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¿Educación musical versus tecnología?

Los avances informáticos han abierto nuevas posibilidades en el campo de la enseñanza. ¿Se deben actualizar las metodologías? El doodle de Bach
02 Abr 2019
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Los abuelos solían afirmar que toda regla tiene su excepción, aunque a veces la excepción podría terminar siendo la regla, como sucede, por ejemplo, en Tucumán con el vapuleado Código de Planeamiento Urbano. Posiblemente el arte sea una de las expresiones más libres del ser humano, aunque sus preceptivas son necesarias porque contribuyen a organizar, a orientar, a sistematizar. “Stravinsky decía: ‘si todo me estuviera permitido, me perdería en el abismo de la libertad’. Por un lado, él conocía los límites y por otro, los cruzaba sin cesar. Tomemos, por ejemplo a Bach. Su obediencia es tal que cuando toma una decisión, esta corresponde siempre a una regla, a una convención que puede enunciarse en términos claros. Entonces Bach comienza por obedecer, pero en esa obediencia es absolutamente libre”, afirmaba la famosa maestra Nadia Boulanger.

Un notable ejecutante de un instrumento es el resultado del estudio constante, aunque no necesariamente es consecuencia de una educación formal. Algo parecido ocurre con algunos compositores o cantantes. Por ejemplo, implica un gran desafío para un músico popular introducirse en la música llamada académica, siendo un analfabeto en la lectoescritura musical.

Un agujero negro

“La verdad es que yo soy un agujero negro... Traté tres veces de aprender a escribir música en mi vida y fracasé”, afirma Paul McCartney, quien se valió de un teclado electrónico conectado con una computadora para colocar sus notas en el pentagrama y componer su Liverpool Oratorio o su sinfonía Standing Stone.

“Recuerdo que el Concierto de Aranjuez lo aprendí solo. Me encerré un mes con todos los discos, el libro del concierto y el pentagrama con el nombre de cada nota. Entonces, yo no sabía ni el valor de las notas; si una blanca era un compás entero, no sabía nada. Pero con el disco, con las notas y mirando en mis papeles, me saqué el concierto entero. Un 80% fue puro oído. Y el otro 20%, mirando las notas del pentagrama”, contó en su última entrevista Paco de Lucía, corazón flamenco de la guitarra.

En 1997, el diario El País de España reveló que Luciano Pavarotti había confesado que era incapaz de leer una partitura. “Yo no soy músico; no puedo profundizar”, afirmó el tenor. “Con su propia letra, a mano, anota signos quirománticos ascendentes o descendentes, según la línea melódica”, contó en la ocasión el pianista Leone Magiera, que enseñaba las óperas a don Luciano.

La enseñanza de la música en nuestros institutos de formación oficiales se sigue haciendo, en una buena medida, con métodos antiguos. En este avance notable de la tecnología han surgido propuestas creativas para acceder al aprendizaje de cualquier cosa, como, por ejemplo, los tutoriales informáticos, que son cursos breves y de escasa profundidad, que enseñan los fundamentos principales para poder utilizar algún tipo de producto o sistema. Es poco probable que con un curso elemental, alguien se convierta en un eximio ejecutante, pero permiten hacer o disfrutar de la música. El 21 de marzo pasado, con motivo de los 334 años del nacimiento de Juan Sebastián Bach, Google lanzó un doodle, un juego de inteligencia artificial que permitía a cualquier persona a componer un fragmento de melodía al “estilo Bach” sin tener conocimiento musical. La tecnología es, por cierto, una herramienta al servicio del conocimiento.

¿Los avances tecnológicos son positivos? ¿Cómo podrían incorporarse a la educación musical? ¿Se debe seguir estimulando al niño de esta generación con métodos de hace 50 años o más? ¿El objetivo debe ser “fabricar” artistas o generar en un ser humano el placer de hacer música tocando bien un instrumento? ¿Qué harían Bach o Mozart si tuviesen a mano la tecnología actual?

