Lucrecia Martel abrió un espacio en su tiempo para volver a Salta y esta tarde estará, desde las 17.30, en El Teatrino, como una de las homenajeadas por su lucha contra la discriminación en los festejos por los 20 años del Inadi.
Hace varios meses que la directora está sumergida en el rodaje de "Zama", su cuarta película, y la agenda de filmación la retiene en una experiencia que ella misma define como inolvidable, como lo más cerca que estuvo entre lo que estaba viendo y lo que quería contar. En una entrevista exclusiva con LA GACETA, Martel reflexiona sobre los motivos del homenaje, sobre el mundo que intenta comprender en sus películas y el machismo que se encontró en el ambiente del cine.
Cambiar un mundo
-Fuiste elegida para ser parte de los festejos de los 20 años de Inadi y te premian porque tu obra interpela a los poderosos, habla de los dominantes y los oprimidos, de postergaciones de género, de relaciones desiguales. ¿Cómo te hace sentir saber esto? ¿Te reconocés en esta lectura de lo que muestran tus películas?
-Reconozco que es mi preocupación y lo que me movió a hacer esas películas. El cine es un discurso público y, cuando yo empecé, lo hice con plena conciencia de que era la forma que yo había encontrado de participar en la vida comunitaria. Uno sabe cuál es su motivación, pero es difícil predecir si va a ser efectivo o no. Este premio no me confirma la utilidad de mis películas pero me consuela bastante, como ningún otro premio.
-Según el Mapa de la discriminación del Inadi, en Salta los principales motivos de discriminación percibida tienen que ver con el aspecto físico, el color de la piel, el nivel socioeconómico y el origen ¿Qué experiencia has tenido vos con la discriminación, en Salta o en otro lugar? ¿Dónde la percibiste, la experimentaste o tuviste contacto?
-Lo percibo todo el tiempo, en mí, en mi familia, en mis vecinos, en mi ciudad, en mi país. Cuando se naturaliza la subestimación o el desprecio por otra persona, dejamos de ver eso como discriminación, y sencillamente parece justicia divina. Hay gente para mandar y ser feliz, y hay gente para obedecer y ojalá que no la pasen tan mal. Cada vez que escuchamos la palabra “pobrecito” o “pobrecita”, adelantándose a un cuento sobre una persona o precediendo su nombre, estamos ante la naturalización del desprecio por el otro. Los pobrecitos son la gente que lamentablemente han nacido en el lado oscuro del mundo, nosotros, que no podemos ir contra eso, porque es así, la vida es así, son cosas que no pueden cambiar, siempre va a pasar, sólo podemos decir “pobrecitos”. Y que todo siga igual. En el fondo, como siempre, la intolerancia, el racismo, la discriminación son manifestaciones de una ignorancia de gran prosapia, heredada por generaciones. Por eso es tan importante la educación. La educación, la buena educación, le devuelve a las personas su posibilidad de pensar la realidad como algo a transformar. Nada es así, lo hacemos así. La ignorancia, en definitiva, es la madre de la impotencia política, de la mezquindad de clase, de la intolerancia religiosa. Y tristemente en Salta abunda la ignorancia.
Machismo estupidez
-Se dice que Hollywood discrimina a las mujeres directoras, que el machismo argentino pone trabas al avance de las artistas mujeres, que en Salta el género es de lo primero que se mira en las personas ¿Qué podrías decirnos de la cuestión del género en el cine desde tu experiencia como mujer, salteña, y directora, que (según yo) ha vencido o sobrevolado prejuicios y mandatos para contar y conmover desde un punto de vista que no podría ser otra cosa más que femenino?
-Parece increíble pero en muchos ámbitos la mujer sigue siendo objeto de sospechas a la hora de evaluar su capacidad. En éste del cine, yo he visto el huevo de la serpiente: No es frecuente que las mujeres que hacen cine, y podríamos trasladarlo a otras disiplinas, pongan su actividad de cine por encima de todo en su vida.
