A 20 años de la muerte de Rodrigo: el artista que impuso el cuarteto sin diferencia social
Un accidente terminó con la vida del cantante. Joven y exitoso, pudo llevar su música a Recoleta. El recuerdo de Gladys.
EN EL LUNA PARK. Desde el centro del ring, Rodrigo terminó de ganarse al gran público con 13 conciertos.
El dólar estaba uno a uno y gobernaba en el país Fernando de la Rúa. Boca Juniors le ganaba al Real Madrid con dos goles de Martín Palermo la Copa Intercontinental en Tokio. Unos meses antes, Julio Miranda se había acostado perdedor y levantado ganador en las elecciones frente a Ricardo Bussi.
Aunque no nos gustara, o poco o nada simpatizáramos, ¿quién no podía entonar temas como “Lo mejor del amor”, “Soy cordobés”, “El amor sobre toda diferencia social”, “Y voló”, “Cómo olvidarla” y “La mano de Dios”, entre otros?
En su mejor momento Rodrigo Bueno perdía la vida hace 20 años, y pasó a integrar el Club de los 27 (los cantantes fallecidos a esa edad), aunque no parecía “al palo” del rock. El Potro había alcanzado el pico de popularidad, llenaba estadios en todo el país y, por supuesto, el Luna Park, centro neurálgico del show en Buenos Aires.
“Llevó el cuarteto a lugares y a niveles sociales que nadie antes lo había logrado. Lo impuso como una moda”, responde Oscar Mazza a LA GACETA. “En algunas cosas sí marcó una era, pero aquí en Tucumán, con Sebastián, Gary y el Cuarteto Leo, ese género ya tenía un gran esplendor. Rodrigo era dueño de un gran magnetismo sobre el escenario”, describe el conductor de Elegidos, el programa de Telefé.
“Presenté a Rodrigo en 1997 o 1998, reemplazando a Pablo Campos. Y me apareció un tipo con caballera tupida, enrulada, con los faroles que tenía y botas texanas, con un gran taconeo. Pasaba el tipo y te detenías a mirarlo. Era muy galán”, evoca Mazza.
Gladys La Bomba es palabra autorizada, porque además fue su amiga. “Sí, si hay un antes y un después: sabemos que el rey es la Mona Jiménez, pero Rodrigo traspasó el cerco de Córdoba. Fue lo más, con su gran personalidad, un ser increíble”, lo recuerda.
Si algo le faltaba al ídolo era tener un final trágico: fue en un accidente automovilístico en una autopista, yendo de una actuación a otra. Con su desaparición salieron a la luz algunos detalles peligrosos del negocio: por ejemplo, las exigencias del mercado y de algunos empresarios y la demanda interminable del público, lo que hacía que en cada noche de trabajo tenían que multiplicarse en numerosas presentaciones.
En ese verano en la Costa Atlántica brindó 49 shows en tan solo nueve días. De vuelta, en Buenos Aires, concretó 13 conciertos durante 13 días consecutivos en el Luna Park. Unos años atrás algo similar le había ocurrido a Gilda, en Entre Ríos. Ambos tuvieron su película y sus clubes de fans repartidos en todo el país.
Rodrigo podía visitar a Diego Maradona en Cuba, o estar con Charly García y comportarse como un superstar. Uno de sus primeros éxitos fue la versión del “Himno del cucumelo” (1996), un tema del grupo Las Manos de Filippi.
Baile interminable
En eso que llaman carisma estuvo su poder para ser escuchado en la Recoleta en las grandes fiestas de jóvenes burgueses. Si finalmente, le cantaba elogios al amor sin diferencia social o a “La mano de Dios”. Las multitudes hacían pogos en las pistas.
Para Gladys, “hacía lo que él tenía ganas de hacer, no lo manejaba nadie. Fue un gran compositor, buen compañero, amoroso, un loco lindo”, abunda. La creadora de “La pollera amarilla” cuenta que compartió giras y aviones con El Potro. “Un día me abrigó con su saco de dibujos de Disney. Me maté bailando sus canciones siempre”, expresa.