La vida de la joven salteña Paola Estefanía Tacacho fue un tormento a partir de mayo de 2014. Desde aquel momento no tuvo paz hasta que seis años después fue asesinada en una vereda de la calle Monteagudo al 500, en la capital de Tucumán. Mauricio Parada Parejas, el asesino, le asestó seis puñaladas. Intentó escapar, pero al verse rodeado por varios testigos se hundió el cuchillo en el pecho: era el mismo cuchillo con el que había matado a “Tifa”, como le decían algunas amigas y colegas del profesorado de inglés.
En 2014 fue cuando Mauricio Parada Parejas comenzó a tomar clases de inglés en el nivel terciario del Colegio Mark Twain, ubicado en la misma cuadra donde –seis años después- cometió el crimen.
El martirio de Paola fue haberse cruzado con ese alumno obsesivo y violento. Nunca llegaron a tener una relación, ni fueron novios, pero el alumno comenzó a actuar de manera extraña, primero con mensajes y luego con acciones. Apenas tres meses fue su alumno, pero ese tiempo fue suficiente para que obligara a Paola a cambiar su rutina de vida.
Cambiaba de gimnasio
Paola iba al gimnasio y Mauricio la seguía. Ella cambiaba el recorrido desde su casa hasta el gimnasio y él volvía a aparecer. Le enviaba mensajes a su celular. Ella cambió el teléfono y Mauricio empezaba a enviarle mensajes en las redes sociales. Paola cerró sus redes sociales, pero él insistía en perseguirla.
"Cuando Paola iba al gimnasio, el tipo escribía el nombre de ella a lo largo de todo el camino: en las paredes, en los postes, en cualquier cosa escribía el nombre de ella”, recordó Marcelo Rodríguez, uno de los mejores amigos de Paola Tacacho. “Lo hacía para que ella se diera cuenta de que estaba ahí, observándola todo el tiempo", remarcó.
Marcelo Rodríguez, el mejor amigo de Paola Tacacho.
Marcelo es profesor de inglés y conoció a Paola en 2007, cuando empezaron a estudiar juntos en el profesorado en la UNT. Hicieron la carrera juntos y se convirtieron en grandes amigos. Una amistad que llevaba 13 años de confianza mutua, ayuda con los estudios y preparativos para los exámenes, y charlas sobre los desafíos y los sueños de cada uno.
En el edificio donde vivía Paola
Desde que Mauricio Parada Parejas apareció en su vida, Paola tuvo que cambiar varias veces de gimnasio, pero él aparecía nuevamente. Una vez entró al edificio donde vivía Paola, en calle San Juan al 200. Para hacerle notar que él había estado ahí, le dejó escrito un mensaje en una pared junto a la puerta del departamento. "No era una amenaza, era un mensaje que solo buscaba que ella se diera cuenta de que había estado; nunca dejó de hostigarla", recordó Marcelo.
Todo el tiempo se hacía notar, pero desde las sombras. "Era como decirle estoy aquí, muy cerca -detalló Marcelo-; él (por Mauricio) sabía que yo era el mejor amigo de Paola y por eso empezó a mandarme mensajes a mí también", precisó.
Marcelo todavía conserva capturas de pantalla de mensajes amenazantes, intimidatorios que recibió en sus redes sociales.
Desesperada, Paola le pidió ayuda a Marcelo. Entonces decidieron que había que grabar al agresor. Así fue que Marcelo salió a la calle con el celular listo para captar al perseguidor con la cámara, pero sin que lo notara. Lo grabó en distintos momentos a Mauricio, mientras esperaba a Paola afuera del departamento. "Él andaba por donde ella andaba, pero nunca tuvieron nada; ella apenas lo registraba. Ella llegó a cambiar un laburo para no tener que cruzarlo en el camino", detalló Marcelo Rodríguez.
Diálogo con un hermano
El acoso iba en aumento y lo hacía por distintas vías: mostrándose en la calle, cerca de ella, o escribiéndole mensajes en las paredes y también en las redes. "Después de ella, creo que soy yo la persona a la que más le ha escrito este tipo. A veces creaba tres cuentas distintas Facebook para escribirme; también usaba el correo de gmail y, a veces, Linktree -detalló-. Ella se retiró de las redes sociales por el hostigamiento de él. Una vez fuimos a hablar con el hermano mayor de Mauricio Parada Parejas, pero él nos dijo que no podía hacer nada porque nadie estaba seguro de que realmente era Mauricio quien la perseguía", comentó.
La amistad entre Marcelo y Paola se fortaleció en ese período de desesperación de Paola. Viajaron juntos a Europa y en aquel momento fue un alivio, un cambio de aire. Al regresar de Europa, el acoso se potenció. Entonces, Paola hizo las denuncias en Salta y en Tucumán. "Fui a declarar como testigo varias veces en todas las denuncias", afirmó.
Una fecha temerosa
El joven recordó que en los mensajes que le enviaba Mauricio solía hacer referencias a los grupos feministas. "También me habló de femicidios, me mandaba fotos de matones, y de teorías conspirativas. Me decía que se acercaba el día -explicó-; una vez me dijo una fecha en particular y cuando llegó esa fecha yo no quería asustarla a Paola, entonces me hice como no pasaba nada, pero le propuse que estudiáramos juntos y así me quedé todo el día con ella, acompañándola, sin darle detalles, pero estando al lado de ella, en alerta, por las dudas".
El asesino la observaba todo el tiempo y se hacía notar. Paola, a veces, entraba en una crisis de nervios. Habían realizado las denuncias y él tenía una prohibición de acercarse a ella, pero siempre estaba esperándola en algún lugar por dónde ella estuviera, siempre aparecía. El viernes a la noche la esperó en Monteagudo al 500 y esa fue la última vez, porque la historia terminó con un femicidio y un suicidio.