> La genialidad y la inteligencia artificial
Por Sergio K. García

Profesor de Música diplomado en el Conservatorio de Ginebra

Nos preguntamos qué habría hecho hoy Mozart que escribió en sus 35 años de vida una obra musical prolífica y maravillosa a mano, sin hacer uso de las computadoras y de los software de escritura musical que alivian hoy muchísimo el trabajo artesanal del compositor al realizar su partitura escribiendo con papel y lápiz.
Las herramientas de hoy en día, pueden ayudar mucho al compositor o arreglador en la creación artística. Estas nuevas herramientas suelen ser indispensables para una gran cantidad de músicos que deben suplir, por diferentes razones, sus falencias de presupuestos y/o necesidades. Sin embargo, la genialidad trasciende el mero uso de cualquier tecnología por más avanzada que sea.
La inteligencia artificial puede componer a través de un programa, obras similares o en estilo del mejor músico y creador de todos los tiempos, Johann Sebastian Bach, utilizando rápidamente datos y procesamiento. Puede ser que emplee ciertos algoritmos, fórmulas musicales clonadas, proporciones matemáticas, etc. y que ponga a un usuario común, o un melómano en la mano, una herramienta súper poderosa. Seguramente este melómano o usuario con afinidad musical pero sin demasiada formación específica y académica, tendrá la sensación de componer en un estilo determinado generando resultados asombrosos. Esta persona, al mando de una máquina creadora, con pocas órdenes que necesitará dar a esa computadora y con un software específico orientado a la composición musical, hará posible el sueño de sentirse un compositor genial. La computadora con su software pondrá en marcha su fuerza bruta, su gigantesca posibilidad de cálculo, y su conexión a la Web para generar simplemente una variación musical, o analogía con la impronta artificial de pertenencia a la obra del gran creador musical de la humanidad que seguirá siendo en la historia, Bach y su genial producción artística.
La inteligencia artificial no suplanta ni la genialidad creativa, ni los procesos necesarios en el tiempo para dominar un instrumento o las técnicas de composición. Dudo, además, que las gigantescas empresas dueñas de las redes sociales como Google, Facebook, Instagram etc., se ocupen especialmente del bien común. Posiblemente, la enorme cantidad de información que almacenan, o los programas que desarrollan, les dé un poder significativo, lucrativo y de dominio casi exclusivamente para su propio beneficio.

> Aburrimiento y entretenimiento
Gustavo Guersman

Violinista-Director orquestal

Soy de los que creen que el verdadero y profundo estudio de la música se sigue haciendo con los métodos tradicionales en los lugares más avanzados del mundo. Que la demanda quiera que todo se “facilite” o se haga divertido ha hecho que en vez de nivelar hacia arriba, se haya “facilitado” y superficializado la enseñanza porque a muchos (los que realmente no quieren ser músicos) les parece aburrido y tedioso aprender el idioma musical (el solfeo, por ejemplo), nada más alejado de los que realmente tienen vocación y pasión por la música.
No sé si son avances... ¿positivos para qué? ¿Para quiénes? Quizá solo para los aficionados o quienes creen que todos pueden ser músicos profesionales. El avance debería estar puesto en los modos en que se enseña y no tratar que todo sea “entretenido”, aprender es algo mucho más intenso, es tener disciplina, pasión, entrega, esfuerzo y una absoluta idea de lo importante que es el camino de la búsqueda para encontrar lo que se busca con claridad. Siempre me acuerdo cuando Myrtha Raia decía: “si el que enseña es bueno, puede enseñar música con métodos de la época de Guido D’Arezzo”.
No creo que las tecnologías sean excluyentes para ser un buen músico. Es más, las nuevas metodologías de estos últimos años han bajado el nivel de la lectura musical y de la música, en general. En los países más avanzados, los músicos de primera línea en el mundo siguen formándose con métodos y tópicos tradicionales. Todos tienen como ejes centrales: lectura musical, armonía, siempre la mayor parte del tiempo: instrumento, música de cámara e historia de la música. Las demás materias: las nuevas metodologías son optativas.
El Método Suzuki tiene ya 50 años o más y es un excelente método de iniciación. El estímulo lo da el maestro y el entorno, no el método. “Fabricar artistas” creo que es un oxímoron. Los artistas no se fabrican. Los seres humanos deberían potenciar su humanidad a través de la música (el arte en general) como músicos y/o como receptores de ella. Por último el doodle fue un curioso y simpático homenaje al genial Bach desde la tecnología, no desde el arte profundo y humano, sino una buena y original intención de parte de Mr. Google.

