento de la muerte.

El discurso que narra esta historia está mechado permanentemente con citas de poemas y textos narrativos diversos puestos ahí a través de la palabra de los distintos personajes que se muestran como grandes conocedores de la literatura.

Después de la cita textual del poema “La rosa”, señalada como todas ellas por el uso de la cursiva, encontramos esa marca en los títulos de ciertos libros de Borges, Eco, Lugones, Güiraldes, Proust, Virgilio, Dante, Cervantes, Joyce, Jensen, de Torre, Orphée, Morante, Woolf entre otros esparcidos por todo El libro…. También en las citas en prosa de la nota final de “La biblioteca de Babel”, de la enseñanza a los lectores que deja  el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote” y un fragmento de Los muertos de James Joyce.

Más hacia el final aparecen citas textuales de otro poema de Borges (puesto como epígrafe), uno de Oliverio Girondo y varios que Ingrid, valiéndose de la teoría del palimsesto, atribuye a una alumna de Giordano. Uno de ellos es con seguridad un poema de la propia Liliana Bellone, tomado del poemario La travesía del cuerpo (1992). Aparecen también tramos de una novela de la misma autora, Fragmentos de siglo (1999), uno de cuyos personajes es Ismael, nombre dado a Carlos Giordano en aquella novela. La historia de Elena Hossman, madre de Leticia, que con variaciones, aparece en varias partes, es condensación de En busca de Elena, novela que constituiría un primer tomo de la saga de la familia Cerio, siendo  El  libro  de  Letizia (novela de Capri), el segundo tomo.

Existe, como en otros libros de Liliana, la alusión permanente a obras clásicas. Mencionar a Elvira Orpée como la Sibila es una de ellas. Señalemos unas pocas. Indrid, evocada como Antígona y Eurídice, es “la de hermosa cabellera”, epíteto aplicado a Helena de Troya en La Odisea. El nombre de una parte de El  libro…  es el de su protagonista Odiseo ya que Capri es como “la tierra de las sienas” para el narrador protagonista.  

Los fragmentos, también textuales, de letras de tangos entrarían en el conjunto de las múltiples menciones a otras artes, entre las que figura la recuperación del folklore en la Argentina de los años ’40. En esa época, Leticia vive en Argentina con su madre, Elena Hossman, fotógrafa que realiza viajes por el NOA y que, anteriormente, había vivido en el Monte Veritá donde había estado también la bailarina Isadora Duncan, entre otros intelectuales y artistas. La mención a la colonialidad de la ciudad de Tucumán y su posterior afrancesamiento hace alusión a la arquitectura. La profesión de Letizia  y de Norah Borges, a la pintura y las amistades que Letizia y Elvira forjaron en Capri, al cine, ya que esa isla fue meca de directores y actores en los ’60.

Tanto la arqueología como la etnografía, la paleontología, la antropología  y la geología son mencionadas tanto  en los viajes de Elena Hossman como en las colecciones del Palazzo Cerio.

La historia de los avatares políticos que les tocó vivir a los protagonistas ocupa importante lugar. La Segunda Guerra Mundial, situación que llevó a Leticia a residir en Buenos Aires, es mencionada varias veces, así como la posición de Argentina en ese conflicto. También las persecuciones que la Triple A y la dictadura ejercieron sobre los ciudadanos argentinos, contingencia que tocó vivir a Giordano y a su mujer.

Hay también una alusión al retorno de la democracia y a la CONADEP, como texto en el que fueron puestas de manifiesto las arbitrariedades de la dictadura. En estos segmentos vemos que la autora logra un justo punto medio entre las posiciones extremas de una polémica (mencionada en la novela) entre David Viñas, embanderado en la literatura comprometida y el narrador que prefiere una literatura que se acerque más a lo misterioso.

Otro tanto ocurre con la llegada a nuestro país de escritores e intelectuales españoles perseguidos por Franco, similar a la que ocurrió en Tucumán gracias al crecimiento cultural y la “modernización” producidos por las riquezas que trajo a la provincia el florecimiento de los ingenios, episodios vividos por Elvira Orphée, quien conoció la existencia del movimiento “La carpa”.

A causa de los cruces entre estos discursos sociales (los textos teóricos, historiográficos,  críticos y literarios) y la ficción, algunos de los miembros del jurado vieron esa “ausencia de límites entre la narración y el ensayo” que señalábamos al comienzo.

Para finalizar y dado que los temas abordados (generaciones realmente existentes y autores registrados en las historias de la literatura, cuyos textos son a veces citados y podemos conseguir y leer) se produce una verdadera borradura de los límites entre lo registrado por la historiografía literaria y no literaria y la ficción. Sabemos que usar nombres de escritores que realmente han existido es una estrategia de verosimilización que en El  libro  de  Letizia convive con el absolutamente fantástico hallazgo del libro infinito, “aleph de papel” como se dice en algún momento; pero esa falta de límites entre fantasía y realidad ya estaba predicha en la advertencia inicial que mencionábamos “si bien los personajes de este relato son reales, debe leerse el texto como ficción” con la que cerramos nuestro provisorio armado del “rompecabezas”.

                                                                          

                                    

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Buenos Aires Argentina
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