POESÍA
PATERSON
WILLIAM CARLOS WILLIAMS
(Ediciones en Danza - Buenos Aires)
Nacido de la idea whitmaniana de crear una poesía distintivamente americana, con ritmo y lenguaje autárquico, entre 1946 y 1958, el poeta estadounidense William Carlos Williams (1883-1963), intentó dar forma a una épica americana. El resultado han sido los cinco libros y un apéndice: Paterson.
En las antípodas de T. S. Eliot, su poética propone salir a la calle y prestar atención a la superficie del mundo, la infinita geografía de formas, colores y texturas que conforma un lugar en el mundo. Paterson, New Jersey, es el nombre de la ciudad y a la vez, del doctor que habla y deja hablar en el poema. Histórico, autorreferencial, Paterson cambia permanentemente de dirección, y de tono, o registro. No busca los símbolos de las cosas, sino las propias cosas (ya que para el poeta, la realidad produce imaginación y no al revés). Así, a través del verso libre, Williams mezcla poesía, prosa y collage, sumando, incluso, la información fáctica de fragmentos documentales (listas, cartas, informes). Construye una especie de biografía épica de un doctor-poeta, a través de un hábil montaje de escenas y de imágenes. Gracias a la sinceridad de su crudeza expresiva, su objetivismo aproxima los ritmos del habla logrando catapultar el idioma a otras alturas.
Con Paterson, poema insoslayable del siglo XX (sólo comparable a los Cantos de su amigo Ezra Pound), W.C.W. aplica todo tipo de recursos novedosos y vanguardistas; indagaciones formales expansivas. Con tantas aristas y tantas capas de lecturas e interpretaciones en su haber, resulta inútil y secundario intentar rastrear la trama y los personajes de este largo poema. Se trata de un entrecruzamiento de procedimientos que se mueve, se desplaza y relata cargado de disfrazadas referencias íntimas, de mitología clásica y persona, Paterson, entonces, comprendido como una máquina metafórica sometida a una cadencia sonámbula de sucesivas imágenes que dilatan y expanden, o concentran y decantan, sus impredecibles zigzagueos. Un poema desmesurado que explicita y evidencia los mecanismos de su propia construcción, con un especial y personal ritmo interno. Sus peculiares líneas aforísticas, sus descripciones claramente poéticas, sus imaginativos recursos técnicos, son imbuidos de crítica y autocrítica.
El tono nervioso que por momentos fluctúa entre el pulso telegráfico y, por otro lado, el fluir jazzístico, jamás pierden su efecto en la traducción de Silvia Camerotto.
Inacabado, inacabable, Paterson permanece abierto como el destino de su pueblo. De todo pueblo.
© LA GACETA
Augusto Munaro