Le tenemos confianza ciega al invierno. Nos han dicho que cuando bajen las temperaturas estamos salvados: desaparecerán los mosquitos, y con ellos el dengue nos dará un respiro. Todos lo creímos. Pero no contábamos con la astucia del Aedes aegypti, la especie que transmite la enfermedad y que cada día muestra una sorprendente capacidad de adaptación. Ahora nuevas investigaciones revelan cómo puede resistir al frío y hacerse fuerte.
En el último tiempo, el Aedes contagió a 1.300 tucumanos. La epidemia, que se encuentra en su pico más alto de casos, podría extenderse hasta fines de mayo o principios de junio. ¿Qué es lo que llevó a este mosquito a sobrevivir hasta entrado el otoño, incluso en áreas impensadas y templadas como Buenos Aires? Esa es la pregunta que se hicieron investigadores del Grupo de Estudio de Mosquitos (GEM) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. La doctora Sylvia Fischer, investigadora del Conicet e integrante del grupo, dio los detalles del trabajo en una entrevista exclusiva con LA GACETA.
EN ACCIÓN. Sylvia Fischer durante su investigación en Buenos Aires.
“Hace tiempo que el mosquito Aedes nos viene alertando sobre su avance y su adaptación al frío”, señala la especialista. Los resultados de dos estudios sorprendieron a los propios investigadores, que no esperaban encontrar los mecanismos de supervivencia que mostraron estos insectos para tolerar y superar el invierno, lo cual le permite expandir su población hacia límites impensados.
-¿Cuál fue el primer hallazgo que hicieron?
- Se sabe que los huevos del mosquito Aedes aegypti pueden sobrevivir hasta un año sin agua y, también, que son capaces de resistir bajas temperaturas. Hasta ahora, se pensaba que durante el invierno los huevos permanecían en estado latente, aguardando la llegada de la primavera y, con ella, de las condiciones de temperatura y humedad adecuadas para eclosionar y dar origen a las larvas. Nuestros estudios mostraron que los Aedes sí pueden completar su desarrollo a una temperatura de sólo 12°C, algo que no se ha reportado en ningún otro lugar del mundo. El trabajo lo hicimos primero en un laboratorio y luego como experiencia de campo en un barrio de Buenos Aires, durante el invierno. Hubo tres semanas en las que las temperaturas bajaron mucho y la eclosión de los huevos disminuyó un poco, pero nunca se detuvo. Para nuestra sorpresa, durante el lapso que abarcó el estudio las larvas completaron su desarrollo hasta el estado adulto en un porcentaje significativo: el 30% lo hizo. En conclusión: nuestro invierno ya no es tan duro para el mosquito.
- El segundo descubrimiento, ¿qué aportes hizo?
-En la antesala al invierno o en el invierno mismo se viven días con más de 12ºC. Este contexto podría incitar la eclosión de los huevos, pero si luego desciende la temperatura las larvas morirían al cabo de horas, perdiendo una gran cantidad de futuros adultos en ese “error de cálculo”. En otras palabras, los huevos necesitan superar con éxito el invierno, y lo logran al evitar las eclosiones inoportunas. ¿Cómo lo hacen? Las hembras de Aedes aegypti encontraron, al menos localmente, una estrategia que esta especie no desarrolló en ninguna otra parte del mundo. Esta estrategia se llama “diapausa”.
- ¿Qué es concretamente la “diapausa”?
- Es como programar los huevos para que tengan un sueño profundo y no eclosionen en cualquier momento aunque estén expuestos a temperaturas favorables. Este mecanismo les permite que los huevos eclosionen en primavera, por ejemplo, y así se aseguran de que esos mosquitos tendrán una mayor supervivencia. Muchísima bibliografía científica sostiene que Aedes aegypti no tiene diapausa, y eso permitió creer que el mosquito no iba a poder franquear determinados límites climáticos. Desafiando la teoría, hicimos dos experimentos en distintas épocas del año que nos probaron lo contrario. En los huevos de hembras de Aedes criadas con fotoperiodos de invierno la eclosión era muchísimo menor que en los huevos de las hembras criadas con fotoperiodo de verano.
EN ACCIÓN. Sylvia Fischer durante su investigación en Buenos Aires.
- ¿Te animás a decir que podríamos tener mosquitos todo el año y, en consecuencia, en forma permanente el problema del dengue?
-Es muy difícil saber la respuesta. Pienso que el mosquito sí puede franquear los límites climáticos. Los Aedes se dispersan cada vez más hacia áreas más frías, lo cual hace creer que en zonas como Tucumán podrían desarrollar una tolerancia que les permita en ese clima tener un ciclo reproductivo todo el año.
- Después de estos trabajos, ¿creés que es necesario desarrollar otras estrategias de prevención?
- Las investigaciones nos mostraron que la única etapa que podemos limitarle es su ciclo acuático, no dejándoles a disposición recipientes con agua para que sus larvas se desarrollen. Si bien el Aedes parece haber encontrado nuevas estrategias contra el frío del territorio argentino, el mayor reto lo enfrenta cuando los vecinos se organizan y eliminan los criaderos de sus casas. Frente a eso no hay adaptación que valga para sobrevivir.
- ¿Qué opinás de las fumigaciones?
- No es una estrategia efectiva ni sustentable. Sólo afecta a los mosquitos adultos y no resuelve el problema de fondo. Además, está demostrado que los Aedes desarrollan resistencia a los insecticidas. Hay que seguir apostando fuerte al descacharramiento. Parece tan sencillo, pero es muy difícil convencer a la gente.
- ¿El dengue es o no una enfermedad de la pobreza?
- Hay variables de la pobreza, como la densidad poblacional, que hacen a estos sectores de la sociedad más vulnerables frente a la enfermedad. Más personas hacinadas hacen posible un mayor contagio de dengue. Además, el desorden ambiental de los sectores de bajos recursos -muchas veces desatendidos- favorece el desarrollo del mosquito.