“Mi hijo mayor estaba aprendiendo a leer y yendo a fútbol cuando leyó en una pared ‘Macri es hambre’. Inmediatamente nos preguntó qué o quién era Macri y por qué escribieron que era hambre”. El planteo de Bautista, de siete años, disparó una larga charla sobre política en la familia Falcucci. Fabricio e Isolina, papá y mamá del pequeño, le explicaron quién era Macri y qué hacía un Presidente o un Gobernador, en qué podía un mandatario beneficiar o perjudicar con sus prioridades gubernamentales a determinados sectores de la sociedad. “En julio tuvimos la posibilidad de viajar a Buenos Aires y ellos nos plantearon que querían ir a conocer la Casa Rosada, donde trabaja el Presidente. ¡Y fuimos!”, comenta el abogado, a lo que suma que siempre hablan de la importancia de vivir en democracia, de poder elegir a sus representantes y de poder expresar libremente y con respeto lo que piensan. A votar, van en familia.
Todos estamos atravesados por la política, más allá de que en unas semanas llegan las elecciones gubernamentales. Discutimos a diario sobre salarios, hasta inflación, despenalización del aborto, protestas, corrupción o dictadura, comienza a explicar el investigador del Conicet Luis Karamaneff. En ese contexto, sostiene que queramos o no, padres, abuelos, tíos y docentes hablamos de política con niños, en la casa como en la escuela. “Cuando tengan interés y nos pregunten sobre algún asunto político, debemos responder de la manera más clara y sencilla posible. Cuando no se sepa la respuesta, consultamos con alguien que sepa del tema, recurrimos a libros, diarios, revistas, Internet y tratamos de satisfacer la inquietud del niño”, recomienda el politólogo tucumano.
En la familia y en la escuela -agrega- además de brindar el contenido, debemos estimular el pensamiento crítico y enseñar a discutir de forma pacífica y respetuosa; y conceptos como democracia y derechos humanos son el marco en el cual enseñar y aprender con los chicos. Pero aclara que cuando denostamos la política y hablamos mal de ella, les estamos enseñando que nuestro mecanismo de resolución pacífica de conflictos sociales está mal y hacemos tentadora la apelación a métodos violentos.
Tal vez la mejor forma de hablar con niños de política -aconseja- es con el ejemplo de que, además del esfuerzo individual, necesitamos organizarnos con otros para alcanzar un bienestar mayor. Dicho eso con ejemplos para los niños, sería: “No alcanza con tener la pelota o la muñeca si no están tus hermanos, tus amigos y tus compañeros para jugar y divertirte. Todo juego tiene reglas. La política también es eso: fijar esas reglas de juego”.
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Los padres coinciden en que a los niños hay que sacarles la cuestión de que la política es mala y que está ajena a su vida. Entonces, apelan a explicarles que lo que los rodea, como el alumbrado público o el trabajo de un agente de tránsito o la situación económica de sus amigos o de su familia, está relacionado con la política y que todas esas cuestiones dependen de algunas personas que nosotros elegimos para que nos gobiernen. Eso es lo que hace a diario Gabriel Pereira, papá de Matías de tres años y de Malena, de ocho.
“Malena sí ha empezado a preguntar un poco más. Entonces, le hemos hablado de que como en la escuela hay una directora, en el país hay un presidente; y que como en el aula hay una maestra, en la provincia hay un gobernador. También somos francos: le expresamos nuestras preferencias, siempre transmitiendo el respeto por la opinión del otro, y contándole por qué nos gustan algunas personas y por qué otras no. Y a ella le damos herramientas para que vea las cosas positivas o negativas de esos políticos. Por ejemplo, yo soy repatriado del Conicet, y ella alguna vez en Ciencias estudió qué hacen los científicos. Entonces le explicamos que a nosotros nos gusta determinada política porque hizo tal cosa por la ciencia”, cuenta el papá, que es coordinador del programa Empresas y Derechos Humanos de Andhes. Y cuando hablan de médicas, policías, bailarinas, también le dicen a su hija que puede ser política, como una alternativa más en su vida, si quiere una sociedad más justa, para pelear por los derechos humanos y por los de las mujeres.
Sin burbujas
Los niños y niñas absorben con una naturalidad inusitada la presencia de propagandas, siglas como palabras que representan un partido político y los nombres propios de los gobernantes que se han vuelto una exclusiva referencia a ellos en la vida cotidiana: Cristina, “la Vidal”, Alberto, Macri... Esos nombres y apellidos -explica la pedagoga Mariana Dato- les llegan con un adjetivo calificativo de cada uno, que en una suerte de “maridaje” el ingenio popular ha logrado naturalizar.
“Claro está que no podemos generar una burbuja al estilo de la película Good bye Lenin para que ellos no se enteren de lo que pasa en el mundo, en el país. Por el contrario, me juego a decir que hasta los contenidos escolares que abordan la constitución y la forma de gobierno como ejes de enseñanza de las ciencias sociales desde tercero o cuarto grado, nos están poniendo un bocadillo que no podemos evitar”, sostiene.
Para la política, así como para otros temas, no hay recetas mágicas, opina Dato: la escucha es el comodín y como padres hay que entrenarla. “Cuando pregunten por una propaganda, un panfleto, una noticia, hay que repreguntarles a ellos qué entienden para, a partir de sus conocimientos previos, deconstruir, reconstruir y elaborar la información de manera sencilla y veraz”, recomienda.
Y, sobre todo, resalta que a los niños no hay que engañarlos, porque la verdad “es el regalo más barato y más valioso que podemos ofrecerles como padres y madres, siempre adaptada a sus intereses y a su edad”.
Mientras que frente a los maridajes sujeto/adjetivo, cree que es bueno explicar que se trata de modos de decir de ciertos sectores, que resultan ofensivos porque expresan un enojo con una acción de esa persona, pero que no está bien ofender y que la democracia como forma de vida nos permite expresar lo que pensamos, debatir y discutir sin necesidad de agredir. Y ahí -finaliza- está el valor y el aporte que ellos y nosotros podemos hacer a la paz social y al bien común.