En Orán contratan sicarios de otras provincias para "ajustar cuentas" y la violencia no cesa
En 12 capítulos te contamos cómo dos bandas narcos se disputan el territorio en la ciudad norteña. Un cuento de nunca acabar.
Póngase cómodo. Siéntese en un buen sillón. Si quiere, prepárese una picada o cébese unos mates e imagine que está por disfrutar de una serie de Netflix sobre narcotráfico. La Justicia salteña sospecha que tucumanos fueron contratados como sicarios por narcos de Orán, ciudad que se está desangrando por una pelea territorial entre dos bandas para acabar con la vida de un enemigo. Los nombres de los acusados, que casi no dejaron pistas en cada uno de los homicidios que habrían cometido, se mantienen en la mayor de las reservas. Estos son algunos detalles de una historia que tiene ribetes cinematográficos.
Capítulo I: Una llamada con un celular que se hizo desde una celda
Los reclusos del penal de Güemes, donde son alojados los detenidos con causas federales y las personas que son consideradas peligrosas por las autoridades salteñas, ya habían comido. Uno de ellos, con autorización de sus custodios, tomó un celular y llamó a otro que se encontraba en libertad. Según consta en el expediente, el 24 de abril le comentó que tenía un trabajo para realizar. No dio mayores detalles; simplemente le contó que tenía todos los datos necesarios para que realice la tarea en Orán. Del otro lado, le aseguraron que podían reclutar gente en Tucumán o bien buscar en Jujuy al yerno de una mujer que tenía antecedentes por “meter ganchos en las carteras” y que también es oriundo de esta provincia.
Capítulo II: Una ciudad encantadora con altos niveles de violencia
Desde hace años que Orán se transformó en una de las localidades fronterizas más calientes del país. Por allí pasa el grueso de la mercadería ilegal que ingresa desde Bolivia y que luego es distribuida a distintos puntos del país. También es una de las puertas de ingreso de la cocaína principalmente, aunque en los últimos tiempos también se secuestró marihuana. El desarrollo del narcotráfico está acompañado por una escalada de violencia. En una ciudad donde todos se conocen, conseguir un sicario no es fácil. Por ello, los narcos prefieren buscarlos en otros lares para no levantar sospechas.
Capítulo III: El primer ataque que sacudió la paz de toda Orán
Cinco días después de haberse producido esa charla en el penal, en la calurosa noche del 29 de abril, Adrián Ricardo Gerónimo fue emboscado por dos hombres que le dispararon al menos 10 veces. Cinco proyectiles impactaron en su cuerpo, pero los sicarios no terminaron con su trabajo porque la víctima sobrevivió. Trascendió que el herido habría sido operado por reconocidos cirujanos salteños que lograron salvarle la vida. En el penal de Güemes, siempre de acuerdo a la versión aportada por fuentes judiciales, la noticia generó enojo y caras largas. El hombre que salvó su vida de milagro no tendría ningún parentesco con Mauricio Gerónimo, el concejal de Salvador Mazza que está prófugo desde hace casi dos años por ser sospechoso de integrar una banda narco. Días después, la primera víctima de los sicarios fue dada de alta y regresó a su casa, donde es vigilado por la Policía. Luego se informó que era buscado por las autoridades bolivianas, acusado de haber cometido varios asaltos en ese país.
Capítulo IV: Mortal ataque a metros de un choripanero de la plaza
El sábado 7 de mayo, Raúl Fernando “Lalo” Martínez había elegido un puesto de choripán instalado en una plaza, en pleno macrocrentro de Orán. No había terminado de estacionar su Toyota Hilux cuando fue interceptado por dos hombres que dispararon sin piedad y sin importarles que estuviera con su esposa e hija. La víctima, que tenía antecedentes por diferentes delitos y que estaba sospechado de dirigir una organización narco, recibió cinco disparos, dos de ellos en la cabeza. Los asesinos huyeron rápidamente del lugar y ningún testigo pudo aportar datos que ayudaran a identificarlos. Los investigadores comenzaron a sospechar que algo extraño había en este caso porque la viuda, según los dichos de varias personas, antes de que llegara la Policía le sacó el celular al fallecido y escondió una pistola nueve milímetros que portaba y que no llegó a usar.
Capítulo V: Otro crimen, pero esta vez en medio de la selva
El 16 de mayo, trabajadores oranenses encontraron el cuerpo de un bagayero en medio de un sendero de un paso no habilitado que une nuestro país con Bolivia, cerca de la localidad de Aguas Blancas. Desconocidos le hicieron dos disparos que le provocaron la muerte en el acto. En este crimen no hubo testigos, pero sí la sospecha de que los sicarios habrían utilizado el arma que portaba la víctima. Este homicidio obligó a las autoridades salteñas a pedirle a la Nación que Gendarmería custodie las calles oranenses ante la escalada de violencia que se registraba en esos días.
Capítulo VI: La justicia comienza a descifrar la trama
La fiscala Daniela Murúa de Orán comenzó a analizar cada uno de los tres ataques para tratar de establecer si tenían algún tipo de vinculación. A las semanas, llegó a sospechar que los autores actuaron de la misma manera. Siempre eran dos las personas que participaban en los hechos, que se desplazaban en motocicletas de baja cilindrada y que llevaban cascos para ocultar sus rostros. En todos los casos las armas que utilizaron fueron desechadas por los autores. Las pistolas no tenían huellas y sus numeraciones estaban totalmente limadas para evitar que sean identificadas por las autoridades. Los investigadores no tenían dudas: estaban ante el accionar de sicarios profesionales.
