Por Demian Orosz.-
“El virus es la condición de un salto mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá”. Con esa frase cierra un texto del filósofo italiano Franco Berardi, conocido como “Bifo”. Es la entrada del 13 de marzo, un fragmento de una especie de diario íntimo combinado con la crónica de vivencias personales y el análisis filosófico que el autor incrementa cada varios días.
Bifo es uno de los pensadores que están intentando descifrar, en caliente, qué mundo se abrirá una vez que la pandemia de coronavirus llegue a su término. “Nadie puede decir cómo saldremos de esta”, anticipa. Y añade: “Podríamos salir, como alguno predice, bajo las condiciones de un estado tecno-totalitario perfecto. En el libro Black Earth, Timothy Snyder explica que no hay mejor condición para la formación de regímenes totalitarios que las situaciones de emergencia extrema, donde la supervivencia de todos está en juego”.
El filósofo recuerda que el sida, en su momento de irrupción, implicó una mutación psíquica y creó las condiciones “para un adelgazamiento del contacto físico y para el lanzamiento de plataformas de comunicación sin contacto”.
“Ahora podríamos muy bien pasar a una condición de aislamiento permanente de los individuos, y la nueva generación podría internalizar el terror del cuerpo de los otros”, avizora con tono oscuro.
El autor de La fábrica de la infelicidad no está solo en esta extraña cruzada que busca mirar hacia el futuro próximo a partir de la desorientación brutal en la que nos ha arrojado el presente.
La teórica feminista estadounidense Judith Butler, la escritora y activista canadiense Naomi Klein, y un puñado de filósofos contemporáneos muy conocidos como el esloveno Slavoj Zizek, el coreano Byung Chul-Han y el italiano Giorgio Agamben también han escrito en estos días ensayos o notas periodísticas procurando indagar qué tipo de planeta habitaremos al término de la cuarentena que rige en medio mundo.
Algunas visiones chocan de frente y plantean escenarios opuestos. El histriónico Zizek ve en la pandemia de covid-19 la ocasión de asestarle al capitalismo un golpe mortal. En un texto publicado en el sitio Rusia Today, estableció una comparación extravagante entre el momento que vivimos y una escena de la película Kill Bill 2, de Quentin Tarantino. En esa escena Beatrix Kiddo, el personaje que interpreta Uma Thurman, utiliza la “Técnica del corazón explosivo” para liquidar a su oponente.
El autor de En defensa de las causas perdidas cree que “la epidemia de coronavirus es una forma especial de ‘Técnica del corazón explosivo’ en el sistema global capitalista, un síntoma de que no podemos seguir en el camino que hemos seguido hasta ahora”, y considera que el mundo que vendrá deberá optar entre una barbarie planetaria en la que el capitalismo impondrá condiciones aún más duras o la reinvención de un programa comunista sui generis.
La respuesta vino de Byung Chul-Han, un pensador muy influyente dentro y fuera de la academia. “El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución”, replicó el autor de La sociedad del cansancio.
El filósofo radicado en Berlín cree por el contrario que el virus aísla y potencia los sentimientos individualistas de las personas, que está lejos de generar algún tipo de sentimiento colectivo fuerte y que pone a cada uno en la lucha por la propia supervivencia. Plantea serias dudas sobre la emergencia de una solidaridad global que desarme la base del sistema capitalista y permita soñar con una sociedad más pacífica y más justa.
La “eficacia” asiática
En su artículo, publicado en el diario El País de Madrid, Byung Chul-Han abre su análisis a un paneo sobre el éxito que habrían alcanzado en la gestión de la crisis algunos países asiáticos. En parte debido a determinadas configuraciones culturales, como la valoración positiva de la obediencia y un celo de baja intensidad en relación al cuidado de las libertades individuales tal como se entienden en Occidente, y en gran medida gracias a sistemas muy estrictos de vigilancia digital y control social, Asia estaría mejor preparada para atenuar la pandemia y hacer cumplir las cuarentenas.
Aunque ahora crecen las sospechas sobre la posible manipulación de cifras por parte del gobierno chino, otros territorios de Asia como Taiwán, Hong Kong y Singapur habrían logrado controlar la expansión del virus. El pensador coreano describe un paisaje hasta hace poco impensado: previo al cierre de fronteras, hubo un éxodo de asiáticos desde Europa, el lugar donde más crece la pandemia junto a Estados Unidos, hacia sus países de origen.
Allí se sienten más seguros, afirma, y se pregunta sobre la posibilidad de que, al término de la epidemia, el modelo chino y su supuesta eficacia se “contagien” a un Occidente que vea en el Estado policial digital una chance de vivir mejor y a salvo.
Byung Chul-Han recuerda la hipótesis de Naomi Klein, autora de La doctrina del shock, para quien “la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron conmociones”.
“Ojalá que tras la conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino –ruega el pensador–. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo”.
Vacuna, racismo y capitalismo
En un texto fuertemente anclado al momento que vive Estados Unidos (la pandemia crece al tiempo que el país se debate en la carrera presidencial en vista a las elecciones del 3 de noviembre), y con crudas opiniones sobre el accionar suicida de Donald Trump, Judith Butler lanzó una mirada humanitaria en un texto que llama a pensar en los otros.
