DIVULGACIÓN
LAS MEDICIONES NO FUERON SIEMPRE ASÍ
JUAN SABIA
(Iamiqué - Buenos Aires)
Crecimos a la sombra de un adagio popular que rezaba: “La necesidad agudiza el ingenio”; sin duda este libro es una prueba del ingenio de la especie humana en el acaecer histórico. Nos referimos a la habilidosa construcción de todas las formas de diagramar y medir el mundo que vivenciamos como si hubieran emergido de la naturaleza, en un “a priori” irreflexivo. El texto legitima la certeza de que en todo habita el rastro de la genialidad humana y que las cosas no fueron siempre así. Comenzar con la lectura es una situación de asombro y desconcierto, una especie de Rayuela de los manuales de ciencia, con la carta de presentación de la editorial Iamiqué, pequeña empresa argentina manejada por una física y una bióloga empecinadas en demostrar que la ciencia no muerde”. Este libro que “tiene un ancho de 21 centímetros, una altura de 11 pulgadas, un espesor de un grano de cebada…” es una puerta a la desconcertante manera en que las personas elaboraron estrategias para medir aquello que resultaba inconmensurable a simple vista. Así es como nos enteramos que “la pulgada medía más en Francia que en Inglaterra y más en Inglaterra que en Roma; que los egipcios usaban medidas relacionadas con el ancho de la mano como palma y puño; los mayas, en cambio, tomaban medidas asociadas al largo de las piernas como “la distancia del pie a la rodilla”. Nos enteramos que hace más de 5.000 años los sumerios medían el paso de las horas por medio del movimiento de la sombra de un eje vertical o que existieron “horas canónicas”, como el “laudes” a partir de los salmos:” siete veces al día te alabaré”. Hasta el siglo XIX, ¡cada ciudad tenía su propia hora! Unos minutos de diferencia no traía mayor mayores inconvenientes hasta que llegaron los ferrocarriles. ¡Huelga explicar las complicaciones! Con estos pintorescos relatos y maravillosas ilustraciones, el libro nos enseña en una tirantez fascinante entre lo lúdico y lo científico, entre la diversión y el conocimiento.
© LA GACETA
Graciela Jatib