“Fáciles, rápidas y sin complicaciones” es el enganche con el que somos atrapados al buscar nuevas recetas que salven nuestro menú diario. No podemos quejarnos, las facilidades que brinda el mercado gastronómico llegan a lugares insospechados como el ajo líquido, los huevos en polvo y el limón deshidratado. Además de contar con aliados ya envasados que nos impiden caer en el fast food.
A medio camino entre librar una batalla con el delivery, la falta de tiempo para prender el horno y los consejos de nutrición están ellos: los productos en lata o congelados. “Al pensar en las verduras freezadas regularmente se nos viene a la mente algo envuelto en plástico y las terminamos asociando con ingredientes menos saludables. En realidad estas frutas y vegetales se equiparan, en términos nutricionales, a las alternativas frescas, porque se cosechan y se congelan en su etapa de mayor madurez”, explica la nutricionista Eugenia Posse.
La justificación está en el mismísimo ciclo natural que los frutos. Una vez que son extraídos de la tierra, su calidad nutritiva empieza a mermar. “Por eso es normal que las verduras duren de tres a cinco días en la heladera antes de oxidarse. Si bien los congelados son opciones industrializadas, gracias a las bajas temperaturas de enfriamiento la disminución nutricional se detiene mejor”, agrega la licenciada en Nutrición Dolores Moreno.
En promedio, este proceso industrial permite que una bolsa de frutos rojos, de duraznos o de repollitos de bruselas dure de seis a 12 meses en el freezer. Siempre lista para presentar batalla cuando la pregunta “¿qué comemos?” ataca durante los feriados o los domingos.
No obstante, hay que hacer una aclaración. Aunque el catálogo comercial de pulpas y de hortalizas sea amplio, los especialistas recomiendan que los congelados sean hechos a mano. Sobretodo para evitar ingredientes extras. “Las planificaciones dietarias más efectivas son aquellas en las que priman los preparados naturales y caseros. El tema es que muchas veces nos falta tiempo y la rutina confabula en contra de nuestros hábitos saludables”, comenta la coach de alimentos Mariana Luna Segura para quien la tendencia del meal prep (sistema mediante el cual se cocina en un día para toda la semana) está en auge.
VARIEDAD. Con el meal prep aumentó el consumo de congelados.
El método es bastante sencillo y apenas se requiere escaldar los vegetales durante unos tres minutos para frenar la actividad enzimática. Luego, hay que traspasar las hortalizas a un envase con agua helada y listo. “Por supuesto, esta aprobación healthy no corre para los rebozados. Y menos al tratarse de medallones de merluza o de pollo con rellenos. Ahí sí, la recomendación central es acudir a una pescadería o empanar con avena los trozos de carne”, enfatiza Mariana.
Dentro de una lata
En lo que refiere al compacto mundo de las latas de aluminio, uno de los mayores mitos que corren en las góndolas es el uso de aditivos insalubres. “Los choclos, las arvejas o las ensaladas jardineras envasadas son catalogadas como alimentos procesados porque incluyen sodio o azúcares. Es mejor consumirlas de manera espaciada y lavarlas bien para minimizar la presencia de los conservantes”, sugiere Dolores.
Los recaudos son chequear que la lata no esté oxidada ni abollada, evitar consumir directamente del envase y guardar las sobras en otro tupper. “Las frutas y las verduras enlatadas pueden permanecer en la alacena hasta más de un año. De hecho, algunos fitoquímicos como los betacarotenos de las zanahorias y el licopeno de los tomates mejoran con el proceso de enlatado. Por eso, es preferible elegir la versión en lata de estas verduras”, completa Eugenia.
Pare-carrito helado
Antes de creer que la solución de nuestra dieta cabe en el refrigerador debemos hacer una advertencia: como las buenas cosas de la vida, las conservas no duran eternamente.
Los atados de espinaca o de acelga pueden resistir hasta seis meses en el congelador mientras que las chauchas duran 10 y las remolachas, cinco. A la lista se suman el repollo y la zanahoria, con un máximo de ocho meses de acopio, y los bastones de papas, con dos meses de preservación.
“La mayoría de las frutas y de las verduras pueden congelarse, pero es desaconsejable hacerlo con los alimentos que vayamos a comer crudos. Por ejemplo, con la lechuga, el tomate, el pepino y el pimiento, porque la congelación modifica su textura, su olor y su sabor”, aclara Eugenia. Si no, el resultado es una compadeciente hoja de rúcula o frambuesas tan blandas que parecen plastilina.
En cuanto al queso, su freezado depende de la cantidad de grasa que presente la variedad. Las hormas cremosas, de gouda o de brie son fáciles de congelar (duran tres meses). En cambio, los quesos más duros se desmigajan al descongelarlos.
Por último, el pan francés resiste dos meses y las pastas (tallarines, ñoquis y sorrentinos) llegan a cinco.
Consejos para el congelado casero
- Para envasar las verduras se recomienda usar bolsas herméticas que impidan la circulación del aire y la absorción de olores. También podemos recurrir a envases de plástico bien lavados y con separadores.
- Según el vegetal o la fruta, los tiempos de preservación varían. Siempre es útil etiquetar los empaques con la fecha en que producimos los congelados.
- Es necesario lavar las verduras antes de freezarlas. Podés hacerlo agregando un chorro de vinagre o una cucharada de bicarbonato de sodio cada dos litros de agua potable.
- En preferencia, debemos realizar el proceso de refrigeración el mismo día en que compramos las frutas o los vegetales. Hay que evitar freezar los productos cuando su oxidación sea notable o estén a punto de “pasarse”.
- Si queremos mantener el sabor del preparado intacto, hay que sacarlo del congelador la noche anterior. Un método para evitar el excesivo filtrado de agua es colocar un colador debajo. Esto permitirá que, por ejemplo, la espinaca y los frutos rojos preserven su textura.
- Durante la organización de los tuppers, es preferible ubicar los productos lejos de las carnes, los rebozados y los panes por temas de higiene y de contaminación cruzada.