La poesía y el mundo natural: Diálogo con Miriam Fuentes
El desempleo, la pobreza, la marginación son también referentes de esta poesía que suena como un aullido, como una voz ritual, franca y a la vez entusiasta.
Raquel Guzmán (*)
De lagartos tatuados y pájaros de mango (1996) es el hermoso título de un poemario de Miriam Fuentes, Premio Walter Adet de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta. El poema que da título al libro dice: Si pudieses ver / estos empecinados Si pudieses ver estos empecinados árboles al verde/ donde musican todos prolíficos manchados / de intensos brillos blancos./ Predicen calurosa la mañana / desesperada de sed, la vida / rasga la guitarra.// Si pudieses ver una sola rama de lapacho en flor / desalmada expuesta al escándalo./ El desnudo sería disidente.// Si estuvieses aquí / la suerte estaría más cerca/ sometida a esta luz/ del cinturón del aire,/ del cerro aliento a incienso.// Y de favor la noche/ no te cuento la noche. Aflora así la ebullición de la naturaleza y de la palabra, del cuerpo y de la escritura, de la vida y de las imágenes. Dos líneas convergen en este libro –feminismo y ecodiscurso- y nos remiten a la poesía de Gloria Gervitz o Ida Vitale, generando una obra siempre abierta a nuevas lecturas. Conversamos con Miriam Fuentes y ella nos decía:
-Que gusto que elijas este libro, con poemas escritos alrededor de los años 90, por ese entonces yo vivía en Vespucio. Habíamos formado en Tartagal un grupo totalmente dispar sostenido por la poesía, y en el año 92 publicamos Umbrales un libro muy sencillo con pocos poemas de cada integrante. ¡Con la primera publicación y el libro en la mano una se agarra la cabeza! Mi camino literario arranca en mi ciudad Las Flores (BsAs), durante el secundario, nuestra profesora -Nieves Alonso- fue quien nos incubó, mantuvo la temperatura y nos gestó el gusto por las palabras. Al llegar al Norte, comencé la carrera de Letras y tuve a una profesora -Rosa Travaini- que me acercaba los libros y encendía la hoguera. La vida me fue llevando por muchos lugares y abandoné mundos pero nunca deje de tener palabras en la yica.
Percibo en este libro imágenes de mujeres, cuerpos femeninos, poemas como "Tan líricas como las otras", incluso el epígrafe de Rosa Machado, donde el mundo de la mujer se hace ostensible. ¿Cómo fuiste delineando este perfil en el poemario
-La naturaleza y la mujer, siempre han poblado mi poesía, quizá es porque a nadie conozco y desconozco tanto como a mí misma. Me gusta el decir y discurrir de las mujeres, tienen otra fuerza o lo hacen desde un cuerpo distinto que lucha de otro modo. Siento que sus palabras las distinguen y sus voces han marcado y modificado la historia. Registro desde pequeña, las nanas y la oralidad de los cuentos de mi madre, que perduran como nidos, y es quizás, que busco esas voces en mis días. Esa elección que hago de literatura de mujeres, no es inteligencia, lo mío es instinto. En una época, fui alfabetizadora en YPF, y daba clases en una pequeña biblioteca. Mientras los alumnos estaban en sus tareas yo leía un único libro de poesías, ahí por primera vez leí a Kuki Leonardi y a Rosa Machado.
-¿Cómo ingresa la naturaleza en tu poesía? ¿experiencia, lecturas, observaciones?
-Desde niña la naturaleza me acompañó. Con 18 años, me desamparé del horizonte y la llanura y fui a vivir al trópico encendido. Disfrutaba lo desconocido: los dulces olores de las frutas, los cerros humosos, las calles florecidas de lapachos y jacarandás. Las misiones indígenas polvorientas fuera de la ciudad, la habilidad de las manos para trabajar el barro y los tejidos en chaguar. El calor que subía por las piernas y la humedad que dejaban las tormentas, las siestas aturdidas de coyuyos, y lagartijas asustadizas, tras los insectos. Las comidas picantes de frontera, y la lluvia que se llevaba todo. Desde mi ventana veía en julio una reunión de tucanes, estaban en su territorio de árboles picoteando vainas de algarrobos. Mis primeros poemas estaban impregnados ese mundo. Cargados de esa geografía de trópico, eran producto de lo vivido y observado, de esa temperatura que estremecía la piel.
De lagartos tatuados y pájaros de mango construye la imagen de un mundo dinámico, en constante transformación, recogiendo las mutaciones de la vida y el deseo. Pájaros, árboles, ratas, mariposas y moscas son imágenes reconfiguradas en asociaciones sorpresivas. La voluptuosidad y el hedonismo saturan el texto pero no ocultan la soledad del yo, una entidad en transformación permanente a través del tatuaje, el disfraz o el pelo teñido que hablan de fragmentación y búsquedas. La presencia reiterada de la lluvia distorsiona y pegotea ese compacto mundo de tensiones. El desempleo, la pobreza, la marginación son también referentes de esta poesía que suena como un aullido, como una voz ritual, franca y a la vez entusiasta. Nuestra autora publicó también Las bestias del arco iris (1998), La giralda (2000), Al ojo de un cormorán (2005), Barco, travesía y puerto (2011) obras que consolidan la imagen del cuerpo como un territorio donde se inscribe la fuerza del mundo natural.
(*) Doctora en Letras. Directora del Proyecto Relevamiento crítico de la literatura del Noa (1983-2016) del CIUNSa. [email protected]