Su fe los unió y los mantiene fuertes
A la familia tucumana Molla Ovejero le sobran motivos para, todos los sábados, agradecer y servir a la Virgen del Cerro.
La familia tucumana Molla Ovejero es servidora en el cerro de Tres Cerritos donde cientos de fieles veneran a la Inmaculada Madre del Corazón Eucarístico de Jesús. Todos los fines de semana viajan desde Tucumán para estar a disposición de quienes necesiten su ayuda en un gesto de agradecimiento por una serie de acontecimientos que, según relatan, superaron gracias a la Virgen.
Con su pequeño hijo, José María, en brazos, Karina Ovejero cuenta que con su esposo, Federico Molla, visitaron por primera vez el cerro antes de casarse. Jamás dejaron de hacerlo porque le sobran motivos para entregarse y darle las gracias a la virgen.
“Perdí mi primer embarazo y aunque no sabían que me pasaba, los médicos me dijeron que no iba a poder tener hijos. Pese a ese diagnóstico venía al cerro todos los sábados con la tristeza como mamá de haber perdido un bebé y de saber q no iba a poder tener otro pero confiada en la voluntad de Dios”, relata Karina.
Pese a los pronósticos negativos, Federico y Karina siguieron buscando un hijo. En el medio, ella tuvo dos accidentes cerebro vasculares isquémicos, y salió adelante. “Los médicos no podían creer que me haya recuperado pero yo siempre les decía que era obra de la Virgen”, agrega.
Finalmente quedó embarazada asumiendo los riesgos y tras 35 semanas de espera nació José María. “Fue un embarazo con muchos controles e inyecciones, incluso llegué a tener pérdidas. Recuerdo que subía al cerro con perdidas y bajaba sin nada”, relata Karina.
Llegada de su hijo los puso a prueba nuevamente. “José María tiene síndrome de down. Cuando lo supimos nos angustiamos mucho porque no estábamos preparados para esta noticia, y tampoco sabíamos de qué se trataba pero con el tiempo nos tranquilizamos porque entendimos que es un ser muy especial”, destaca Federico.
Cuando el bebé tenía 19 días, Federico tuvo un grave accidente en moto. “Tenía coágulos en la cabeza y teníamos que esperar que sobreviva seis horas para poder operarlo. En ese momento le pregunté al médico cual era la zona de la cabeza que estaba afectada, entonces saque una estampida de la Inmaculada Madre del Corazón Eucarístico de Jesús, se la coloque en ese lugar y comencé a rezar. A los 20 días, los coágulos se disolvieron”, concluye la mujer.
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