El frío no los detiene. La adversidad tampoco.
En barrio Castañares un grupo de adolescentes y jóvenes hace su entrada de calor a la intemperie pese a las bajas temperaturas.
Su ring es una cancha de fútbol cinco de cemento. Allí practican boxeo y afrontan los duros golpes de una realidad que no perdona.
La violencia, la venta y consumo de drogas y la falta de oportunidades para los jóvenes son solo algunas de las problemáticas que dan cuenta de una realidad compleja, que se cobra víctimas a diario.
Pero hay quienes deciden dar pelea. La inquietud de jóvenes del grupo 244 de barrio Castañares contagió a varios de los vecinos y algunos de sus deseos más profundos comenzaron a tomar forma.
La basura acumulada y de fondo el centro vecinal abandonado. Foto LA GACETA
El edificio abandonado
José Ordoñez tiene 20 años y nació en el barrio. Allí conoció a Luciano Rodríguez, de 19, y juntos decidieron tomar en sus manos la difícil realidad que los rodea.
Hace dos años intentaron acondicionar un viejo edificio de uso común pero que está abandonado hace 20 años, según cuentan los vecinos de la zona.
Allí funcionaba el centro vecinal. Pero lo que antes fue también una oficina de registro civil que beneficiaba a los vecinos de la zona, hoy solo son paredes vacías y techo de chapas llenas de agujeros.
Las puertas del lugar ni siquiera tienen picaporte y el espacio totalmente descuidado es una guarida fácil para quienes son víctimas de las adicciones.
Casi inmediatamente después de que tomaron el edificio para practicar boxeo allí, la Policía los sacó del lugar y hasta la fecha no los deja usar el lugar porque “no tienen autorización”, cuentan los chicos.
Por eso su ring es una cancha. Y a falta de espacio no les queda otra que entrenar y padecer las inclemencias del tiempo aunque sueñan con tener una “Segunda casa”, como ellos mismos dicen.
A diario más de 20 chicos y chicas del grupo 244 de Castañares entrenan boxeo con el profe Julio César Alonso. Foto LA GACETA
Los que bancan
“Esto se hace a pulmón de los chicos, ellos querían hacer algo”, comenta Rafael Machaca, de 39 años, uno de los adultos que decidió acompañar la iniciativa de los chicos.
Entusiasmados por la energía de los muchachos, algunos vecinos del barrio comenzaron a gestionar la posibilidad de que alguien enseñe boxeo y fue ahí que apareció el nombre del profe Julio César Alonzo.
El profe llega en su moto cada lunes, miércoles y sábado al playón del grupo 244 y no se limita a entrenarlos. “El profe nos da consejos para la vida”, cuenta Luciano.
Totalmente ad honorem, los días en que no puede ir deja a un pupilo con instrucciones para entrenar a los más de 20 chicos y chicas que practican boxeo allí.
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Hace dos semanas el sueño de José y de Luciano se hizo realidad. Otras instituciones como la Policía de barrio Castañares apoyaron la iniciativa y facilitaron algunas diligencias.
“Esto hizo disminuir la violencia en el barrio, antes esto era una zona roja”, afirma Emilio Rodríguez, padre de Luciano y quien además tiene a otros dos hijos que practican boxeo en el barrio.
El boxeo, ese deporte que salva
Entre 14 y 25 años tienen los chicos y las chicas que practican boxeo en el grupo 244 de barrio Castañares. La mayoría son varones, pero hay cinco mujeres que se calzan los guantes cada mañana en el playón.
El profe Julio César Alonzo entrena a pupilos desde hace más de 16 años y se enorgullece de haber formado a un campeón interprovincial en vigencia.
No cobra ni un peso por enseñar en el barrio y cuando se le pregunta por qué hace lo que hace contesta con su propia vida. El profe cuenta que pasó una infancia difícil y que nadie lo ayudó, que tuvo hambre y frío, y que “los chicos necesitan que se los ayude”.
“Ellos tienen que saber que son importantes para la sociedad, tienen que ser escuchados”, sostiene Alonso.
El boxeo es una actividad que requiere constancia, sacrificio y entrenamiento. “Hay que sembrar para cosechar”, repite a diario el profe y cuenta que si bien la parte física es importante, la preparación psicológica lo es aún más porque eso “los va despertando”, indica.
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Luego agrega que “el boxeo los ayuda a no andar en el vicio, a no pensar en mandarse macanas”.
José practica boxeo desde los 15 años y entrena doble turno. A la noche trabaja de cadete para ganarse unos pesos, mientras que Luciano está terminando el secundario.
Ambos sostienen que están contentos con este espacio y que tienen una importancia invalorable. “El boxeo mejora tu aptitud física pero aparte te saca de los malos momentos y de las adicciones”, comenta José y Luciano agrega: “ahora el barrio está más tranquilo, antes había muchos problemas”.
“Lo siento a Dios en ellos, voy a seguir con esto hasta que Dios diga”, sintetiza emocionado el profe.
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Voluntades que abundan, recursos que faltan
La iniciativa de los chicos generó entusiasmo en otros vecinos y muchas voluntades empezaron a hacer propuestas, aunque poco se puede hacer ante la falta de espacio y de recursos.
Solo para practicar boxeo hacen falta bucales, pesas, cuerdas, manoplas y guantes, que por ahora corren a cuenta de cada uno de los chicos, del profe y de algunos padres que acompañan.
Una de las propuestas que se sumaron a la de boxeo es la de hockey femenino, de la cual participan niñas de entre 10 y 15 años en una de las canchas del barrio. El CIC de barrio Unión se encarga de esta actividad.
“Se acercó gente que quiere enseñar folclore, y dar cursos de electricidad”, comenta Machaca y agrega que hay gente que quiere enseñar a hacer masajes también.
“Intenciones y ganas hay pero queremos un lugar”, afirma el vecino y pide: “necesitamos un techo”.
Por ahora no pueden poner en funcionamiento la sede abandonada del centro vecinal pero sueñan con tener un espacio algún día y con organizar un festival de box para los jóvenes de los diferentes barrios de la zona norte de la ciudad.