¿Qué sería de la sangrienta venganza de Uma Thurman en “Kill Bill” sin el sonido de las sirenas al observar a sus enemigos y recordar el fatídico pasado?
¿Y de los sensuales movimientos de Baby Houseman (Jennifer Grey) enfundada en su vestido crema si en “Dirty Dancing” no se escuchara la canción “The time of my life” de fondo”?
Puede que hasta el entrenamiento de Rocky Balboa -con una escena de más de dos minutos- hubiera sido aburrido al quitar en cada golpe de puños el ritmo de “Gonna fly now” o que el asesinato de Marion Crane (Janet Leigh) en “Psicosis” no nos hubiera hecho ni siquiera cosquillas si Alfred Hitchcock le decía no al dramatismo musical de los cuchillazos y el ruido del flujo de agua en la ducha.
La música y los efectos de sonido son un recurso importante en el multiverso de la cinematografía y -al igual que ocurre con los clásicos extranjeros- el espacio multimedia tucumano también se nutre de partituras y de compases para darles vida a las narraciones que vemos en las series y en los documentales.
Estas son las historias de tres compositores que -dejando de lado por un rato el ámbito de los teatros y de los conciertos- lograron llevar sus inéditas melodías a la pantalla y aparecer en los créditos con bandas sonoras originales.
> De tela y canciones somos
Patricio García y una obra a todo “trapo”
Entre varias cajas que el músico Patricio García almacena en su depósito, una seguidilla de 40 marionetas con retazos de telas y vellón nos dan la bienvenida. Aunque ahora descansen de los reflectores, las figuras son las protagonistas de la miniserie “Muñecos del destino” (2012). Una producción tucumana -mitad melodrama, mitad parodia a las telenovelas- que con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) dio rienda suelta a una complicada y divertida historia familiar.
Basta con leer la sinopsis para entenderlo: Naim Masmud es un joven que sueña con volar en parapente y andar en moto, pero ahora debe dirigir el negocio de venta de telas familiar ya que su padre -Said Masmud- fue asesinado por una ex empleada.
Patricio creció viendo películas de Steven Spielberg y embelesado por las canciones del director de orquesta John Williams en “E.T., el extraterrestre” y la sensación de aventura que despertaba el soundtrack de Indiana Jones ante imposibles escapadas de precipicios y explosiones. De ahí, un pasado lleno de bandas de rock y piezas solistas con estilo contemporáneo hicieron que desembocara en este proyecto del que fue tanto guionista como compositor.
Lo curioso es que, aunque los muñecos no poseen facciones ni líneas de expresión más allá de sus ojos, igual son capaces de transmitir alegría, enojo o dolor gracias a la expresividad de la música y la narrativa. Esto se debe a que las canciones fueron creadas por el compositor pensando en la personalidad y en el carácter de cada personaje.
CAPÍTULO 1. El personaje de Said Masmud conversa en su oficina. la gaceta / foto de Ines Quinteros Orio
La traición, la pena y el romance fluyen entre los acordes de “La maldición”, un tema setentero que transporta a Said Masmud (viejo cascarrabias con bigotes grisáceos al que sólo le importa el dinero) hacia la época en que vivió un affaire romántico con una mística gitana de pelo verde. “Y ahora dime si sigo o me voy porque lo he dejado todo por amarte, pero amarte es como una maldición. Vos una estrella que cayó del cielo, yo un pájaro arrojándose en picada”, canta el personaje con sus ojos de mostacillas vidriosos.
“Esto es lo que es amar, amor. Rescátame del invierno que hay en mí. Tengo ganas de vivir, llévame a otro lugar donde me pueda encontrar”, es el pedido que Fátima (una rebelde joven con un corte punk) le hace a Naim al saber que él va a comprometerse con otra. Aunque bien la canción podría ser entonada por cualquier persona enamorada incluso fuera de la serie.
En esta cata musical, el soundtrack de “Muñecos del destino” tiene ritmos árabes, pop, acentos electrónicos y tonalidades de piano que también se extendieron a una segunda temporada: “Muñecos del destino, el pasado llama a tu puerta” (2018). Y tanto esfuerzo tuvo su recompensa. “Este año, en los Premios Mercedes Sosa ganamos la distinción a la mejor banda sonora de televisión y las canciones acabaron en Spotify”, añade orgulloso el artista.
Además, junto a su compañero Martín Villa compuso en 2015 la banda sonora de la serie “Futuros ídolos”, una obra escrita por Germán Azcoaga y dirigida por Franco Lescano. ¿Su mayor y más divertido desafío? Crear cuartetos y cumbias para que suenen de fondo.
> Elogio al crimen, y al tecno
Emmanuel Molina: la otra faceta social
EXPERIENCIA. Hace 30 años que Emmanuel se dedica a la música. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.-
Ajeno a las ambientaciones de cartón y decorados con acrílico existe un pedido de salvataje que llega desde la cárcel y nos adentra en el documental “Bazán Frías, elogio del crimen” (2018). Creado por los realizadores Juan Mascaró y Lucas García Melo, la obra -interpretada por los internos del penal de Villa Urquiza- es una reconstrucción de la vida y del asesinato de Andrés Bazán Frías: un delincuente que robaba comida para repartir a la gente de su barrio y se ganó el título de santo popular.
Sin embargo, esta vez el foco no está puesto en el reconocido convicto sino en Emmanuel Molina: el compositor que instrumenta sus días dentro de la cárcel y la fatídica peripecia de escape que acaba con su vida. “Fue la primera vez que trabajé musicalizando imágenes, cuando encontrás la asertividad y el movimiento adecuado es maravilloso. Ahí te das cuenta de cómo el sonido puede cambiar totalmente el carácter de una imagen, arruinarla o complementarla”, comenta el especialista en música experimental.
