Espectáculos

“Creemos que el arte en la calle tiene una responsabilidad social”

El muralista Jesús Flores Walpaq realiza un repaso de su carrera como artista plástico y explica por qué su labor está en estrecha relación con su acción social y política.
13 Ago 2015
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Por Leandro Arce De Piero (*)


Jesús Flores Walpaq es un artista plástico salteño especializado en el Arte Público. Su labor, iniciada en el 2008 con el grupo Muralistas A, fundado junto con Pablo Zarra, lo ha colocado en un lugar central en la producción plástica de Salta, provincia a la que ha representado en múltiples encuentros de muralismo a nivel nacional e internacional. Su actividad artística se encuentra en estrecha relación con su acción social y política. A través del mural ha buscado reivindicar y reconocer el lugar de la identidad aborigen en la construcción del imaginario local y nacional. En esta entrevista habla sobre cómo llegó al mural, problematiza la concepción de artista y de arte aprendida durante su formación en la Escuela Provincial de Bellas Artes “Tomás Cabrera” y profundiza en su relación con el público, con la estética andina y con los demás muralistas de la provincia.

- ¿Cómo comenzó tu carrera artística, cómo fue tu trayectoria?

-  Es difícil contestar esa pregunta y abarcativa porque yo considero que estás en constante aprendizaje. Si bien hay un hilo conductor y un principio que te ayuda a elegir una determinada vocación considero que no te terminas de nutrir, siempre sos una vasija a mitad. La experiencia más rica que tuve es cuando a mi me dieron la libertad de poder elegir arte, elegirlo. No porque la escuela tenía pocos alumnos o era repitente y me pusieron en esa escuela. Yo desde el nivel medio, desde los 13 años, entré a la Escuela de Bellas Artes. Pero lo más rico fue eso, que yo tenía la intención a través del juego: una cosa bien lúdica, de poder ir a la escuela de arte, no sabía de qué, no tenía ninguna concepción. A partir de ahí fue todo como un juego, empezar a conocer lo que era el sistema de aprendizaje hasta que, cuando terminó el nivel medio decís, bueno qué hacer, es troncal: seguir o no seguir. Empecé el profesorado superior, también en Bellas Artes. Ahí fue cuando empecé a tomar otra experiencia y a tomar conciencia de lo que yo pretendía.

- ¿Te sirvió esa experiencia en la escuela?

- En la escuela vos crecés y alimentás un sentido de arte, que por ahí no es el que sucede en la realidad. Nosotros consumimos y aprendemos el arte europeo. En la Escuela de las Bellas Artes ya hay un concepto bien marcado de lo que es arte y de lo que no, y también de las otras categorías en las que puede entrar la artesanía. Y sin embargo yo considero que gracias a ese transcurso de aprender lo que es el arte europeo y estar en esa concepción a un poco valorizar lo que hace un artesano, por ejemplo. Considero que tranquilamente puede ser un artista y no un artesano. En el sistema económico vale menos una artesanía que una obra de arte, son dos realidades. Gracias a esa experiencia después del nivel superior a tomar conciencia fue el contacto con una necesidad que tenía como de identidad cultural. Empezar a tomar la temática de la identidad cultural y desarrollarla desde la iconografía. Entonces el trabajo de investigación que tiene que ver con iconografía andina, geometría andina, el contacto con algunas comunidades. Fue todo muy al azar, muy al derrotero digamos que en ese momentos no me daba cuenta que iba perfilando con una visión.

- ¿Vos cuándo comenzaste con Muralistas A?

Con Muralistas A prácticamente hace siete años, que no era yo solo. Era acompañado por Pablo Zarra, pintamos juntos, mucho tiempo pintamos juntos. Éramos los dos. En un momento era como que estábamos en la Escuela de Bellas Artes, y la Escuela de Bellas artes tiene una galería propia. Ninguna casi galería en la Argentina tiene galería propia. También: han crecido tanto espacios oficiales y no oficiales que la gente no participaba, la gente le costaba ir, había solo muestras de alumnos que ni ellos iban, era una decadencia cultural del espacio que era necesario como contarlo también. Entonces Muralistas A por “Galería de Arte A”, así se llama la galería de la Escuela de Bellas Artes. Entonces era como una excusa de estar pintando: “¿Qué significa “A”?” “No, porque la Galería…” y demás, entonces invitábamos: “Andá porque ahí hay cuadros, hay tal cosa”.

- ¿Ustedes cuando formaron Muralistas A pensaron estas cuestiones de partir de otra idea de artista?

-  Estábamos viendo, si bien hoy puedo estar en transición como replanteando muchas cosas, en ese momento era más lejana la idea. No sabíamos bien cómo ni donde pero había una intención. Después, con el tiempo, Pablo tuvo la suerte de encontrar un trabajo vinculado a la salud. Trabajaba con chicos con problemas de adicciones pintando murales. Entonces ahí los tiempos nos cambiaron y después no pudo él seguir pintando desde este espacio que era simbólico y empezó a pintar mucho desde la institución. Hoy en día, él está pintando en Orán con chicos que tienen problemas de adicciones. Sigue pintando murales con esa línea. Él tiene también una estética bien marcada desde lo comunitario pero desde el punto de vista donde hay realmente una necesidad física, una herramienta del arte terapéutico.