>Ningún tutorial va a crear una Argerich
Mario Benzecry

Director orquestal

Desde los comienzos de la historia humana, el hombre ha inventado tecnología y se ha servido de ella, ya sea para su auxilio físico (la rueda, la palanca, etc.) o mental (el ábaco, la imprenta, etc.).
Con el advenimiento del dominio del hombre sobre la energía eléctrica, la tecnología tuvo un desarrollo enorme en el siglo 20 y lo que va del 21, proporcionando al hombre beneficios, muchos de los cuales ni siquiera es consciente de su recepción.
Tomemos, por ejemplo, la educación del oído musical: debemos recordar que hasta el siglo 19, el espectador iba a un concierto, escuchaba una obra y no sabía cuándo volvería a escucharla en su vida. Hoy día, volvemos de un concierto y si nos gustó determinada obra, podemos escucharla cuantas veces queramos e inclusive comparar versiones. Este es un beneficio del cual la mayoría de nosotros no tiene conciencia, por lo habitual que nos resulta. Nuestro oído se ha afinado mucho por la frecuentación de grabaciones de gran calidad y no admitimos desafinaciones ni falta de espíritu en la interpretación. La tecnología nos ha vuelto más exigentes.
El uso de la tecnología en la enseñanza musical es algo que se ha vuelto imprescindible (metrónomo, afinadores, etc.), pero poco a poco la web se va internando en la enseñanza, con cursos on line (pero dependiente del profesor/a), o de carácter de programa tecnológico de adiestramiento auditivo, que se puede encontrar en la Web (Ear Master) o app en el teléfono (Ear Gym). También encontramos programas de edición de partituras (Sibelius, Finale, etc.), que son de una ayuda incalculable para el compositor.
Pero no creo que estos avances puedan de ninguna manera reemplazar dos elementos esenciales de la enseñanza musical: la relación profesor/a-alumno/a y la práctica instrumental, pues esto depende de nuestra capacidad de aprendizaje, que solo puede guiar otra persona y nuestro adiestramiento cerebro-muscular que depende de nuestra práctica diaria.
Estimo que la tecnología nos va a seguir ayudando cada vez más en el aprendizaje, pero ningún tutorial on line va a crear una Marta Argerich, una Mercedes Sosa o un Alberto Ginastera.

> Abrirse a otros géneros musicales
Quique Yance

Pianista-compositor

Habría que diferenciar si quiero divertirme con la música,  aprender  para ser profesor de música en escuelas y colegios o ser un músico profesional. En el primer caso, un programa donde invento una melodía y el ordenador la armoniza al estilo de compositores famosos (como el Doodle), me parece que cumple el propósito de divertimento y de incentivo musical a los niños, aunque no me transforma en músico.
En el segundo caso (estudiar para ser profesor de música), se puede realizarlo en instituciones como conservatorios  aunque me parece que estos tendrían que abrirse hacia otros horizontes como la tecnología, por ejemplo y no “conservar” la idea de enseñar solo música clásica, armonía de Rimsky Korsakov o programas antiguos. La apertura sería al estudio de la inmensa variedad de nuevos géneros musicales que nos regaló el siglo XX, por ejemplo, y la incorporación de la tecnología.
Desde épocas remotas fue bienvenida la suma de instrumentos nuevos a la música, tal el caso del órgano en el período barroco, el piano en el clásico, así como también los instrumentos de viento en el jazz y el bandoneón en el tango.  De igual manera, pienso que se celebró la llegada de la tecnología a fines del siglo pasado con las primeras computadoras y sintetizadores sumándose al proceso musical creativo. Por lo tanto, me parece que los programas educativos de los conservatorios e instituciones de aprendizaje musical también tienen que incorporar como materia obligatoria el estudio de la tecnología aplicada a la música.
En el último caso, ante la  iniciativa de querer formarse como músico profesional es más complejo porque no hay instituciones formadoras de músicos profesionales que abarquen todos los ítem para formar un verdadero músico que contemplen el estudio musical en todos los estilos, más conocimientos de marketing,  estudios de grabación , empleo de plataformas digitales, arreglos en todos los estilos, transcripción de partituras, orquestaciones en todos los estilos, los asesoramientos en cuestiones legales y en temas como Sadaic y Aadi.

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