Solo los fanáticos de los libros entenderán, porque la han vivido, la escena de encuentro entre David Slodky y el poema de César Luzzatto en homenaje al héroe gaucho salteño: es abril de 1996, Slodky viene de un asado, alguien le había regalado allí el libro, apenas está en casa empieza a leer el poemario y cuando termina, al as cuatro de la mañana, está convencido de que se ha encontrado una obra maestra. Llama, a esa hora, al poeta Jacobo Regen, autor del prólogo, sólo para decirle: es una maravilla. Slodky recuerda cada detalle de ese momento, de la misma manera en que los buenos lectores pueden recordar detalles menores del contexto en que descubren algo diferente, algo que los sacude.
Slodky pensó, casi en el acto, en sumarle música ponerle un nuevo título: de “Güemes” a secas, pasó a “Romancero de Güemes”.
Dos meses después presentaron el romancero. Desde 1994 que Slodky venía trabajando en unir la palabra con la música. Tenía un ciclo radial que se llamaba “historias del hombre”, que eran musicalizadas, y en 1995 hizo “Historias en concierto” con un grupo de cámara.
El Romancero fue impulsado, aquella primera vez, por muchos hombres libres de egoísmos: Aráoz Anzoátegui, entonces secretario de cultura municipal, escuchó la idea de musicalizar el poema de Luzzatto e inmediatamente lo puso en contacto con el director de la orquesta municipal (no había orquesta provincial) y así se hizo, en el teatro de la ciudad, que ya no existe.
El poema narra, en 16 romances, “con versos a la altura de Antonio Machado”, la vida de Güemes “con altura poética y gran rigor histórico, más allá de algunas licencias poéticas”, desde que Güemes era niño, hasta que fue traicionado y se le da muerte.
“España no hubiera sido España sin el empecinado Rodrigo Ruiz Díaz de vivar (el cid Campeador), pero tampoco hubiera sido España sin el cantar del Mio Cid; Grecia no hubiera sido Grecia sin Ulises, pero tampoco hubiera sido Grecia sin Homero, y para mí Salta ni América hubieran sido lo mismo sin Güemes y tampoco sin este Romance”, dice Slodky a LA GACETA.
Se nota que la poesía lo emociona. Recita partes de memoria, con gran fervor. Su pasión es contagiosa. Por eso insiste: “Harold Bloom decía que Grecia había logrado ser Grecia entre otras cosas porque sus jóvenes se sabían de memoria la Ilíada y la Odisea. Yo decía: Güemes es nuestro Aquiles, Luzzato es nuestro Homero y el romancero es nuestra Ilíada, pero los jóvenes no lo conocen”.
Este miércoles 10 de junio se montará, a las 20.30 en la Casa de la Cultura, de manera gratuita, una nueva puesta de este romancero. Empezó realizado a pulmón, con el mismo Slodky sumando plata de su bolsillo para llevar los equipos de sonido. Este año por primera vez cuenta con el apoyo del gobierno y se montará un espectáculo diferente: en vivo la guitarra de Salvador Rueda, y el canto de Camila Reynoso; además de la proyección de imágenes. "Incluyo glosas, comentarios históricos y lectura de documentos de época que nos permiten ubicarnos perfectamente en lo que fue esa histórica gesta", detalla.
El Narrador
David Slodky visitó la redacción de LA GACETA con la excusa de hablar del Romancero que tanto lo apasiona. Pero un hombre de letras tan importante para Salta no podía irse sin hablar de literatura.
Contó su relación el cuento. “De muy jovencito era amante del cuento: Antón Chéjov y Horacio Quiroga a mis quince años me fascinaron. Poder decir tanto con tan pocas palabras. Empecé a escribir a esa edad y a los 21 años leí “Cartas a un Joven Poeta”, y ahí Rilke le dice al joven poeta que se pregunte si para él era posible vivir sin escribir y que si la respuesta era que sí, que dejara de hacerlo. "Yo me hice la misma pregunta y MI respuesta fue que sí, que yo podía vivir sin escribir, pues vivía intensamente otras cosas. Estudiaba mucho, militaba en esa gloriosa década del 60, amaba, sufría... podía vivir sin escribir. Y entonces me lo prohibí, absurdamente”, dice.
Alrededor de los 40, recibió de parte de un amigo un cuento que él había escrito a los 18 años, y que se lo había dedicado en la única copia que tenía. "Al recibir ese cuento con sus papeles amarillentos, sus broches oxidados, me estremecí y me pregunté qué había sido de ese escritor que había soñado ser. Entonces escribí "las fronteras", y junto con otros cuentos que guardaba de mi adolescencia, fui a verlo a Regen, a quien no conocía pero admiraba desde mi adolescencia, y... le pregunté qué pensaba de esos cuentos", narra Slodky. El gran poeta se tomó su tiempo, pero respondió: sos un escritor consumado, dónde estuviste todo este tiempo. “Yo le dije que hace 20 años dejé de escribir. Y él me dijo que se ve que no dejaste de leer, que no dejaste de vivir”. La anécdota es de 1991 y Slodky sacó su primer libro es de 1992. Y desde allí retomó plenamente la escritura. Luego fue el microrelato. Llegó al género casi de casualidad: alguien estaba haciendo una antología, le preguntó si él escribía, Slodky mintió, dijo que sí, y entonces empezó a escribir. Hoy quizá sea uno de los mayores exponentes del NOA en este particular género. “No soy un militante de la microficción pero sí un admirador… me impacta porque es más lo que se sugiere que lo que se dice”, afirma y parafrasea una definición cortazariana: la novela gana por puntos, el cuento por nocaut, el microrrelato por nocaut en el primer round.
Otros cultores del género que le interesan: Lucila Lastero y César Alurralde.
- ¿Por qué el cuento ha sido el género preponderante en la literatura salteña y no la novela?
- Yo te puedo responder por mí. En mí, porque si bien soy un buen lector y la novela ocupa un lugar importante, a mí me fascina el cuento. El tener tan claro cómo comienza, cómo termina, el poder contar tanto en tan poco espacio.
- ¿Qué relación entre ser psicólogo y ser cuentista?
- Mucha, de ida y vuelta. Muchos de mis cuentos están inspirados y ficcionalizados de cosas que voy indagando en el alma humana a través de mis pacientes. Muchos de mis cuentos están inspirados en lo que yo como psicólogo he atendido a lo largo de tantos años. Pero también al revés: yo utilizo muchísimo la literatura en mis sesiones. La literatura me da muchas armas para comprender qué les pasa a las personas y para explicarles sus problemas.
Es un momento extraño para la literatura salteña: los grandes se están yendo. Slodky no oculta su nostalgia, pero guarda esperanzas. “Hay todavía una pléyade de nuevos escritores, hay un notable movimiento”.