Capítulo VII: La paga era en dólares o con “merca de primera”
La fiscala Murúa de Orán también logró encontrar otros indicios sobre cómo se desarrollaba esta operatoria. La paga, siempre según lo que se pudo conocer a través de lo que aparece en el expediente, era de U$S 15.000 (unos $250.000) o en su defecto, tres o cuatro panes de cocaína “de la buena”, que en esos momentos cotizaba en la frontera en $240.000, sin incluir el traslado en flete hasta nuestra provincia (el valor de este servicio es de unos $15.000 como mínimo). Según la pesquisa, el “contratista” se encargaba de aportar todos los datos de la víctima (desde una simple foto, pasando por el domicilio, el vehículo que utilizaba para moverse y los recorridos que normalmente realizaba) y el apoyo logístico (balas, armas y medio de movilidad). El “contratado” se encargaba de elegir a las personas que lo acompañarían, chequear la información que tenían sobre el blanco que debían atacar, el traslado (se sospecha que lo hacían en ómnibus de línea) y el alojamiento (ellos se encargaban de elegir los lugares por una cuestión de seguridad). Una vez terminado el trabajo, ambas partes se reunían en un punto a determinar. Con todos estos elementos, las fuerzas de seguridad ya se ponen en alerta.
Capítulo VIII: El alerta da sus resultados: cae el primer sospechoso
Fuentes judiciales confirmaron que casi de casualidad descubrieron que los sicarios estaban preparando un nuevo golpe. Esa información había surgido en el mismo penal de Güemes. Un “soplón” contó que la nueva víctima sería un tal “Cólera”, por lo que decidieron vigilarlo. Al poco tiempo de haber montado ese cerco, detuvieron a dos sospechosos que perseguían a la supuesta víctima. Estaban armados, se desplazaban en moto y tenían pistolas nueve milímetros. Uno de los sospechosos era tucumano. Este fue investigado y descubrieron que en los últimos días había estado en Orán junto con otros comprovincianos.
Capítulo IX: Una rebaja por haber fallado en el primer trabajo
A través de las pesquisas comenzaron a investigar a los detenidos. Descubrieron que el tucumano habría sido el que mantenía el contacto con el narco que estaba en la prisión de Güemes, al que identificaron como un tal “Coya”. Entre ambos, según la investigación que desarrolla la justicia salteña, habían acordado cobrar menos dinero por no haber podido acabar con la vida de Gerónimo. En vez de recibir U$S15.000 como habían acordado, podría haber recibido unos U$S10.000 y otros U$S2.000 fue la comisión que se cobró un tercero que convenció al jefe narco de que le entregara el dinero. De acuerdo a la versión que se maneja en Salta, ese dinero fue repartido entre varias personas, aunque no trascendió el número exacto.
Capítulo X: En la frontera, una traición desató la guerra
Tuvieron que pasar varias semanas para que los investigadores pudieran descubrir cuál fue el origen de esta escalada de violencia. En marzo de 2017, a “La Banda del Coya” le incautaron un cargamento de más de 80 kilos de cocaína. El sospechoso de liderar la organización logró escaparse por un par de días. Durante ese tiempo envió a todos sus hombres a averiguar qué había pasado. Sus investigadores privados no tardaron en plantear una hipótesis: la gente de “Cólera”, rival en el negocio del narcotráfico, lo habría delatado para sacarlo de circulación. “En Orán a nadie le importa nada, sólo quieren tener más territorio para ganar más plata aún”, indicó una fuente de una fuerza nacional. El “Coya”, entonces, decidió contratar a los sicarios tucumanos para que llevaran adelante su plan de venganza orquestado tras las frías paredes de la prisión.
Capítulo XI: Hombres fríos y capaces de hacer cualquier cosa
Los investigadores, hasta el cierre de esta edición, sabían que el tucumano detenido recurría a los servicios de comprovincianos. Pese a que la fiscala pidió que la causa se mantuviera en reserva hasta mañana, se supo que todos los sospechosos tienen antecedentes por robos, homicidios y al menos dos de ellos eran investigados por estar vinculados a la comercialización de estupefacientes en el norte y en el sur de la capital tucumana. “Son lo suficientemente decididos para hacer eso y mucho más por seguir creciendo. Hace tiempo que estaba fuera del ruedo, o sea, no cometían robos, que son su especialidad. Ahora entendemos por qué”, aseguró un integrante de la fuerza que está colaborando con la investigación.
Capítulo XII: Una oportunidad única para crecer en el negocio narco
Los policías tucumanos aseguraron en off a LA GACETA que la presencia de los sospechosos en tierra salteña no les genera sorpresa. A los acusados los conocen por haber cometido numerosos asaltos a lo largo de su vida. Sin embargo, confirmaron que varios de ellos estaban en la mira por haber cambiado de rubro. Dejaron los atracos para dedicarse al narcomenudeo en sus barrios de origen. Los tres kilos de cocaína que supuestamente recibieron de paga podrían haberlos estirado hasta siete veces, es decir, podrían haber comercializado hasta 21 kilos de droga de baja calidad.
Capítulo XIII: Esta historia por el momento no tiene un final seguro
En la fiscalía de Murúa aseguran que la causa no está paralizada sino que se está trabajando activamente, por lo que se desprende que en el transcurso de los próximos días se podrían producir importantes novedades. “Hay que ser paciente, porque vamos por buen camino”, adelantó una fuente de la investigación.