38 años esperando justicia: “el dolor sigue, pero esto es un alivio”

Amelia Sánchez celebró la sentencia para los genocidas que desaparecieron a su hijo, Mario Monasterio, cuando tenía apenas 24 años. La herida no cicatriza.

30 Sep 2014
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ESPERANZA. A sus 83 años, Amelia Sánchez exige saber qué hicieron con su hijo. FOTO LA GACETA

Todavía no se sabe qué hicieron con su cuerpo. Mario Monasterio fue desaparecido por un grupo de tareas –integrado por funcionarios municipales, provinciales y nacionales- el 28 de enero de 1976. Era empleado de Tribunales en Metán, músico compositor y simpatizante de la Juventud Peronista.

Su madre, Amelia Sánchez, tiene 83 años y ayer se emocionó cuando el Tribunal Oral Federal 1 sentenció a cadena perpetua a quienes fueron responsables del secuestro de su hijo: Carlos Alberto Mulhall, ex jefe del Ejército en Salta durante la dictadura; Raúl Miguel Gentil, jefe de la Policía Provincial, Andrés del Valle Soraire, ex jefe de la “Guardia del Monte” y Rafael Perelló, ex comisario de Metán.

Monasterio tenía apenas 24 años cuando lo secuestraron. Pasaron casi cuatro décadas y su madre lo recuerda con mucha lucidez: “estoy orgullosa de mi hijo por lo que ha sido. Yo le enseñé a ser solidario, buen compañero, buen amigo… era un chico que fue abanderado, el mejor alumno y mejor compañero”.

En diálogo con LA GACETA, dijo que vivió la etapa final de la Causa Metán “con cierto alivio”, porque –“aunque el dolor sigue”- al menos la sentencia contra los genocidas “significó un alivio”.

Entre los familiares de Monasterio, su prima Eva Sánchez fue una de las militantes más activas durante el desarrollo de la causa que investigó los delitos de la dictadura en el sur provincial.

“Obviamente la reparación no es total porque necesitamos saber qué es lo que pasó, qué es lo que hicieron con nuestros seres queridos”, dijo en diálogo con LA GACETA, pero dejó en claro que la lucha no termina: “seguimos luchando para que nos digan dónde están”.

Tanto Eva Sánchez como la madre de Monasterio coincidieron en el sentimiento que les generó la sentencia: “no estamos felices, estamos aliviadas. Es reparar un poco el dolor”.

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