El atroz encanto de lo breve
En esta columna de Raquel Guzmán habita la poesía minimalista. "No se trata sólo de brevedad, sino también de quitar del lenguaje el sentimentalismo y la adjetivación", dice.
Por Raquel Guzmán (*)
La pandemia, el aislamiento, la soledad, han puesto sobre la mesa un antiguo interrogante acerca de la importancia de los objetos en la vida humana. Una ética y estética del exceso, la exuberancia, el desborde como un vértice, hacia otro de lo pequeño, lo mínimo, la perspectiva del detalle. Cada época fue dando sus respuestas. La estética del minimalismo, de raíces en el pensamiento oriental, buscó –a mediados de los ’60- un arte de lo literal, sin símbolos ni ilusiones de realidad, la obra debía crear un impacto visual inmediato. El artista no explica el mundo, sino que lo pone delante de los ojos y lo hace con formas simples, colores puros y formas geométricas. Esta tendencia, iniciada en las artes plásticas fue avanzando hacia la escultura, el teatro, el cine y también la literatura. No se trata sólo de brevedad, sino también de quitar del lenguaje el sentimentalismo y la adjetivación.
Yo soy, no más, un corrector de pruebas.
No dije nunca nada de mí mismo
porque desconocía los acentos
que caen en mis vértebras profundas.
(Jacobo Regen, “Corrector” en El vendedor de tierra, 1981)
Estas formas despojadas, de pocas líneas, se ocupan sobre todo de la vida en las ciudades, son una crítica al consumismo, y transforman al poema en un escenario donde se cruzan distintos modos de representación. El minimalismo fue abriéndose en múltiples formas, como la poesía objetiva, de carácter impersonal, distante, neutra, que busca desplazar al sujeto del centro del poema y dejar allí al lenguaje como una marca, como una huella:
Si
no florece,
es puñalada.
(Ernesto Aguirre, “Estaca de madera” en El concierto de Abran Juez, 2007)
Se trata también de poemas donde aparece lo cotidiano o lo vulgar en procesos de despersonalización:
Este baño es el sumum de la yeta
(Meliza Ortiz, “(VERSO SUELTO A PEDIDO)” en Poemas para sacármelos de encima)
En 2005, Francisco Romano Pérez publicó Signos en tránsito una antología poética donde recoge poemas de nueve libros anteriores, publicados entre 1996 y 2005. Muchos de estos poemas se corresponden con formas mínimas, parpadeos, destellos desde los cuales se ve la naturaleza –plantas, flores, lluvia, ocasos, amaneceres- los momentos de éxtasis, de tensión, de dolor, o los instantes en que se vislumbran los grandes interrogantes de la vida
brota un paisaje de sus manos
la mujer de la colina
trae jazmines (129)
El poeta recurre a la pintura, la danza, la literatura de distintas épocas y lugares para encontrar esos detalles ínfimos con los que irá construyendo su poesía.
sueño luciérnagas
despierto en el fulgor
de la herida (131)
La experiencia personal se tamiza en un lenguaje en el que se cree, pero del que también se duda, en ese movimiento de incertidumbre la palabra sale en voz baja buscando generar un acercamiento afectuoso con el lector:
desde el olvido
mírame brevemente
quiero encontrar el poema (50)
En Una (2005) de Susana Quiroga la brevedad aflora desde el título. Diez apartados diseñan las múltiples caras de esa “Una” y en breves poemas se muestra el cuerpo, sus dolores, sus fatigas, sus heridas:
nunca supe limpiar espejos
no quiero ver
esos gestos (119)
Una referencia fundamental en el desarrollo del poema breve es el haiku. Su origen se asocia a la pintura y la caligrafía china, Enrique Servín lo caracteriza como un “tipo de canto pequeño que puede decir muchas cosas importantes con pocas palabras”. A diferencia de otras formas breves el haiku es muy dúctil y tiene gran permeabilidad para incorporar temas, imágenes y reflexiones de otras culturas lo que lo convierte en una “vía poética” por la que han circulado poetas de diferentes lugares. Más allá de su estructura clásica que combina versos de cinco y siete sílabas, lo que privilegia el haiku es la posibilidad de captar el instante, lo fugaz, de las cosas, la naturaleza o también de pensamientos y reflexiones. En ese sentido se conecta con la fotografía ya que coinciden en aguzar los sentidos para percibir los momentos potentes de la vida.
flores amarillas
bocas de la llanura
donde cabalga el sol
(Nélida Cañas “Silvestres” en El libro de las flores, 2014)
Micropoemas, micropoesía, minipoemas, poemas mínimos son las diversas formas con las que la poesía busca captar el instante, como un modo de retener el tiempo o como un camino para identificar lo importante del mundo. En tiempos de aceleración virtual este modo de escribir y de leer seduce y encanta.
(*) Doctora en Letras. Directora del Proyecto de investigación De la Democracia al Bicentenario. Relevamiento crítico de la literatura del Noa(1983-2016) del Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta.