BUENA
MINISERIE / POR NETFLIX
Fergus Suter (Kevin Guthrie) y Arthur Kinnaird (Edward Holcroft) pertenecen a mundos distintos, pero son opuestos que se atraen en el campo de juego. Intuyen que algún día el fútbol que tanto los apasiona se convertirá en un espectáculo de masas, pero antes será inevitable un proceso de cambios que los tendrá como protagonistas. En la cancha se relojean, se respetan, se admiran. Fuera de ella trazan su camino entre amores, tensiones y los siempre complejos entramados familiares. Por todo eso, “Un juego de caballeros” es mucho más que una miniserie sobre los orígenes del fútbol en Gran Bretaña.
Norte de Inglaterra, segunda mitad del siglo XIX. El fútbol emerge como fenómeno en una sociedad convulsionada por los efectos de la Revolución Industrial. El juego de la nobleza rica y educada -a la que pertenece Kinnaird- va siendo colonizado por equipos de los sectores populares -de los que forma parte Suter-. Es un choque de clases que se vive en las fábricas y en las calles, a partir de los crecientes reclamos sindicales, y se plasma en la cancha, por ejemplo cuando se enfrentan los flemáticos Old Etonians (donde juega Kinnaird) con los proletarios de Darwen (el primer equipo de Suter).
La miniserie va recogiendo ese clima de época guiada por la mano maestra de Julian Fellowes, toda una autoridad en el tema: ganó un Oscar por el guión de “Gosford Park” y es uno de los cerebros detrás de “Downton Abbey”. Nadie mejor que Fellowes para retratar los sentimientos de clase (las altas y las bajas) en la Inglaterra decimonónica.
Todo sin olvidar que Fellowes está mezclando la ficción con la historia. A Suter se lo reconoce como el primer futbolista profesionall desde que abandonó su Escocia natal para sumarse al equipo de la firma Darwen a cambio de un sueldo. Como estaba prohibido pagarles a los jugadores, el trato se disfrazaba como un contrato laboral en la fábrica. Luego Suter cambiaría Darwen por Blackburn seducido por 100 libras en efectivo, una cifra altísima para la época. Seguirá sus pasos a Blackburn su gran amigo -y también destacado futbolista- Jimmy Love (James Harkness). También Kinnaird es un personaje real; en su caso, una vez retirado de las canchas le tocó presidir la Federación Inglesa durante muchos años.
Los mejores momentos de “Un juego de caballeros” se disfrutan cuando la miniserie -seis episodios- hace pie en los entretelones de ese fútbol naciente. Suter les explica a sus compañeros que es mejor pasarse la pelota que patearla para adelante y correr todos detrás de ella. Se nota una cuidadosa reconstrucción de las primeras canchas, de la ropa de los futbolistas, de sus costumbres y hasta del juego (y se sabe que el fútbol es uno de los deportes más difíciles de ficcionalizar cámara en mano).
Los arcos argumentales dramáticos, en cambio, no escapan del lugar común. Hasta se nota una llamativa falta de vuelo en los diálogos. Extraño tratándose de Fellowes. Kinnaird y su esposa, Alma (Charlotte Hope, a quien vimos en “Game of Thrones” y “La teoría del todo”), sufren por los hijos que no llegan; mientras Suter padece la lejanía de su familia mientras intenta seducir a una aguerrida madre soltera llamada Martha (Niamh Walsh). Hay vida fuera de la cancha, nos dice Fellowes, y se da con el gusto de demostrarlo.