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“El libro celebra la sencillez, el consejo, la palabra”

Juan Paez habla de La hija del inventor, en el que recopila entrevistas a importantes representantes de las Letras.
06 Mar 2018
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Entrevistar puede ser un arte. Preguntar no es solo juntar palabras para tratar de obtener información. Lograr que otra persona encuentre la comodidad para alcanzar la mejor respuesta.

Y esto es lo que logra Juan Paez en La hija del Inventor, un libro que recopila 14 diálogos con escritores y editores. María Teresa Andruetto, Pablo Baca, Elena Bossi, Raúl Dorra, Angélica Gorodischer, María negroni, son algunos de los que se prestaron a participar de estos diálogos en los que se reflexiona sobre el trabajo que cada uno realiza con las palabras.

La lectura del libro ha sido la excusa para convertir al entrevistador en entrevistado.

¿Cómo surgió la idea del libro?

El libro surgió a partir de la necesidad de algunos consejos vinculados con la escritura, aunque debo admitir que la curiosidad y el propio deseo sentaron las bases. Conocí a la escritora Angélica Gorodischer en la Facultad de Lengua de la UNC en el 2011. Un año después, nos reencontramos en Jujuy cuando los organizadores de las Jornadas de Estudios Literarios y Lingüísticos la invitaron para que brindara una conferencia y mantuviera una charla con los escritores emergentes de la provincia. En esa oportunidad, me propusieron que coordinara un diálogo abierto entre Angélica y el público. Podría decir que estos fueron los primeros pasos de un trabajo que luego me llevaría 5 años de lecturas, viajes y formación.

También me gusta pensar en La hija del inventor como un libro autónomo, es decir, un libro que fue articulándose solo, ya que algunas entrevistas, en un principio, fueron publicadas como colaboraciones en diferentes medios gráficos tales como la Revista Intravenosa (Jujuy) o la sección cultural del diario La Mañana (Formosa). En un momento determinado, sentí que las entrevistas reclamaban un espacio propio y por eso decidí construirles este libro-hogar.


En este momento estás al otro lado: sos el entrevistador entrevistado. ¿Dónde te sentís más cómodo?

Me siento cómodo en ambos lugares porque uno experimenta ese estar del otro lado. Con el libro sucedió algo curioso. Como entrevistador me propuse indagar sobre el modo en que estas escritoras y escritores entendían la literatura, la escritura y sus procesos. Hace unos meses, decidí llevarme uno de los ejemplares en un viaje que duró 58 días y en el cual visité Brasil, Chile y la Patagonia argentina. Durante ese tiempo, lo leí nuevamente y descubrí, ya como lector, que las entrevistas planteaban interrogantes a las cuales yo mismo les buscaba una respuesta. En este sentido, creo que el libro actuó como un espejo, invirtiendo los roles y, tal como lo señalás, me convirtió en el entrevistador entrevistado por su propio libro.

Por qué elegiste entrevistar a estas personas y no a otras. ¿Qué tiene de especial cada una?

En general, y ahora que lo pienso, cuando me planteaba realizar una entrevista, la lectura y la curiosidad actuaban como componentes estructurantes. Creo que la elección tuvo que ver no solo con las lecturas que tenía realizada de las obras de estas personas, sino también con un profundo y sincero deseo de saber.

Sería extenso enumerar lo especial que resulta cada una de ellas, en todo caso, lo que sí podría señalar es lo especial que resulta La hija del inventor, porque logra un diálogo maravilloso a nivel interno y que el lector podrá percibirlo viendo cómo las ideas y las palabras de unos resuenan en otros. En este sentido, la singularidad del libro radica en la fuerte costura que entrelaza una entrevista con otra.

Sé qué a todas las personas las conociste en persona, pero algunas entrevistas se hicieron por mail. ¿Cuáles son los pro y contra de cada metodología?

Las entrevistas cara a cara pueden resultar, si se quiere, más espontáneas. Sin embargo, el proceso de desgrabación es un trabajo de hormiga que puede verse entorpecido por los ruidos propios del lugar en el cual se realiza la entrevista, transformando el proceso de textualización en algo tedioso.