Conozco pocas directoras, que admiro, que se crean el centro del mundo. Y eso, que para mí es un rasgo de sabiduría, en un mundo teñido por valores de mercado, donde la publicidad, en este caso el autobombo, ya no es un discurso sobre el producto, sino el producto mismo, genera la fantasía de que si uno no anda hablando de su trabajo y de sí mismo en términos superlativos, sometiendo el universo a nuestro brillo sin igual, debe ser porque uno no vale nada. He visto en muchísimos directores varones esta actitud de hijos únicos de Dios. Es fácil soportar esa estupidez machista si uno la reconoce como estupidez.
El presente de lo humano
-"Zama" es una historia histórica, ¿qué te entusiasmó lo suficiente como para que vuelvas a filmar después de varios años. ¿Qué hay en esa película que hayas querido contar así?
-Zama es una novela que transcurre en el pasado, pero no diría que es una novela histórica. Y justamente ahí puede estar la respuesta a la pregunta que me hacés: esta novela pone al tiempo presente, el único tiempo del cuerpo humano, por encima de todas las otras apreciaciones de tiempo. ¿Qué del amor, del espanto, de las pasiones de un hombre se transforma en Historia? Muy poco. Ojalá Zama, la película, pueda ofrecerle al espectador una posibilidad de percibir por otros medios, que son los de la imagen proyectada y el sonido disipándose en nuestros oídos, esta cuestión: todo lo que tenemos está en tiempo presente y esa es la mejor herencia que pueden dejarnos y que podemos dejar.
-¿Qué aprendiste haciéndola?
-Esta es mi cuarta película, tengo entonces sólo tres experiencias que avalan lo que voy a decir: nunca estuve en un rodaje tan emocionante, nunca en un rodaje vi tan cerca lo que queríamos decir de lo que estábamos viviendo. No sé cómo será esta película, pero si puedo decirte que el rodaje de Zama es inolvidable, y si a eso le sumás semanas trabajando con el barro a la rodilla, días con el agua a la cintura, muchas lenguas distintas, pilagá, qom, portugués, guaraní, haitianos que hablan francés, en fin, inolvidable.
-¿Cómo es el personaje de Zama?
-Es un hombre concebido por Di Benedetto con una modernidad sorprendente en torno a lo que es lo masculino y lo femenino. Varias veces me preguntaron sobre el protagonista masculino, apenas me doy cuenta de que es varón. Es un hombre que cree que el sentido de la vida es algo que hay que esperar, que debe venir. Cuando leí la novela, y creo que esto le ha pasado a muchos de sus lectores, sentí una euforia loca, como un perro que ladra fámelico y además come. Y creo que esos sentimientos suceden cuando comprendemos el tiempo presente, qué es el tiempo presente.
-La tuya es una de las películas que más se esperan en la industria del cine nacional, porque que es tu regreso, porque las tres anteriores marcaron una huella y abrieron un camino a realizadores y espectadores. ¿Cómo vivís esa expectativa? ¿Presiona, estimula, qué te genera?
-Nadie espera una película mia, te agradezco tus palabras, pero creo que no es así, por suerte para todos. Tampoco creo que sea mi regreso, porque nunca me fui. Todo este tiempo estuve haciendo lo que hago siempre, tratando de entender el mundo, nuestra azarosa, minúscula y poderosa existencia, tratando de querer y que me quieran, como todo el mundo. Las ideas que fundan el deseo de hacer una película, es decir, de hacer público un proceso íntimo, a veces necesitan tiempo, es eso nada más.
-Se dijo que "La ciénaga", "La niña santa" y "La mujer sin cabeza" formaban un tríptico, una trilogía vinculada por el tono, los temas que circulaban, las mujeres protagonistas, el punto de origen, la idiosincrasia. ¿"Zama" marca una nueva etapa en tu obra, existe una nueva búsqueda en este sentido, podrías definirla? ¿El Eternauta fue un inicio de esa nueva dirección/búsqueda o nada que ver?
-Es posible, pero estoy tan metida en el medio de todo esto que no sabría qué decir.