El futuro llegó hace rato
El filósofo y ensayista francés Éric Sadin analiza en La humanidad aumentada cuáles son las influencias, los avances y los límites -si es que los hay- de las nuevas tecnologías en un mundo cada vez más dependiente de ellas.
De Alejandro Duchini.-
La humanidad aumentada *Éric Sadin La primera característica específica de la inteligencia artificial remite a un proceso evolutivo virtualmente infinito. Esta ciencia, medida en la larga duración, apenas está saliendo de la primera infancia para entrar en una edad más avanzada. Y el impulso está destinado a desarrollarse sin cesar, asignando a los procesadores propiedades y aptitudes siempre más amplias. La inteligencia humana está adosada a la curva natural de la vida de los individuos, marcada por una fase de aprendizaje, luego por la edad de madurez y, generalmente, seguida por un período de declive. La inteligencia robotizada no se inscribe en esta contextura de tipo orgánico, sino que está determinada a crecer y enriquecerse indefinidamente, según perspectivas a mediano y largo plazo que desafían cualquier proyección fiable. El movimiento nunca estará obligado a interrumpirse, sino que por el contrario, se desplegará ad vitam aeternam. Especialmente bajo esta vara, habrá que evaluar el alcance histórico presente y futuro de la intuición computacional, comprometida en un impulso continuado de sofisticación. Si la inteligencia humana es virtualmente infinita en ciertas de sus capacidades, la inteligencia artificial es virtualmente ilimitada en el horizonte indefinidamente abierto de su evolución. Sin embargo, mientras que la primera se caracteriza por la facultad de atracción reflexiva, la segunda no comparte esta disposición, ya que está estructurada por un poder de recolección y de puesta en correlación infinitamente superior.* Fragmento.
En 1982, cuando se estrenó la película Blade Runner, los replicantes (seres que tenían lo que hoy llamaríamos inteligencia artificial y/o emocional) eran un sueño demasiado ficticio. Su director, Ridley Scott -basado en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip Dick-, ubicaba la historia en 2019. A pasos del 2019, hoy aquello se perfila como real: “¿Qué pasará con los humanos si triunfan los investigadores en inteligencia artificial, obligándonos a compartir el mundo con entidades más hábiles que nosotros mismos? ¿Tendremos que esperar un nuevo Renacimiento o la aparición de las especies que nos reemplazarán? ¿Y debemos descansar sobre esas creaciones para que tomen decisiones por nosotros, no solamente económicas o científicas, sino también legales, sociales o morales?”, cita en su La humanidad aumentada - La administración digital del mundo (editorial Caja negra) el filósofo francés Éric Sadin al autor de otro libro, Inteligencia artificial, Daniel Crevier. Sadin explica que la informática afectiva “es un campo de investigación que cruza múltiples competencias disciplinares y que tiene la ambición de darle a los flujos digitales tanto la capacidad de reconocer como de ‘expresar’ ellos mismos emociones”.
Funcionalidades
En poco más de 150 páginas y con un lenguaje sencillo, Sadin logra un libro ideal para entender cuál es el panorama en relación con las nuevas tecnologías. Aunque cita a Blade Runner, comienza explicando por qué aquello que se veía como pura ficción en 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) hoy no lo es. En varios pasajes de la lectura, La humanidad aumentada parece ficción; pero todo indica que no por mucho tiempo. Es, en todo caso, un libro que a pesar de haberse publicado en 2013 (recién ahora traducido al español) demuestra que los grandes avances se vuelven obsoletos en poco tiempo.
Sadin analiza la funcionalidad de cada elemento que compone nuestro mundo tecnológico: computadoras, en su momento el walkman, los teléfonos celulares, big data, el papel de Google en nuestra rutina e internet en general. Y vuelve a Crevier, quien sostiene: “los investigadores comenzaron a tomar en serio la eventualidad de que sus máquinas puedan un día despertar al pensamiento consciente y a los sentimientos”.
Para Sadin, en este recorrido por la evolución tecnológica “el deslumbramiento frente al walkman se ha transformado, luego de tres décadas, en la idolatría pagana del iPhone por su disposición a aumentar sin medida conocida el campo de acción y de relación de la experiencia humana”. Y sobre la imposición del teléfono celular por sobre los demás elementos, incluidas las computadoras personales, sostiene: “La empatía alcanza una suerte de clímax con el smartphone, que representa la culminación del fetichismo tecnológico contemporáneo por su disposición a armonizarse con el cuerpo y aumentar indefinidamente sus poderes de aprehensión”. Basta con salir a la calle para ver aquello que Sadin tan bien ayuda a entender.
(c) LA GACETA