La materia que funda el oficio de escribir

Un poema de Gabriel Gómez Saavedra, ilustrado por Russo.

30 Ago 2020
1

Gabriel Gómez Saavedra elige el poema en prosa a fin de reinventar la ciudad en la literatura tucumana. No hay en su escritura figuraciones de tierra pródiga ni las tentadoras lamentaciones del paraíso perdido, en tanto la ciudad, al ser poetizada, se vuelve menos real mientras uno más se acerca a ella. Sin embargo, el poeta ofrece una visión en la que el distanciamiento es clave para nombrar con justeza lo visto, desde una óptica alejada de voces estentóreas, de tonos celebratorios o de la crítica sustentada en el lugar común. Las calles y sus habitantes o ciertos hechos notables se perciben, tal vez, con una lente sutil, con cierta ajenidad de la propia lengua que se enaltece en la escritura poética.

Charles Baudelaire, influido por Aloysius Bertrand con su “Gaspar de la Nuit” (1842), intentaba relacionar poesía y artes visuales. Bertrand escribió poemas inspirados en pinturas de la vida antigua; Baudelaire, en cambio, se proponía aplicar el método a la vida moderna. Sus “Pequeños poemas en prosa” (1869) aspiraban a ser espejo del mundo contemporáneo, tan complejo y fascinante a la vez. De sus innovaciones, la más significativa fue transformar el poema en prosa en un medio efectivo para comunicar las experiencias, muchas veces, dolorosas e inevitables del poeta en la sociedad moderna.

Este cauce, heredado de los franceses y frecuentado por numerosos escritores argentinos, es el que retoma el poeta tucumano instaurando el diálogo con la poesía del presente. El gesto se evidencia en epígrafes, en dedicatorias que rinden homenaje a poetas de nuestra región y revelan un exhaustivo conocimiento de sus valiosas poéticas.

Esplendor y sombras

El poema que nos ocupa tiene por epígrafe dos versos de la bellísima “Elegía” de Juan José Hernández, cuyo motivo principal es un aguacero que conduce, desde la lejanía temporal y espacial, a la evocación nostálgica de Tucumán con su esplendor y sus sombras hasta llegar al recuerdo de la madre.

La tormenta y el pavor por el rayo son el disparador del actual poema, que es continuidad de escritura y pequeño espejo del otro, orientado a rendir tributo a los orígenes familiares -en la figura de la abuela- y al poeta que le precede.

La lluvia torrencial y el tan temido rayo se fusionan en la materia sensible que funda el oficio de escribir, forjado con la obsesión de los insectos que giran alrededor de la luz hasta morir de cansancio.

Comentarios