En un momento en que muchos se preguntan por la nueva literatura salteña, se empiezan a dar algunas señales. En este caso, la señal viene de afuera: Jimena Argañaraz fue galardonada en el 66° concurso internacional de poesía y narrativa “Premio a la Palabra 2019”. Ese premio ha sido la excusa para mantener esta charla.
-¿Cuáles fueron los primeros libros que te convirtieron en lectora?
Los libros de mi mamá, recuerdo puntualmente dos de ellos. 20 Poemas de amor y una Canción Desesperada de Pablo Neruda. Lo agarré de muy chica, pero me había llamado mucho la atención la palabra “Desesperada”. Otro libro era de Khalil Gibrán, no recuerdo el nombre pero era un libro cargado de frases y meditaciones muy profundas sobre la vida, el ser y su trascendencia. No entendía casi nada, pero me gustaba intentarlo.
- Vos estudiaste Comunicaciones Sociales en la Unas, si no me equivoco… ¿Cómo se relaciona esa carrera con ser escritora?
Estudié Comunicaciones en la Universidad Católica de Salta, cuando empecé a estudiar no estaba abierta aún esa carrera en la UnSa. Las comunicaciones sociales están relacionadas con diferentes medios masivos de difusión, pero al fin de cuentas el receptor termina siendo siempre uno, con sus competencias, sus experiencias, sus intereses, con toda la individualidad que nos hace ser quiénes somos. Por más masivo que sea el mensaje, la comprensión del mismo termina siendo individual. Cuando escribo, lo hago para esa individualidad, la mía y la de los que me leen. Me gusta saber que un mensaje puede ser absorbido de diferentes modos, y adaptado a realidades particulares. Cuando leemos sucede que nos transformamos en protagonistas directos o indirectos y por más particularidades que se cuenten en la narración, los personajes y los lugares tendrán finalmente los rasgos personales que nosotros les demos. Al fin de cuentas, la escritura es eso… comunicación. El lenguaje es el modo que encontramos para encoger universos en palabras y volverlos más cercanos, a través de ellas los tornamos posibles de explorar.
- ¿Cuáles fueron los autores que te marcaron?
Cuando era chica leí El Diario de Adán y Eva de Mark Twain, primero lo leí en inglés y después en español. En las dos oportunidades pensé lo mismo: que era un texto muy simple, de lectura fácil. Pero me había descolocado una cosa: la sensación de vivir desde dos lugares diferentes una misma situación. Mark Twain encabeza la lista de los autores que me marcaron porque definió de algún modo lo que me interesa de la lectura (y consecuentemente, de la escritura) que es la canalización de emociones. Después, me enloquece la forma de escribir de Kafka, todo lo opuesto con Mark Twain. Una escritura que requiere muchísima atención para ser comprendida, cuando lo leo siento que estoy en medio de un rodaje de alguna película y tengo que estar sumamente atenta a las escenografías, a las tomas, a los movimientos de los personajes, a todo. Me hizo doler la cabeza hace poco mientras lo leía, es espléndido. Córtazar, Benedetti, Alfonsina Storni… también forman parte de los genios que me hicieron sentir emociones a través de la lectura.
- Practicaste taekwondo. ¿Hay alguna relación entre las artes marciales y escribir?
Practico taekwondo hace años. El deporte ha sido mi compañero prácticamente toda mi vida, jugué basket, aprendí natación, salgo a correr, incursioné en diferentes artes marciales, hace dos años que estoy aprendiendo sobre montañismo. Nunca sentí tanto miedo y tanta felicidad al mismo tiempo que cuando estuve a más de 5000 metros de altura sobre el nivel del mar. Una sensación única. Y todo, absolutamente todo, está relacionado con escribir. En todas las experiencias cotidianas encuentro algo para contar. Para mí, el deporte y la literatura son fundamentales para el cuerpo y la mente.
- Una vez al mes manejás ida y vuelta a Jujuy para participar del taller literario de Elena Bossi. ¿Qué tan importantes son los talleres en la formación de alguien que escribe?
En cuarto grado casi repruebo Lengua, sí, en la primaria. Entonces mi mamá contrató una maestra particular pero me seguía costando, hasta que un día ésa maestra tuvo la genial idea de pedirme que escriba un cuento. Escribí “El Túnel” y no dejé de escribir nunca más. Usé la escritura para canalizar emociones y me interesaba canalizarlas bien, que me entiendan. Por eso me preocupaba la ortografía, la sintaxis, los tiempos verbales, etc. A medida que fui creciendo, usé la escritura para canalizar emociones ajenas también. En la secundaria, me contaban historias personales que yo las volvía cuentos para que tengan finales felices o al menos, finales. Por eso creo que los talleres de formación son fundamentales porque nos permiten conocer nuevas perspectivas, diferentes métodos y trucos para comunicarnos. Ayudan a pensar e imaginar diferentes caminos, participé de diferentes talleres de escritura, uno de mis favoritos fue el que dictaba el escritor Rodrigo España. Y con Elena me pasa algo especial. Siento admiración pura. Conocí a Elena hace un par de años atrás en un taller que dictó en Salta, su forma de enseñar me parece increíble. Enseña desde la emoción, y lo hace con una dedicación absoluta. Unas horas en su taller son suficientes para abrir la puerta a universos nuevos.
Tus 5 libros favoritos.
No tengo libros favoritos, hasta ahora no hay ningún libro que no quiera volver a leer. Como dicen por ahí, somos víctimas de las circunstancias, creo que cada lectura que hacemos la hacemos siendo diferentes, habiendo crecido un poco. A veces releo textos que leí con anterioridad y me emocionan desde otro lado, nunca somos los mismos.