BIOGRAFÍA
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ – UNA VIDA
GERALD MARTIN
(Debate – Buenos Aires)
Después de la fama que le dio Cien años de soledad (1967), de la gloria que significó el premio Nobel de Literatura (1982) y de la ratificación de su genialidad que concretó con El amor en los tiempos del cólera (1985), Gabo “recuperó su obsesión por el cine”, puntualiza Gerald Martín en Gabriel García Márquez – Una vida, la biografía “tolerada” por el imperecedero escritor colombiano.
“Su iniciativa más ambiciosa en el terreno cinematográfico sería la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana en combinación con una nueva Escuela Internacional de Cine y Televisión que se emplazaría en San Antonio de los Baños, a las afueras de la ciudad. En este proyecto, más que nunca, apoyaría sus creencias revolucionarias con su dinero capitalista. Tal vez lo inspirara la siguiente máxima: allí donde la política ya no es viable, mira hacia la cultura. La nueva fundación contribuiría a unificar la producción y los estudios cinematográficos en el continente, y la escuela impartiría la teoría y la práctica del oficio, no sólo a los jóvenes latinoamericanos, sino también a estudiantes de otros lugares del mundo”, puntualiza Martin.
Influencia castrista
A García Márquez lo alentaba, también, el pensamiento cuasi beligerante que Fidel Castro tenía respecto de la cuestión. Según la biografía, el fallecido líder cubano sostenía que la influencia del cine era comparable a una batería de cañones disparando hacia adentro y hacia afuera. Advertía, además, que leer un libro tomaba a menudo varios días, mientras que un documental demandaba menos de una hora. Y, aunque no lo había expresado, lo cierto es que en los 80 la superpotencia que era Estados Unidos se encontraba gobernada por quien había sido una estrella de los westerns de Hollywood: Ronald Reagan.
LA ESCUELA DE CUBA. Gabo y Fídel, durante la inauguración en 1986.
El autor de Crónica de una muerte anunciada se entregó “en cuerpo y alma” a estas iniciativas, según su biógrafo. Hasta el punto de que el 15 de diciembre de 1986 se anuncia que la Escuela Internacional de Cine y Televisión filmaría siete guiones escritos por su fundador. Pasó varios meses en La Habana y en los diarios de América Latina y de España aparecían frecuentemente noticias sobre las actividades del escritor vinculadas con el cine y las adaptaciones de sus obras.
Diferencias
Según Martín, el séptimo arte tenía notables diferencias con el oficio de la escritura. “El cine no era como la literatura, cuyos creadores están sentenciados a la soledad. El cine propiciaba camaradería, el trabajo colectivo, estimulaba la actividad, desbordaba juventud. El cine era sexy y divertido. Y García Márquez disfrutó de la experiencia en todo momento. Estaba rodeado de mujeres jóvenes y atractivas, de hombres enérgicos y con ambiciones, pero deferentes, y se hallaba en su elemento”.
La otra diferencia con la creación literaria que remarca Martin es que el cine era costoso. Da cuenta de que, “según se dice”, en 1987 “invirtió medio millón de dólares de su propio dinero en la escuela, además de la mayor parte de su inestimable tiempo. Fue entonces cuando empezó a cobrar a los medios europeos o norteamericanos que lo entrevistaban 20.000 o 30.000 dólares por sesión, a fin de reunir fondos para la fundación cinematográfica. Cuesta creer que tantos de ellos desembolsaran”.
Entre los visitantes y los profesores de los talleres que impartía la escuela, pasaron por allí Francis Ford Coppola, Gillo Pontecorvo, Fernando Solanas y Robert Redford. “Por lo general -describe Martin-, diría que su política consistía en vender sus precios a alto precio a productores no latinoamericanos; y, en cambio, darlas por muy poco o nada a los latinoamericanos. Había ciertas obras, en especial Cien años de soledad, que nunca permitiría que se adaptasen a la gran pantalla, una postura que le había llevado a entrar en conflicto con Anthony Quinn”.
La biografía, justamente, recuerda que el actor de “Zorba, el Griego” había asegurado que García Márquez había aceptado su oferta de U$S 1 millón por la gran novela, pero que después incumplió con el trato, cosa que el colombiano siempre desmintió.
El límite
Otro fue el caso de El amor en los tiempos de cólera. En Una vida se precisa que en 2007 acabó por darle su consentimiento a un realizador de Hollywood, el inglés Mike Newell, para rodar la película en su amada Cartagena de Indias, con el español Javier Bardem como protagonista. “En aquella época -anota Martin-, los rumores anunciaron que Mercedes (Barcha) había acabado por perder la paciencia con la filantropía incesante de su marido y quería ahorrar algún dinero para dejar a sus herederos. Era, al fin de cuentas, ‘su’ libro”.
El biógrafo de García Márquez arriba a una conclusión sin concesiones. Recuerda que, a menudo, Gabo decía que su relación con el séptimo arte era como un matrimonio desgraciado, en el que las partes no se llevan bien, pero tampoco pueden vivir la una sin la otra. “Tal vez un modo más cruel de expresarlo sería decir que lo suyo era un amor no correspondido: él no podía vivir sin el cine, pero de hecho el cine podía seguir adelante sin él tan campante…”
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Álvaro José Aurane