Alina Diaconú
Escritora y columnista argentina, nacida en Bucarest, Rumania. Autora de 19 libros, el más reciente es Gritos y Susurros- 30 años de argentinidad (Moglia, 2017).
Por diversas circunstancias que aquí contaré, Henri Matisse y Raúl Soldi llegaron a admirar la belleza de las blusas bordadas que usan las campesinas en Rumania. Esa tradicional blusa (llamada “ie” en rumano) está hecha en tela de algodón o en finas hebras de seda (el así denominado “borangic”). Lleva motivos folclóricos, sobre todo en las mangas, el pecho y el cuello. Algunas de esas blusas tienen, además de esos bordados ornamentales, incrustaciones con cuentas de colores y, a veces, lentejuelas. Los dibujos de esos bordados étnicos difieren de una zona a otra del país. En el siglo XIX, esas sentadoras prendas empezaron a ser llevadas también por las mujeres de las clases altas de Rumania, sobre todo por dos reinas: Isabel (1843-1916, cuyo pseudónimo de poeta fue Carmen Silva) y la hermosa Reina María (1875-1938).
Se cuenta que varias de esas “ie” le fueron regaladas a Henri Matisse a fines de los años ‘30 por su amigo, el gran pintor rumano Theodor Pallady. Ambos habían sido alumnos del prestigioso pintor simbolista Gustave Moreau en París y solían frecuentarse cuando Pallady viajaba a la Ciudad Luz. En 1940, durante la IIª Guerra, Pallady volvió a Rumania y luego ya no pudo obtener visa para salir del país. Su relación con Matisse siguió a través de una profusa correspondencia.
Pero Matisse tenía ya la colección de blusas rumanas regalada por su amigo. El solía pintar a mujeres con ropa marroquí u oriental y a muchas… directamente, sin ropa. Son famosos sus maravillosos desnudos. Fascinado, de repente, por la particularidad de esas etéreas blusas rumanas, por sus arabescos y motivos florales, Matisse se las hizo lucir a sus modelos y las pintó y las dibujó, dándole así a la “Blusa rumana” una difusión y un reconocimiento internacionales.
El primer trabajo alusivo, el conocido y paradigmático óleo de Matisse titulado precisamente La Blusa rumana, y varios dibujos sobre ese tema, fueron realizados por él entre las ciudades de París y Niza a partir del año 1939. Era el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, muchos franceses se iban de su tierra y Matisse -si bien tenía un pasaje y una visa para viajar a Brasil-, decidió quedarse en Francia. Esa época coincidió también con la separación de su mujer, causada en gran medida por su idilio con la rusa Lidia Delectorskaya, quien fue precisamente su modelo para los cuadros de la Blusa Rumana, en sus distintas versiones y técnicas. En ese su primer óleo, de 73 x 92 cm, Matisse, acentuó “a lo fauve” la armonía tricolor de su paleta y simplificó los motivos decorativos de los bordados, pronunciando la línea abultada de los hombros de la mujer, con esas pinceladas vigorosas y esos tonos intensos que le eran característicos. Ese cuadro (que conoció 24 versiones anteriores) fue expuesto por él la primera vez en 1945 en la Galería Maeght de París. Hoy se encuentra en el Museo de Arte Moderno de la Capital francesa.
Tanto esa obra como Muchacha durmiendo con blusa rumana y otros dibujos de Matisse, motivados por la estética de la “ie”, trascendieron el campo de las Bellas Artes y, décadas después, le inspiraron a Yves Saint-Laurent su colección Otoño- Invierno 1981, titulada precisamente “La blusa rumana”, en homenaje a Matisse. Es decir, que Yves Saint-Laurent eligió como lo más representativo de Matisse y trasladable a la moda, los cuadros donde aparecían mujeres llevando la tradicional blusa de las campesinas rumanas. Mucho más tarde, en el año 2006, otro modisto francés, Jean Paul Gaultier, también creó una colección de otoño con elementos de la ropa étnica rumana.
Siempre hay flores para el que desee verlas, escribió Matisse una vez. Seguramente él encontró en las “ie” rumanas la belleza decorativa que estaba buscando.
El duende
En el otro extremo del mundo, 30 años después, ese mismo motivo sería tomado por el pintor argentino Raúl Soldi. La fuente de inspiración de Soldi se encontraba en un viaje realizado a Bucarest, invitado para su gran exposición en la famosa galería de arte Dalles de la capital rumana. En ese viaje, como en otros, Soldi llevaba un caballete de campaña y sobre cartones dibujaba o pintaba sus impresiones. También a él le fueron regaladas en ese país de Europa del Este, un par de esas típicas prendas de la indumentaria popular rumana. Así nació en 1974 su cuadro La blusa rumana, un óleo de dimensiones similares a las de Matisse (100 x 70 cm.) al que tituló con el mismo nombre que su antecesor francés: esa tela le perteneció al galerista y coleccionista Natalio Povarché y luego, dicen, pasó a manos de David Graiver. En Rumania, Soldi también quedó prendado no sólo de las blusas y de los trajes típicos de los campesinos , sino de su música popular y de sus danzas y de allí surgieron varios otros cuadros y dibujos, entre ellos el de Rumanas bailando, donde incorporó a su paleta colores más brillantes que los que usaba habitualmente. Seguramente el argentino conocía las singulares obras de Matisse sobre el mismo tema y, aprovechando su viaje a Rumania y su muestra allí, se vio tentado a incorporar a su pintura ese mismo elemento, en su propia visión y paleta. Fue así como el destino lo hermanó con el gran pintor francés .
Soldi creía que si no había poesía en la vida, no había arte. Una vez escribió: Cuando la inspiración encuentra algo, porque en el arte no se busca, se encuentra, ese algo aparece como un duende, como un hermoso duende que da vueltas alrededor.
La Blusa Rumana se ha convertido así en un símbolo de la pintura de Matisse y de Soldi, artistas emblemáticos de sus países y, sin duda, ajenos hasta entonces a la cultura balcánica y a su folclore. Otro dato curioso es que ambos pintaron esos cuadros a la edad de 70 años.
Cuando descubrí esas coincidencias entre ambos pintores, quedé fascinada y me prometí a mí misma dedicarles unas líneas. Significaron para mí una verdadera revelación. Me encantó entrever lazos invisibles, anécdotas posiblemente ignotas, ocultas detrás de la inmortalización de una blusa rumana. Fue una linda aventura hurgar un poco en las biografías de Matisse y de Soldi y hallar esas interesantes historias personales, palpitando entre las bambalinas de sus vidas.
(c) LA GACETA