Ceci Tsukino: "todos deberían hacer cosplay alguna vez”
Dos salteñas cuentan por qué son cosplayers y cómo fue introducir esta práctica ligada al animé en Salta.
Llegaron a la redacción de LA GACETA y fue difícil identificarlas: sin el disfraz no parecían ellas. A Micaela Salgado la delataba un tatuaje en su brazo de la princesa Zelda; pero en Cecilia Escribas no había nada que hiciera evidente su gran pasión.
Salgado estudió Comunicaciones Sociales, es diseñadora de modas y trabaja en una oficina de seguros. Escribas es diseñadora de interiores, y cumple labores en un catering familiar y también en algo relacionado a planos de higiene y seguridad. Esa es la fachada. La fachada que pone el pan sobre la mesa. Porque ellas son, antes que nada, cosplayers: personas que confeccionan trajes, encuentran pelucas que traen desde otros continentes y preparan minuciosamente maquillajes, todo para convertirse en una réplica perfecta de un personaje de manga, animé o videojuego.
El último Dimensión Comic, al que acudieron más de 2.000 personas, probó que ser cosplayer es una tendencia: cada vez más salteños dejan aflorar el friki que tienen oculto. Y estas dos chicas son algunas de las máximas representes de esta expresión artística en la provincia.
Más allá de las apariencias
Micaela (Miky) Salgado fue la que dio el primer paso en 2008, cuando tenía 19 años. Dice que a ella le gustaba mucho y para difundirlo, como nadie se animaba, empezaron a hacer en los eventos algo que se llamaba cosplay-dedo-gordo: en las proyecciones y karaokes los chicos empezaban a hacer títeres de personajes de animé con el dedo gordo. La primera vez que se disfrazó fue tras ver a una cosplay por internet, luego le pidió a una tía que cosía que armara el traje y también ella probó con la máquina de coser y además recibió la ayuda de una vecina. “Comencé a hacer trajes y me teñía el pelo y me maquillaba y de a poco empecé a coser más, estudié diseño de moda”, dice y añade con orgullo que los trajes que usa ahora son 100% confeccionados por ella.
Cecilia Escribas prefiere que la llamen por su nombre de Face: Cecy Tsukino. Ella comenzó hace dos años a raíz de un gran fanatismo que tiene por Sailor Moon. “Me dije que no iba a dejar pasar por lo menos un evento sin hacer un cosplay de Sailor Moon y me lo mandé a hacer y después seguí. Es muy adictivo, necesité hacer más”, dice.
Ser cosplayer demanda tiempo y plata. “El cosplay con el que gané el año pasado fue un cosplay totalmente confeccionado por mí, interviniendo tela, compré la peluca y los lentes de contacto y me debe haber costado en total $ 800 y la confección me tomó casi un mes”, cuenta Salgado. Tsukino llegó a gastar unos mil pesos.
Cuando se les pregunta si sus padres dicen algo por ser cosplayers Tsukino responde: “ya estamos grandes para que nuestros padres nos digan algo”. Ambas tienen 25 años y trabajan y siempre contaron con el apoyo de quienes las rodearon. “ Mi hermano y yo siempre fuimos los raritos de la familia. No les podía sorprender nada que viniera de nosotros, así que no hubo problema. Cuando vivía con mi mamá me ayudaba”, dice Salgado. En la casa de Tsukino lo vieron como una expresión artística y también la apoyaron.
Pese a la relación tan estrecha con el manga y el comic, ninguna dibuja. Miky lo hizo en el secundario y pasó por un taller de comic, pero cree que el diseño de moda la influyó tanto que cuando dibuja tiene vicios del figurín de moda y la ropa encima. Lo que sí hace son “fanfictions”: arma historias basadas en algún universo o con personajes que ya están vigentes. Son comics alternativos: toma personajes ya existentes de un manga y construye otro guión. “Es más que nada para meter la cabeza en otro mundo”, dice. Ceci sostiene que a ella le gusta dibujar pero prefiero verlo.
Orgullo friki
El crecimiento de la cultura animé en Salta se explica en parte por la militancia de los primeros fanáticos; pero también a otros factores. “Creo que la gente grande se acerca porque le gustaba alguna serie y los chicos, el animé, el dibujo. Además el cosplay es muy divertido, yo creo que todos deberían hacer cosplay alguna vez”, dice Ceci Tsukino.
Para Salgado, internet cumplió un papel fundamental para este cambio. “Yo lo atribuyo un poco a las redes sociales, esto de que te gusta algo y que de repente vas encontrando gente que le gusta lo mismo y podés hablar, podés interactuar, intercambiar material”, dice.
Las cosplayers a su manera muestran una anomalía dentro de la salteñidad. Mientras algunos se visten de gauchos para honrar la tradición, ellas, ya sea cuando encarnan a una heroína de comic o a una princesa de playstation, muestran el dinamismo de la cultura, la forma que tiene una sociedad de absorber influencias para seguir viva.