La soledad de Messi tras la eliminación por goleada en la "Champions League"
El futbolista argentino sabe que está en un equipo que va en caída libre.
ABATIDO. Messi generó peligro al principio, pero la presión del Bayern lo anuló. ¿Su futuro seguirá estando en Barcelona? reuters
Durante mucho tiempo Lionel Messi afrontó los sinsabores en la Selección Argentina en el confortable refugio de Barcelona. Pero ahora parece que el destino le reservó el inusual desafío de vivir el tobogán de su equipo en un terreno yermo.
Desde luego que la hiriente bofetada de ayer, en Lisboa, no representó la primera recibida por un Barsa que llevaba unas cuantas hojas de almanaque sin ostentar la condición de buque insignia del fútbol de élite. Sin embargo, quedó claro, para entendedores, legos y despistados, que la máquina bávara sinceró de la manera más cruel la blanca fragilidad de un muñeco de nieve.
Que eso y no otra cosa fue perfilándose año a año, temporada a temporada, en un club cuya dirigencia llenó todos y cada uno de los casilleros que atañen a la destrucción masiva: desgobierno financiero, dislates en los mercados de pases y manotazos de tómbola en la elección de los directores técnicos.
Las pocas costumbres
La vara del Barcelona es más alta, la vara de Messi es más alta y de ahí que incluso antes del desenlace del campeonato oficial perdido a manos del sprint del Real Madrid, el propio rosarino haya soltado un diagnóstico reñido con la lejana etiqueta del muchacho retraído, incapaz de decir esta boca es mía: “Así como estamos no podemos ganar la Champions”.
Messi está acostumbrado a que se le cuenten las costillas por no haber resuelto solito y solo la victoriosa salida de instancias a las que sin su concurso no se habría llegado. A lo que no está acostumbrado, ni por asomo, es a jugar en un equipo en caída libre, sin reflejos, sin timón y así de ninguneado en las canchas donde se cuecen las habas más nutricias para la autoestima y más urgidas por las vitrinas.
La edad
También, por curioso que sea el sólo hecho de mencionarlo, ya superó la barrera de los 33 años, lo cual tal vez sea insuficiente para encuadrarlo en la categoría del futbolista otoñal, pero no para deducir que en las cuatro próximas semanas, las que precederán el comienzo de una nueva temporada, se dispondrán sobre el tapete las cartas que deberían mover el amperímetro de su motivación.