- Ya desde los primeros murales que tienen con Pablo, hay una temática apuntando a lo indígena. ¿Cómo lo planteaban en ese momento?

En ese momento teníamos una idea. Creemos que el arte en la calle tiene una responsabilidad social y por eso la temática tiene que ver con aquello con lo que nosotros nos vemos representado y creemos injusto desde algún punto, desde lo simbólico, desde lo concreto también. Veíamos muchas injusticias en los pueblos originarios, desde la salud, la educación, el derecho a la tierra, un montón, y hasta que hoy siguen pasando. Después de siete años pintando una temática ha habido un cambio en el sistema o en la relación que tiene una problemática en una comunidad: la visibilidad. Pero en ese momento era bien contestatario nuestros murales. Eran bien iconográficamente: hay un toro y una pacha mama pisando la cabeza de un toro y uno de los cuernos del toro es el signo dólar. Entonces ahí estaba todo el contenido.

- ¿Cómo lo iban desarrollando?

Nosotros siempre… no solamente llegar al muro, sino gestionar la pared, gestionar el material. Es un trabajo desde sus inicios hasta hoy independiente, autogestionado. Nunca trabajamos con el Estado. Por muchas razones, por más que nosotros queramos, o que yo quiera, es difícil el tema de trabajar con el Estado y que hayan políticas que tengan que ver con el arte público como otras ciudades u otros países. En Argentina hay muchos museos a cielo abierto y muchos municipios apoyando desde la gestión económica por sobre todo a encuentros, a muralistas, a arte público. En Salta todavía no sucedió, por más que nosotros hemos priorizado ese encuentro con el Estado. Era la gestión de la mano: hablar con el vecino, decirle tenemos este proyecto, queremos pintar.

- ¿Cómo ves ese gesto de plantear esto, de repente un mural, que impide que se hagan grafitis y a la vez tapa los grafitis que estaban antes?

El graffiti tiene muchas concepciones. El graffiti planteado desde el punto de vista de una expresión del paisaje urbano forma parte del arte público. Un graffiti que dice “Mary te amo” o “Adrián devolveme no sé qué” forma parte de ese paisaje. El tema es que muchas veces el que hace ese graffiti hay una necesidad de expresión no lo convierte en obra de arte porque simplemente no tiene las herramientas de cómo dibujar, pero hay una intención, hay una mano, hay un trazo, hay algo que está expresando algo. En muchos momentos fue un tema a evaluarlo, a pensarlo, a repensarlo. Aquí hay una necesidad de expresión, otorgamos el espacio para incluirlo: incluir también a los chicos del barrio que es “su” barrio, el sentido de pertenencia. Ahí entra un trabajo social bastante importante. Cuando uno llega a un muro para pintar, tiene que hacer ese análisis de contexto. Si hay algo antes abajo, ver dónde están los changos, dónde se juntan, si la juntadera es cerca, cómo te acercás, si van a tomar bien lo que vos hagas o no. Es un estado bastante complejo en ese sentido, porque el sentido de pertenencia es tan grande que podes terminar mal.

- Aparte el que pinta el mural sos vos, mientras que el graffiti lo hizo…

…un anónimo. Que por ahí está diciendo: por qué está interviniendo algo. Nunca tuvimos el choque, porque nosotros consideramos que era importante charlarlo, hacer ese análisis de contexto y ver dónde pintar, dónde no. Siempre hay una intención de que la obra trascienda, entonces eso también involucra la elección del lugar. Hay lugares conflictivos socialmente, donde hay quizá es necesario un mural diciendo algo ahí que en otro lugar, como en el centro por ejemplo, en cualquier barrio periférico de Salta. Ahí la necesidad de arte público es mucho más latente que en el centro, porque ahí está cumpliendo una función, en el centro es paisajístico.

-Decorativo.

-Sí, embellecer. En el barrio tiene una función, tenés que ir y trabajar con los chicos, con la comunidad. No es que vos llegas y pintas en un barrio, hay todo un trabajo social atrás. Lo interesante del mural no es el resultado, sino es el proceso también. La estética ¡A qué lindo!: hay mucha gente que mi obra no le gusta, no es un retrato. No es un retrato que vos digas, “ah, es una mujer que se parece a Shakyra”, porque uno cuando ve, relaciona lo que conoce. Si nunca viste una chacana, es difícil que lo entiendas o que llegue a gustarte. Aunque ya venga en tu genética, en tu identidad cultural. Quiero decir, hay cosas que ya vienen, el color por ejemplo. Somos latinoamericanos, el color viene dentro de nuestros genes, ya está dentro de nosotros. Hay aspectos que simplemente se activan, en tu memoria, en tu memoria ancestral, en tu genética. No es que a vos te gusta porque… No, a vos te gusta porque hay algo detrás, no es tuyo, viene, lo heredás.

