LA GACETA SALTA
Tus propios pensamientos pueden liberarte de la soledad
El temor a no ser aceptado por los demás puede conducirnos a una vida en soledad. Pero esto puede evitarse si nos animamos a cambiar nuestra mentalidad
08 Dic 2014
La soledad es un mal que se puede curar. ¿Cómo? Cambiando la mentalidad de las personas solitarias, particularmente, ayudándolas a modificar lo que piensan acerca de otras personas.
Esa fue la conclusión a la que arribaron psicólogos investigadores del Centro Médico de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, quienes analizaron una serie de estudios realizados sobre el tema de la soledad y su tratamiento, entre los años 1970 y 2009. Además, aseguran que el cambio de pensamientos se puede propiciar con herramientas como la terapia cognitivo-conductual.
La psicóloga Louise C. Hawkley, de la Universidad de Chicago, afirma que las personas solitarias, en lugar de buscar signos de aceptación por parte de los demás, están más alertas sobre los signos de rechazo. “Si tienes miedo de que otros no te acepten, puedes ser distante y crítico. Luego, la gente se vuelve más cuidadosa a tu alrededor, así es que se desarrolla una profecía que se cumple por su propia naturaleza o círculo de soledad”, destaca.
Queja frecuente
En Tucumán, la psicóloga María Eugenia Farhat, del Círculo Cognitivo del Jardín, apunta: “a diario se ve en el consultorio la queja de la soledad. Por ejemplo, personas exitosas, por lo general mujeres, profesionales, pero que no tienen con quien compartir un logro o un viaje”. Farhat resalta que el sentimiento de soledad suele estar acompañado por determinados mandatos sociales, sobre todo en las mujeres, respecto de la presión para que formen pareja y tengan una familia.
Ya en la mediana edad, la soledad puede surgir por pérdidas, como el síndrome del nido vacío, que ocurre cuando los hijos se van de casa. “En esas circunstancias, es necesario poder redistribuir la energía que antes se dirigía hacia los hijos. Esto requiere de cierta plasticidad y flexibilidad mental”, señala. En los hombres -continúa la psicóloga- la soledad se plantea como problema, generalmente, a partir de la jubilación.
“Pero, más allá de todo tipo de terapia, tratamiento y ‘pastillita de la felicidad’, basándome en mi experiencia como terapeuta, coordinadora de grupos de adultos mayores y como hija, mi criterio es que el mejor revitalizante, antioxidante, antidepresivo y miorrelajante no solo de la vejez, sino de todas las etapas de la vida es el amor”, subraya.
Distorsiones
Farhat advierte que suele relacionarse la soledad con el avance de la edad, debido a que disminuye la sociabilización a partir de la jubilación, del fallecimiento de un cónyuge o de la pérdida de los amigos, y también a condiciones físicas que impiden llevar un ritmo de vida social como en la juventud. “Pero la edad no es una condición sine qua non. Una persona se puede sentir sola en cualquier momento de su vida. En algunos casos en las personas solitarias surgen sentimientos de desvalimiento y vulnerabilidad emocional”. “Más allá de lo que arrojan los números, es comprobado día a día en la clínica que los que se encuentran solos son más propensos a estar deprimidos y al deterioro cognitivo”, describe.
La profesional indica que lo importante es que la misma persona pueda darse cuenta de que está distorsionando su realidad, que se está negativizando, que sola está generando su aislamiento y consecuentemente, deprimiéndose. “En el mejor de los casos, es cuando se produce un insight (visión interna, percepción, entendimiento,). Esto es la capacidad de darse cuenta, de reconocer que uno tiene que ver con eso que le pasa”, añade.
“Para que alguien pueda modificar su modo de pensar, es imprescindible que haya una intención de cambio. Si la persona no lo desea, la familia podrá acompañarla, motivarla, (y eso ya es bastante), pero debe aceptar la voluntad de la persona en cuestión”, agrega Farhat.
Cuando se ha conseguido la intención de cambiar ya se recorrió el mayor trecho de este proceso. “Algunas personas mayores que se sienten solas lo expresan, pero solo quieren eso, quejarse; no hay intención alguna de cambiar. Sin embargo, -y por suerte he oído a muchas de ellas- otras personas desean estar bien, sentirse bien y conocer gente”, cuenta la especialista.
Consigna clave
Farhat sostiene que hay una premisa, una “verdad indiscutible” que es fundamental para ayudar en estos casos. Es aquella que dice que solo dejamos de aprender el día que partimos de este mundo. “Hasta que nos morimos, nunca es tarde para dar inicio a lo que quisiéramos”, dice. Y para reafirmar su postura, recuerda el ejemplo de Celmira, una paciente suya de 90 años, que después de perder a su segundo hijo a causa de una enfermedad terminal, volvió abrir las puertas de su casa a su yerno, con quien hacía años que no se hablaba.
