Por Daniel Valli - Titular de Valli+Partners
Muy pocas veces los argentinos vivimos crisis con la misma intensidad que otros ciudadanos en el mundo. El coronavirus es global y esto permite entender mejor cómo las personas de diferentes lugares reaccionan ante situaciones similares.
En todo el mundo, los líderes proactivos que cuidan a su gente son los más valorados. La imagen de Alberto Fernández ha crecido sensiblemente y no es la excepción. Su actitud ante la crisis lo pone en el lugar de líder con sentido común, como ha sucedido en Uruguay, Perú, Colombia, Chile, Alemania y muchos otros países.
Digo esto porque hay líderes que parecen no tener sentido común y su imagen se deteriora sensiblemente. Desde Donald Trump, pasando por Jair Bolsonaro, hasta Andrés Manuel López Obrador. No se trata de que sean de “derecha” o de “izquierda”. No es un problema ideológico. Lo que cuenta es cómo toman las decisiones y cómo las comunican.
Crisis es un término de origen griego krisis que deriva del verbo krinein. Su significado es “decidir”. Designa el momento donde se debe tomar una decisión trascendental, como cuando un médico se encuentra frente a una situación de emergencia, y debe decir si operar o no. A la vez, el término crisis significa separar. Este significado es también acertado en este momento donde es necesario separarnos y aislarnos.
En la crisis, las personas esperan que sus líderes tomen decisiones. El presidente Alberto Fernández las está tomando con sentido común y las comunica en forma apropiada. Lo hace en forma proactiva y calmado cuando se dirige a todos, como un padre que cuida a sus hijos o un buen maestro con sus alumnos, en forma empática y cercana.
Lo hizo bien en todas las conferencias sobre la pandemia incluyendo la del último viernes. Hasta incluyó gráficos que, aunque no se entendieron bien, fueron simbólicos: un profesor mostrando a todos nosotros -sus alumnos- la comparación con otros países. Lo que se vio muestra que, por ahora, la situación se encuentra bajo control, aun con la duda que genera para muchos no haberse practicado tests a gran escala.
Pero, cuidado, hay otro tema muy importante. Una cosa es lo que se dice y otra, lo que hace. No hay buena comunicación sin buenas acciones. La comunicación no tapa los errores, tal vez lo pueda hacer en el corto plazo, pero luego se transformará en un búmeran.
El Presidente tiene dos desafíos enormes. Gestionar adecuadamente la crisis y comunicar en forma homogénea sus decisiones.
La gestión de la crisis empezó tarde sin tenerlo como guía, lugar que ocupaba el ministro de Salud. Pero sólo basta escuchar las primeras declaraciones poco felices del ministro para entender que el inicio fue negativo. Luego Alberto Fernández decidió transformarse en el líder, como correspondía ante la gravedad de la situación. Y tomó la decisión que mayor impacto positivo tuvo en la opinión pública: instaurar el aislamiento, seguido luego por las extensiones. Con eso logró el apoyo de gran parte de la sociedad y este fue tan potente que disminuyó el daño provocado por errores graves que se fueron cometiendo en el camino. Como exponer en la calle a los jubilados sin un protocolo de cuidado o las compras con sobreprecios que hicieron pensar en situaciones de corrupción del pasado. O hablar en forma inapropiada de los empresarios.
Desde el plano comunicacional, la forma que comunicó el aislamiento y luego las extensiones fueron muy eficientes. Vimos la imagen de un Presidente sensible, preocupado, pero ocupado, con decisión, pero calmo. Con eso conquistó a quienes tienen en su cabeza cadenas nacionales impetuosas donde el discurso era político, con aliados y enemigos. Fernández se cuidó bien en las cadenas de hablar a todos. Y eso tuvo un impacto muy positivo.
¿Qué pasará en el futuro? El futuro dependerá de su gestión y su comunicación.
Las personas lo seguirán apoyando si la gestión de la crisis sanitaria es exitosa. Si la ayuda económica a los que menos tienen, y a las pequeñas y medianas empresas llega realmente. Si los nuevos impuestos que se planean sólo apuntan a una real minoría. Esto recién empezó, y habrá que lidiar con el pico de la pandemia y con los efectos nefastos a la economía.
El otro plano clave es la comunicación. Si continúa con su perfil conciliador y la gestión de la crisis es razonablemente adecuada, habremos visto la construcción de un nuevo liderazgo propio y no prestado como sucedió al asumir. Para lograrlo, tendrá el gran desafío de no realizar acciones que satisfagan a ciertos sectores mayoritarios de su sector político, pero que son resistidos por muchos de los que no lo votaron y hoy lo apoyan.
El mejor Fernández lo encontramos cuando cumple el rol de “profesor”, empático, nos enseña, se acerca, no se pelea. Tiene la autoridad que le da el saber. El peor Fernández es cuando asume el rol de político o abogado, donde se enoja, donde quiere mostrar poder porque se lo da el cargo. Donde muestra que tiene que ganar -frente a otros, no contra el virus-, algo que no es conveniente en una crisis. En este tipo de crisis no se gana, se guía.