Italia 90, un invierno argentino y un relato inolvidable
A 30 años del subcampeonato argentino en el Mundial de Italia, dos libros rescatan la sociedad argentina de entonces y dan cuenta de la incidencia que tiene el fútbol en el país. ¿Por qué recordamos con nostalgia ese campeonato mal jugado con una final perdida?
LEYENDA. “Maradona en una pierna, pero dándole ese pase maravilloso a Caniggia después de haber estado para el cachetazo contra Brasil, Goycochea sien
Por Alejandro Duchini
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
Suena raro, al menos, que un país en el que se suele denostar al segundo, por no decir al que no gana, los 30 años del subcampeonato en el Mundial de Italia 90 por parte del seleccionado argentino se hayan recordado como una gran gesta deportiva. Que lo fue, claro: aquel equipo dirigido por Carlos Bilardo, que tenía su base en el campeón del 86, en México, llegó a Italia con jugadores lesionados y avanzados en edades; además, en los amistosos y torneos previos había mostrado un pésimo nivel de juego cuya línea se continuó en el mismo Mundial. El tobillo hinchado de Diego Maradona, el cambio de década con Carlos Menem como presidente, un triunfo inmerecido pero memorable ante Brasil y las manos de Sergio Goycochea volvieron épica aquella historia que se transformó en leyenda. A eso se le suma el odio demostrado al seleccionado argentino en sus presentaciones. Se dio el cuadro perfecto para que, apelando a nuestro papel de perseguidos, aquello se vuelva legendario.
La publicación de dos libros -El último Mundial, de Cune Molinero y Alejandro Turner, e Italia 90-Una épica de lo imposible, de Pablo Alonso- y la larga lista de notas conmemorativas que se publicaron dan cuenta de que aquel Mundial quedó bien ubicado en la historia. El diario Página/12 fue tal vez el que más formalidad le dio al republicar textos de sus periodistas de entonces. Entre las firmas, Ezequiel Fernández Moores, Eduardo Galeano, Osvaldo Soriano, Miguel Briante, Umberto Eco, Eduardo “Tato” Pavlovsky, Juan Sasturain, Jorge Valdano, Miguel Rep, Juan José Panno, Marcos González Cezer y Daniel Lagares, como enviado especial.
Como éste es un espacio literario, vamos a ocuparnos de los libros mencionados. La de Molinero-Turner es una dupla de periodistas que la rompió hace unos años al publicar el extraordinario Atlas de camisetas. Comienzan su libro con la anécdota de un micro que no arranca y con los jugadores del seleccionado de Bilardo bajando a empujar. En ese inicio es notorio el cambio de los tiempos. “Hoy les mandarían un micro de reemplazo”, se ríen los autores al comparar.
LEYENDA. “Maradona en una pierna, pero dándole ese pase maravilloso a Caniggia después de haber estado para el cachetazo contra Brasil, Goycochea siendo el héroe en dos tandas de penales después de haber llegado como suplente. Por eso digo que era una épica de lo imposible”, explica Pablo Alonso.
“Hacer el Atlas de Camisetas del Fútbol Argentino nos entusiasmó y nos despertó las ganas de seguir haciendo libros. El fútbol es el tema que como amigos y compañeros de trabajo siempre nos convocaba en esas charlas que teníamos en nuestros ratos de ocio laboral, que no eran muchos pero que necesitábamos prolongar. Venimos de la televisión, no es nuestra principal actividad hacer libros. En ese contexto de búsqueda, charlando con los productores e investigadores periodísticos del equipo (por Sebastián González Gándara y Agustín Martínez), surgió Italia 90 como un tema ideal para dedicarle a un libro. Se conjugaba el recuerdo generacionalmente vívido de Alejandro y mío, más la curiosidad de Seba y Agustín (20 años menores), que sabían que había sido un Mundial extraordinario aunque no tenían tan claras las razones”, dice Cune Molinero en diálogo con LA GACETA Literaria.
“Del segundo nadie se acuerda”
“Una de las motivaciones para hacer este libro fue buscarle una respuesta a esa pregunta: ‘¿por qué se recuerda con tanto cariño y hasta con devoción a un equipo que salió subcampeón, que jugó bien un solo partido y que, para colmo, su director técnico pregonaba que del segundo ‘nadie se acuerda’?”, se pregunta Molinero. Los cuatro empezaron a trabajar en el libro a principios de 2018. “Fueron aproximadamente 20 meses de trabajo de diversa intensidad. Los últimos seis, casi frenéticos”, describe.
Para su compañero, Alejandro Turner, la pregunta era la misma. Y la respuesta, a lo Bob Dylan, flotaba en el viento. “Nuestra respuesta está en el libro. Los motivos son varios. El primero es que el corazón de ese grupo ya había salido campeón jugando de una manera brillante. Entonces no tenían una deuda con el hincha. El segundo está en cómo se dio el Mundial. Porque en los partidos previos se jugó mal. El equipo estuvo un año sin hacer goles. Muchos de los jugadores que Bilardo quería convocar se vendían. Había lesionados. De entrada era un proyecto signado por la dificultad. Se sumaron en el Mundial lesiones, fallos arbitrales polémicos en contra y aquello del tobillo roto de Maradona. Porque él no llegó al Mundial con el tobillo así. Se lo rompieron en el primer partido, con Camerún. Maradona recibía entre 10 y 11 lesiones por partido. Además había un clima de visitante permanente. Esas cuestiones construyeron un relato de épica que con el fútbol marida muy bien”.