“Destaco este caso no solo por el amor y admiración que tengo hacia esta mujer, sino también porque su familia siempre creyó que era una persona, si bien amorosa, poco flexible. Esto rompe con todos nuestros esquemas de creencias prefijadas, y nos da la posibilidad de creer que las personal podemos cambiar
Esa fue la conclusión a la que arribaron psicólogos investigadores del Centro Médico de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, quienes analizaron una serie de estudios realizados sobre el tema de la soledad y su tratamiento, entre los años 1970 y 2009. Además, aseguran que el cambio de pensamientos se puede propiciar con herramientas como la terapia cognitivo-conductual.
La psicóloga Louise C. Hawkley, de la Universidad de Chicago, afirma que las personas solitarias, en lugar de buscar signos de aceptación por parte de los demás, están más alertas sobre los signos de rechazo. “Si tienes miedo de que otros no te acepten, puedes ser distante y crítico. Luego, la gente se vuelve más cuidadosa a tu alrededor, así es que se desarrolla una profecía que se cumple por su propia naturaleza o círculo de soledad”, destaca.
Queja frecuente
En Tucumán, la psicóloga María Eugenia Farhat, del Círculo Cognitivo del Jardín, apunta: “a diario se ve en el consultorio la queja de la soledad. Por ejemplo, personas exitosas, por lo general mujeres, profesionales, pero que no tienen con quien compartir un logro o un viaje”. Farhat resalta que el sentimiento de soledad suele estar acompañado por determinados mandatos sociales, sobre todo en las mujeres, respecto de la presión para que formen pareja y tengan una familia.
Ya en la mediana edad, la soledad puede surgir por pérdidas, como el síndrome del nido vacío, que ocurre cuando los hijos se van de casa. “En esas circunstancias, es necesario poder redistribuir la energía que antes se dirigía hacia los hijos. Esto requiere de cierta plasticidad y flexibilidad mental”, señala. En los hombres -continúa la psicóloga- la soledad se plantea como problema, generalmente, a partir de la jubilación.
“Pero, más allá de todo tipo de terapia, tratamiento y ‘pastillita de la felicidad’, basándome en mi experiencia como terapeuta, coordinadora de grupos de adultos mayores y como hija, mi criterio es que el mejor revitalizante, antioxidante, antidepresivo y miorrelajante no solo de la vejez, sino de todas las etapas de la vida es el amor”, subraya.
Distorsiones
Farhat advierte que suele relacionarse la soledad con el avance de la edad, debido a que disminuye la sociabilización a partir de la jubilación, del fallecimiento de un cónyuge o de la pérdida de los amigos, y también a condiciones físicas que impiden llevar un ritmo de vida social como en la juventud. “Pero la edad no es una condición sine qua non. Una persona se puede sentir sola en cualquier momento de su vida. En algunos casos en las personas solitarias surgen sentimientos de desvalimiento y vulnerabilidad emocional”. “Más allá de lo que arrojan los números, es comprobado día a día en la clínica que los que se encuentran solos son más propensos a estar deprimidos y al deterioro cognitivo”, describe.
La profesional indica que lo importante es que la misma persona pueda darse cuenta de que está distorsionando su realidad, que se está negativizando, que sola está generando su aislamiento y consecuentemente, deprimiéndose. “En el mejor de los casos, es cuando se produce un insight (visión interna, percepción, entendimiento,). Esto es la capacidad de darse cuenta, de reconocer que uno tiene que ver con eso que le pasa”, añade.
“Para que alguien pueda modificar su modo de pensar, es imprescindible que haya una intención de cambio. Si la persona no lo desea, la familia podrá acompañarla, motivarla, (y eso ya es bastante), pero debe aceptar la voluntad de la persona en cuestión”, agrega Farhat.
Cuando se ha conseguido la intención de cambiar ya se recorrió el mayor trecho de este proceso. “Algunas personas mayores que se sienten solas lo expresan, pero solo quieren eso, quejarse; no hay intención alguna de cambiar. Sin embargo, -y por suerte he oído a muchas de ellas- otras personas desean estar bien, sentirse bien y conocer gente”, cuenta la especialista.
Consigna clave
Farhat sostiene que hay una premisa, una “verdad indiscutible” que es fundamental para ayudar en estos casos. Es aquella que dice que solo dejamos de aprender el día que partimos de este mundo. “Hasta que nos morimos, nunca es tarde para dar inicio a lo que quisiéramos”, dice. Y para reafirmar su postura, recuerda el ejemplo de Celmira, una paciente suya de 90 años, que después de perder a su segundo hijo a causa de una enfermedad terminal, volvió abrir las puertas de su casa a su yerno, con quien hacía años que no se hablaba.
“Destaco este caso no solo por el amor y admiración que tengo hacia esta mujer, sino también porque su familia siempre creyó que era una persona, si bien amorosa, poco flexible. Esto rompe con todos nuestros esquemas de creencias prefijadas, y nos da la posibilidad de creer que las personal podemos cambiar
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