Los pensamientos de reafirmación personal y los consejos para adaptar las relaciones afectivas al contexto actual han sido una constante en estos últimos meses. Pero, al momento de los hechos, ¿existió una verdadera transformación en los vínculos de pareja?
Con el objetivo de estudiar cómo influyó la cuarentena en las masculinidades (y la maraña de hábitos que las acompañan), un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de La Matanza realizó una encuesta on line a 1.006 varones heterosexuales de diversas edades. Los temas abordados fueron su concepción de la salud, el rol del trabajo y las costumbres que se afianzaron en los hogares.
“Reflexionar sobre las concepciones de las masculinidades y su relación con una crisis (que resulta de carácter extraordinario en todos los órdenes de la vida) puede llegar a iluminar el incierto camino hacia la vida postpandemia”, explicaron Claudio Robles, Sandra Robledo y Patricia Macrini -profesionales a cargo del estudio- a la agencia de divulgación CTyS.
Como resultado, el formulario evidenció que el confinamiento generó un cambio en el ejercicio de algunos mandatos culturales asociados al patriarcado. Modificaciones que “perturbaron” a los encuestados al disminuir su capacidad de ser proveedores e independientes. “Muchos hombres alteraron sus relaciones laborales. En algunos casos, hubo una sobreexigencia de home office, mientras que en otros los ingresos fueron recortados o empeoró el desempleo”, detallaron los especialistas.
Además, el registro mostró que la inequidad en las asignaturas hogareñas persiste. El 42% de los participantes negó haber modificado sus prácticas en casa; el accionar se redujo a ayudar (con los platos, la limpieza de los muebles o las tareas escolares) sólo de ser necesario.
“Los varones consideran al ámbito del hogar como un espacio femenino y esa actitud hace que participen poco -o muy poco- de las actividades domésticas cotidianas. Pareciera que es por temor a ‘contaminarse’ y a poner en peligro su masculinidad”, comentó la psicóloga María Gabriela Córdoba.
Esta actitud se interrelaciona con los cimientos de las expectativas de servicio. “A partir de la autopercepción aprendida de superioridad, los hombres esperan que las mujeres los atiendan y se ocupen de su cuidado. Es una clara maternalización del vínculo de pareja. La mujer suma más y más tareas, mientras que ellos evitan toda actividad catalogada culturalmente como femenina”, enfatizó la especialista en perspectiva de género. Hace años que Córdoba estudia las representaciones sociales de las masculinidades tucumanas. Y con su reciente libro “Ser varón en tiempos feministas. Entre el conflicto y el cambio”, el tema adquiere un nuevo peso.
Según la experta, el foco proyectivo debe ser apoyar a los varones en tres áreas de desarrollo: la corresponsabilidad doméstica, el aprendizaje de herramientas que permitan manejar la frustración y desarrollar habilidades comunicacionales y la apertura a las paternidades activas.
Ser y aparentar
A raíz de la covid-19, entre las transformaciones de las masculinidades hegemónicas que se vaticinan, el sociólogo Oscar Calvin afirmó que los hombres potenciarán el do it yourself (hazlo tu mismo).
“Puede verse cómo la autosuficiencia pasó de ser meramente una cuestión de solvencia económica y el rechazo de la ayuda externa (para no evidenciar debilidad) a involucrar una mayor resolución de problemas prácticos. El darse maña fue potenciado y los llevó a incursionar en tareas de carpintería, jardinería, pintura o gastronomía. Actividades que pronostican un aumento en la presencia de los varones dentro de las áreas creativas y artísticas”, detalló el profesional.
Otro foco apunta a la higiene. “La ruptura con la constante esfera pública también invitó a los varones a resignificar los hogares en que viven. En especial, a los jóvenes. La limpieza y el orden fue menester para la comodidad y algunas prácticas de organización y rutinas de aseo seguirán fijas”, agregó Calvin.
Lo que nos queda
En el análisis de Luciano Fabbri, miembro del Instituto de Masculinidades y Cambio Social (MasCS), las circunstancias actuales permiten visibilizar las desigualdades y los privilegios normalizados. “Como ejemplo está la naturalización de la carga que recae en las maestras. Al estar en casa, los padres vieron el verdadero esfuerzo que hay detrás. Lo mismo ocurre con la labor de las trabajadoras domésticas a domicilio, quienes solían ser menospreciadas”, reflexionó el activista.
En palabras de Fabbri visibilizar las diferencias de género no las erradica, pero sí fomenta la creación de marcos menos propicios para la vulneración de los derechos. “No es un logro menor avanzar en generar consensos sociales sobre qué se entiende por desigualdad y privilegios. Tener claros estos conceptos reduce la tolerancia social a la impunidad”, afirmó el doctor en Ciencias Sociales.
Entonces, ¿qué hacer una vez que la pandemia concluya? “No hay que volver a la vieja normalidad (que era una estructura desigual), sino generar una situación superadora de las desigualdades para que el porvenir sea más justo. Esto es parte de un proceso de modificaciones, aunque los resultados no sean visibles o palpables necesariamente al corto plazo”, sintetizó.