De eso, Turner analiza que “había entonces una cuestión de que nos odiaban porque éramos campeones, de que nos odiaban por Maradona. Ese relato, muy atractivo e intenso en ese momento, evidentemente 30 años después lo sigue siendo”.
“Teníamos a Maradona, un líder indiscutido dentro y fuera de la cancha, y a un equipo que venía de ser campeón del mundo. La cuota de gloria ya la tenían y a nivel de cariño popular no se los discutía. Supieron reponerse de las adversidades y dificultades. La hostilidad manifiesta de gran parte del periodismo y del público italiano contra Maradona, el estoicismo y la garra de Diego para soportar esas circunstancias y las lesiones en el tobillo y una uña, la angustia de vivir al límite a partir de la derrota inicial. El público y sus compañeros querían que Diego les ganara a los italianos y a sus detractores”, enlista luego Molinero.
La música
Dicen que Un verano italiano (Un’ state italiana) fue la canción más linda de un Mundial. Quienes fuimos jóvenes en 1990 hoy solemos recordarla de una manera especial. Porque además se convirtió en la música de nuestra juventud en un invierno argentino en el que el mismo fútbol argentino se volvía televisivo. Además, estaba aún la palpable conmoción por la salida de Raúl Alfonsín de la presidencia y los nuevos tiempos que marcaba Menem. En ese Mundial casi que se terminaban los 80. “Esa canción logró colarse en el imaginario argentino que es, claramente, la canción del Mundial. Hasta la ponen en algunos casamientos”, dice Molinero. Y sobre la situación social: “Veníamos de una crisis económica muy profunda que aún afectaba a la gran mayoría del pueblo. Lo que se venía se intuía aún peor pero había una cuota de esperanza y de necesidad de creer en que se podía salir adelante. La multitud que recibió a ese equipo quizás demuestre en parte eso”.
En esos cambios sociales hace también hincapié Pablo Alonso con su Italia 90 - Una épica de lo imposible. 300 páginas con entrevistas a jugadores y allegados a la historia. Además, material de archivo. Alonso nos recuerda el comienzo de la época menemista y de Fútbol de Primera. Y recuerda el peso de la revista El Gráfico que vendía casi 700.000 ejemplares por semana. “Es inusual que un subcampeonato genere esa sensación de ‘Héroes igual’, como tituló su tapa El Gráfico. Hasta Bilardo tuvo que hacer una excepción en su política de ‘el segundo es el mejor de los peores’ al ver el recibimiento que tuvo en Buenos Aires, aunque, en frío y con el tiempo, decía que la gente casi no le mencionaba Italia 90, lo que reafirmaría su postura original. Creo que el impacto de Italia 90 en nuestro país se debió a motivos en su mayoría extrafutbolísticos”, dice Alonso, en diálogo con este diario.
“Maradona en una pierna, pero dándole ese pase maravilloso a Caniggia después de haber estado para el cachetazo contra Brasil, Goycochea siendo el héroe en dos tandas de penales después de haber llegado como suplente; la polémica del penal en la final, donde todos los que salieron a gritar ‘mano negra’ olvidaron ‘la otra mano de Dios’ de Maradona contra la URSS; ni hablar de que entonces ningún medio se tomaba en serio las denuncias de Branco sobre agua envenenada porque nadie creía que Bilardo se animaría a tanto. Pasamos de ronda casi por la ventana y llegamos a la final después de eliminar a Brasil y al anfitrión para reeditar la final del 86 frente al mejor equipo del Mundial. Por eso digo que era una épica de lo imposible”, contesta Alonso acerca del título de su libro.
La idea de escribirlo le surgió durante el Mundial de Rusia, escuchando la ya simbólica Un’estate italiana. “También hay una cuestión generacional, porque Italia 90 fue el primer Mundial que seguí activamente. Pero jamás había idealizado el nivel futbolístico de esa selección. Me pareció que ahí había una historia para contar, teniendo en cuenta que el contexto del 90 era completamente distinto al de los mundiales posteriores: pocos medios, sin cable ni Internet, menemismo naciente”.
“Hay algo con el fútbol que cambia mucho desde ahí. También hay un poco de nostalgia por ese fútbol”, reflexiona Turner sobre el final de la charla: “Muchos de esos jugadores jugaron gran tiempo en Argentina. Los vimos en la cancha. Incluso Maradona, el caso más extremo, había jugado en Argentinos y Boca. Entonces es un cambio grande respecto de otras selecciones que vinieron después. La de Brasil en 2014 estuvo más cerca de ganar la final, pero a la figura, Messi, la vimos muy poco acá. Son jugadores a los que vemos por televisión. El fútbol cambió un montón. Hay una añoranza de ese tipo de fútbol, de ese tipo de jugador un poco más parecido o cercano al hombre común”.
Entonces Turner repite la anécdota de los jugadores de Bilardo empujando al micro que no arranca. “Ese tipo de historias hacen que añoremos ese Mundial. Porque era otro mundo... y porque éramos más jóvenes”.
© LA GACETA
Alejandro Duchini - Periodista. Colaborador de Perfil y Página/12.