- ¿Cómo describirías tus murales de hoy?

Cada vez fui pintando diferente estéticamente. Pero sí traté que tenga ese espíritu, que siga diciendo. Te quería hacer esas dos facetas. Cuando empezamos a pintar, vos como espectador, como vecino, no tenías que pensar mucho: era un hombre pisando algo, era una bandera, era un hombre agarrando una bandera. Ya está: no hay mucho que vos tengas que decodificar, era todo sintáctico, como una foto. Vos ves un paisaje, un río, decís “paisaje”, si ves un Cristo decís “La Caldera”. Ya sabés, no tenés que descifrar nada. Creo que ahora sí tomé por tener un discurso más poético, donde no sea todo “ahí está” sino que cuando vos veas te haga pensar un poco más, te haga reflexionar un poco más sobre lo que ves. Porque en un momento era muy fácil pintar la bandera yanqui quemándose, era muy directo, pero yo sentía que faltaba algo, que no era todo eso simplemente lo que queríamos decir, sí necesitaba que se vea algo más poético de la belleza que tiene el hombre andino. Que vos digás, el imperialismo y no sé qué más, tiene y no tiene como verdades. Lo que sí noto como verdad es el espíritu colectivo que tiene el hombre andino, comunitario, con la naturaleza, con los pares, vos lo notás como viven en comunidad.

- ¿Cómo ves hoy el muralismo en Salta?

Hay otras personas que están trabajando no solamente el muralismo, sino el graffiti, la intervención, cada uno tiene su postura, su forma de ver el arte, pero creo que vamos, ahí si te puedo hablar desde un marco individualista, el proyecto que yo encaré con muchas dificultades, desde el económico sobre todo, pero con muchas potencias en otros aspectos, es un gran camino. Eso tiene matices simbólicos, no simbólicos, tangibles y no tangibles, pero vamos generando conciencia. Eso sobre todo, es como decir: “Comprále a un artesano, para que él pueda seguir haciendo sus artesanías”. Es todavía difícil decir: “Comprále a Walpaq para que pueda seguir pintando murales”. No estamos ahí, es largo el camino. Estos frutos se van a dar, se van a cosechar de acá a un par de años. Eso que ya voy siete años, dentro de siete años. Ponele de acá a siete años vamos a poder estar sentados acá y vamos a poder decir: “Analicemos.”

-¿Cuál es la relación entre el muralismo más clásico, el muralismo mexicano, y lo que estás haciendo ahora?

La situación en México hoy. Te hablo de Renacimiento, ya no hay otro Da Vinci, querés pintar como Da Vinci y no, Da Vinci ya estuvo, ya llegó al máximo. En México lo que ocurre es eso con el muralismo. Se murió Sisqueiros, se murió Orozco ya no hay muralismo. Ahora, durante muchos años, esto no es mural, esto es mural: te traen a Orozco, a Rivera. Fue difícil también esa situación, porque hay un nuevo artista, nueva gente que se dedica al muralismo (…) ¿Cómo vas a superar eso? ¿Cómo vas a superar a un Leonardo? ¿Cómo vas a superar a estos locos en México? De hace poco, hace unos cinco años, viene México estableciendo una relación. Los municipios vienen aportando a la cultura del muralismo: podemos decir que estamos acompañando en México en esto.

¿Por qué está pasando esto con el mural?

- Porque está pasando lo que pasó con el mural. El muralismo es el resultado de una cuestión social. El mural se creó o nació a través del conflicto social. Trabajadores en marcha. Es el resultado tangible, no de lo romántico: “El arte es el desarrollo de la época y los hechos sociales y culturales que ocurren en un determinado pueblo”. La gente marcha, ahí sale el arte a la calle. Por eso hay en conflicto mucho iconografías. Si yo pinto, te doy un ejemplo, veo una pared, hago colores, manchas. “¿Qué estás haciendo?” “Lo que el corazón me dice. Lo que la expresión y la pared me llevan a esta comunión del artista, la brocha, la pared y yo”. Y el vecino me dice: “Qué interesante che, están buenos los colores que estás mezclando”. Eso pasa hoy en la calle, por eso discriminar: graffiti, street art, mural, intervención urbana, pegatina. Hay una intención diferente. El muralismo va a analizar un poco más el contexto, va a dejar un mensaje que por lo menos diga algo, no solamente emoción. Jackson Pollock, gotas, manchas, emoción pura. Es más bien un conflicto emocional, interno. El mural en la calle tiene que ser un poco más que eso, más que el mero capricho de pintar en la calle, te tenés que comprometer más, porque cuando le ponés tu nombre te hacés responsable (…) Hay muralistas que tienen otra temática porque viven en otra realidad. Hay sí te puedo decir que hay más imperialistas, más en contra del sistema, más directos, sus murales son totalmente diferentes. Yo estoy acompañando este proceso que es espiritual, la búsqueda del mí mismo, la búsqueda interior, la cosmovisión y el cómo-ser.

(*) Colaboración para LA GACETA.

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