Además, el instrumentista confiesa que desde chico tenía el hobby de sentarse frente al televisor y experimentar diferentes melodías con el piano mientras los videos se reproducían en silencio. Sin embargo, al tratarse del documental la propuesta multimedial implicó nuevos desafíos y un trabajo mano a mano (y tecla a tecla) con el director. “Cuando el documental estaba más o menos terminado recién comencé a componer las canciones. En el proceso, nos juntábamos con Lucas y la operadora de la mesa de grabación dos veces a la semana. Veíamos 15 minutos de película e íbamos marcando las escenas fuertes así que el resultado final fue una construcción colectiva”, explica Molina, quien utilizó como referencia artística las canciones de David Lynch.
ESCAPE. Escena del documental donde Bazán Frías intenta fugarse.
Para la banda sonora original (BSO), Emmanuel compuso ocho obras. Entre ellas, los acordes de “Fuga final” se mezclan con los disparos que los guardias lanzan intentando detener la fuga de Bazán de la cárcel, para darle un tono de adrenalina a este oscuro desenlace. Por último, el anticipatorio título de “Cementerio” juega con los planos en detalle y los acordes que emite el piano invisible interpelan la tumba de este Robin Hood tucumano.
También -entre sus proyectos- el cantante, hincha de San Martín y zurdo (él justifica que gracias a este dato es capaz de tocar tantos instrumentos) fue sesionista de varias bandas de punk, rock, pop y soul, como 448 y Los Veranos. “Trabajar para una película es una experiencia completamente diferente. Cuando tocás en vivo sentís mucha adrenalina, estás todo el tiempo pendiente de que el show salga perfecto. En cambio, cuando en el estudio esa sensación queda de lado y lo que prima es la libertad”, detalla Emmanuel.
Por otra parte, este fanático de Wendy Carlos y el despiece sonoro de “La naranja mecánica” considera que es fundamental que un compositor logre compenetrarse con la obra y capte la esencia de los mensajes. “Cuando tus composiciones cobran cierto grado de masividad dejan de pertenecerte para ser de todos. Entonces, si el resultado final de mi trabajo es la emoción y el aplauso del espectador siento que mi objetivo está cumplido”, subraya al recordar lo que vivió durante el avant-premiere de la película.
> Interprete de leyendas
Cachi Pajón, entre la natura y el noroeste
VIEJA ESCUELA. El artista prefiere componer sin la computadora. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.-
Aunque su nombre llegue primero aparejado a grupos como Los Peces Gordos y La Banda de tu Hermana, hace más de 20 años que Cachi Pajón se dedica a escribir música incidental. Entre los proyectos que marcaron su carrera profesional en el rubro está el cortometraje “Laguna blanca”, del licenciado en cine y televisión Gustavo Saleme. Una propuesta visual que le permitió conectarse con las zonas más desérticas de Catamarca y trazar un recorrido sensorial entre la flora y la fauna autóctonas.
“El director me envió el crudo del corto y recuerdo que me senté por la noche a componer. Mientras veía las escenas me imaginaba algunas combinaciones de instrumentos y la música aparecía en mi cabeza. Fue tan fluido que en dos semanas ya tenía todo el material grabado y mezclado para su posterior edición”, comenta.
De esta apuesta por conjurar notas y cifrados hasta dar con el verbo correcto Cachi recuerda una gran sorpresa. “Después de un año, Gustavo me llamó por teléfono para avisarme que la producción había ganado un premio en Discovery Channel y mi nombre iba a aparecer por televisión en los créditos”, rememora el tecladista.
La natura le sentó bien, pero luego los caminos de la cinematografía lo llevaron a incursionar en las escenas color sepia de la serie documental “Norte Secreto. Historias y leyendas del Norte Argentino” (2016), a cargo del guionista Pablo Schembri.
La producción volvió a siluetear los mitos que se susurran en el norte argentino y con ellos Cachi tuvo la oportunidad de adentrarse en partituras cargadas de corcheas e intriga. “Cada capítulo tiene una estética específica y acorde a la anécdota que se cuenta. Eso te permite que cuando se activa la luz de la creatividad, podés jugar con la música y sus millones de variaciones hasta encontrar la unión perfecta”, explica.
EL PROYECTO. Está compuesto por ocho capítulos y fue ganador del Concurso de Series Documentales Federales del Incaa.
En esta sintonía, una de sus apuestas favoritas fue “Las brujas del Norte. La hechicería en los tiempos de la colonia”, episodio donde una mujer indígena es sentenciada al destino del fuego. Declarada culpable de brujería, la protagonista padece la hoguera ante la mirada de tres colonos iracundos. Mientras, su tragedia es acompasada por “Corazón embrujado” una pieza que transmite el dolor de la pérdida y la irreversibilidad su muerte.
“Esa canción también tiene una versión compuesta solamente a piano y la presenté este año en el festival Piano piano. Además, el año pasado saqué 'Ancestros' mi primer disco solista de música instrumental e incidental. Allí hice un mix de las canciones que presenté en los documentales y las series”, agrega Cachi.
En paralelo, dedica una buena parte de sus horas a dictar clases en su escuela de música “Mi taller sónico” y a escribir obras para teatro. Incluso, gracias a su perfil multifacético, llegó a componer una obra -fusión de rock y de jazz- para un torneo de fisicoculturismo que se realizó en Santiago del Estero.