“El virus no discrimina. Podríamos decir que nos trata por igual, nos pone igualmente en riesgo de enfermar, perder a alguien cercano y vivir en un mundo de inminente amenaza. Por cierto, se mueve y ataca, el virus demuestra que la comunidad humana es igualmente frágil”, escribió la influyente activista feminista, autora de El género en disputa.
El panorama que describe es desolador en relación “al refuerzo de las políticas nacionales y el cierre de las fronteras (a menudo acompañado de racismo temeroso) y la llegada de empresarios ansiosos por capitalizar el sufrimiento global”.
Suma Butler: “Todos dan testimonio de la rapidez con la que la desigualdad radical, que incluye el nacionalismo, la supremacía blanca, la violencia contra las mujeres, las personas queer y trans, y la explotación capitalista encuentran formas de reproducir y fortalecer sus poderes dentro de las zonas pandémicas. Esto no debería sorprendernos”.
Duda incluso del alivio que podría aportar la aparición de una vacuna contra el covid-19 si su distribución se deja librada a la mano del mercado: “El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo. Es probable que en el próximo año seamos testigos de un escenario doloroso en el que algunas criaturas humanas afirmarán su derecho a vivir a expensas de otros, volviendo a inscribir la distinción espuria entre vidas dolorosas e ingratas, es decir, aquellos quienes a toda costa serán protegidos de la muerte y esas vidas que se considera que no vale la pena que sean protegidas de la enfermedad y la muerte”.
Captura del pensamiento
Incluso el pensamiento intelectual es capturado por la máquina capitalista, afirma el filósofo cordobés Emmanuel Bisset. “Todos piensan. Todos responden. Todos interpretan. De Zizek a Butler, de Agamben a Esposito, de Byung Chul-Han a Latour. Y, sin embargo, la velocidad, la cantidad, la publicidad de todas las opiniones parecen alojar dos dudas: una, ¿sigue funcionando la figura del intelectual, aquel que interviene y esboza una crítica del presente? ¿No son los intelectuales balbuceos de un mundo muerto? Dos, ¿no confirmaron, cada uno a su modo, cosas que ya habían dicho? ¿Repetir certezas previas no es un modo de no pensar nada?”, se pregunta.
“Todes saben lo que sucede –añade–, todes tienen palabras mágicas para decir: capitalismo, biopolítica, antropoceno. Y, sin embargo, con ello confirman otra cosa, un modo del mundo que presumen criticar: no se puede parar, no se puede parar de decir, de publicar, de escribir. En la detención del mundo, la hiperproductividad intelectual. La voracidad del capital sediento, siempre vampiro, es también la compulsión del decir intelectual”.
Pandemia y distopía
“La emergencia en la que la expansión del covid-19 nos ha ubicado es forzosa: el virus enseña las limitaciones de las democracias liberales para dar respuestas a los problemas que supone la crisis sanitaria y transforma profundamente nuestra vida cotidiana”, señala la licenciada en filosofía y profesora cordobesa Constanza Filloy.
“En su expansión acelerada –describe–, la pandemia ha habilitado diversas imágenes de lo que pareciera ser el final del mundo tal y como lo conocemos, disparando polémicas acerca de las oportunidades de transformación social que inaugura la situación actual”.
Cree que la cuarentena nos ha puesto “de lleno en la marea digital que nos esperaba hace años”. “En la organización del mundo digital que se ha sofisticado de manera considerable en las últimas semanas hay, sin embargo, indicios de movimientos novedosos –describe–. Algunxs estudiantes festejan su graduación en Minecraft y se crean partidas online multitudinarias a una velocidad inédita; se multiplican las formas de ocio online e incluso las fiestas. Gradualmente, se actualizan formas de protesta exigiendo el cumplimiento de derechos sociales y el cuidado de los sectores más desprotegidos ante la emergencia. El virus nos empuja hacia el avatar: a la vez que confina a muchxs de nosotrxs en nuestras casas, parece acercarnos a dinámicas cuya potencia colectiva aún podemos explorar”.
“Como ha señalado Byung-Chul Han –resume–, un virus no puede hacer la revolución. Pero hay quizás, en el borde de la pandemia, una invitación a trabajar en un futuro que nos devuelva nuevas conexiones entre las cosas. Posiblemente, el final puede parecerse también a la tarea minuciosa de búsqueda de figuras políticas alternativas, colectivas, a la altura de nuestra propia distopía”.
Apoyo
Sopa de Wuhan, título que toma su nombre del lugar donde se originó el virus, es una compilación de pensamiento contemporáneo en torno al covid-19. Reúne buena parte de la producción filosófica que se publicó entre el 26 de febrero y el 28 de marzo de 2020. Incluye textos de Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Franco “Bifo” Berardi, Santiago López Petit, Judith Butler, Alain Badiou, David Harvey, Byung-Chul Han, Raúl Zibechi, María Galindo, Markus Gabriel, Gustavo Yañez González, Patricia Manrique, Paul B. Preciado.
Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.