En el caso de las entrevistas por mail, tienen a favor el hecho de que el entrevistado o la entrevistada pueden tomarse su tiempo en contestar y no creo que ello signifique mayor o menor espontaneidad en las respuestas. Y claro, por mail se acortan las distancias espaciales.

No obstante, se trate de una u otra metodología, con todas las personas entrevistadas tuve un proceso de revisión a través de los diálogos que mantuvimos por mails.

En los tiempos actuales, los medios de comunicación se multiplicaron y se transformaron en herramientas que favorecen este tipo de intercambios. De no contar con ellos, hubiera resultado imposible, por ejemplo, entrevistar a Raúl Dorra, un escritor argentino radicado en Puebla, México. Para mí, era fundamental incluirlo en el libro.

Varias de tus preguntas apuntan a desentrañar la cocina de la escritura. ¿Qué te interesa de ese tema?

La escritura y sus procesos siempre me llamaron la atención: la manera en que se resuelven algunos inconvenientes, el modo en que se encara un proyecto, las diferencias entre la llamada escritura académica y la escritura creativa. Descubrir esa cocina fue una de las intenciones, sin embargo, y esto sí fue una sorpresa, el libro terminó por mostrarme vínculos muchos más profundos que implican la vida, los recorridos personales y el lugar que la escritura ocupa en cada una de estas personas.

¿A quién más te gustaría entrevistar?

Ahora estoy trabajando en un libro sobre moda y literatura, de manera que la lista de entrevistados y entrevistadas la pensaría en esa dirección. Del mundo literario, me encantaría entrevistar a las escritoras Silvia Hopenhayn e Ivonne Bordelois.

¿Cuál fue el tiempo de preparación para cada entrevista? Se nota un trabajo previo muy fuerte.

Hubo lectura, y mucha. Una lectura que podría definir como exacerbada y, tal vez, algo obsesiva. Disfruté muchísimo leyendo y aprendiendo de estas escritoras y escritores, yendo de un lado a otro con sus libros bajo el brazo, atravesando diferentes ciudades.

Durante ese tiempo también estudié algo de periodismo cultural y, por supuesto, leí todos los libros de entrevistas que tenía a mano, pero procuré tomar mis decisiones como el hecho de no incluir sus datos biográficos, ya que hoy los lectores con solo un click pueden acceder a esa información desde cualquier celular

Y hubo generosidad por parte de las escritoras y escritores. Y eso, en definitiva, es lo que el libro celebra: la sencillez, el consejo, la palabra.


Aquí, algunos fragmentos:

Angélica Gorodischer: “Cuando una trabaja y trabaja y trabaja, todo llega, hasta las Musas.”

Elena Bossi: “No hay sujeto previo a la palabra. Entonces, si me quitan la palabra no queda nada, yo no puedo seguir siendo si no puedo expresarme.”

Gigliola Zecchin: “Otra vez el desafío, aprender, aprender gozando de este oficio que me acercaba a la palabra escrita y me alejaba de la fugacidad de las pantallas de la televisión.”

Diana Bellessi: “Traduje la poesía que amé leer, para leerla mejor. Sí, es imposible, por eso lo intentamos siempre…”

Raúl Dorra: “En cuanto a mis maestros. Yo asocio la palabra maestro, así como suele entenderse, a un solo nombre: Noé Jitrik.”

María Negroni: “Yo había conocido personalmente a Susana Thénon cuando era muy joven. Me la presentó Anita Barrenechea y con los años, incluso, después de mi partida a NY, nos hicimos amigas. Las conversaciones con ella siempre giraban en torno a las palabras.”

Irene Chikiar Bauer: “Todo surgió cuando quise leer una biografía de Virginia Woolf en la que se contemplara su vida y su obra, y me di cuenta de que no existía el tipo de biografía que me hubiera gustado leer.”

Silvia Barei: “No entiendo a quienes dicen que para escribir no hay que leer a otros. ¡Qué absurdo! La vida no existe sin maestros, sin padres, sin amigos a mano.”





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