Cuando en la primera audiencia en su contra declaró Francisco Javier Terrón Villagrán, no solo desmintió las tres acusaciones en su contra sino que dijo que jamás vio (ni le mostraron) los supuestos videos de contenido pornográfico infantil que encontraron en la computadora que le secuestraron, negando que ellos existan. Los peritos lo desmintieron.
El perito del CIF Sergio Appendino, fue el primero en intervenir en el análisis de las computadoras y celulares secuestradas en el allanamiento que se hizo en el domicilio del imputado. Al momento de declarar aclaró que su función solo consistía en detectar si había material pornográfico infantil.
Contó que encontraron datos de que en esa computadora se utilizó el programa Ares para descargar ese tipo de contenido prohibido.
El abogado de 39 años está imputado por abuso sexual gravemente ultrajante contra una menor de edad, por abuso sexual simple contra una compañera de trabajo y también por distribución y facilitación de material pornográfico infantil.
Una clave: PTHC
Según Appendino, se utilizó la sigla PTHC (Pre Teen Hard Core) para buscar pornografía infantil en Ares, la cual es una suerte de clave o código oculto para indicar que el contenido es relativo a ese tema, ya que obviamente está prohibido por ley.
La lista de archivos que indican que el contenido es de pornografía infantil es amplia, acorde a lo que consta en el informe pericial y parte de los mismos fueron exhibidos en la audiencia.
El ingeniero del CIF, Carlos Pastrana, hizo un examen más profundo y detallado de los videos y fotos, por lo que debió analizar cerca de 40.000 archivos. Coincidió con Appendino en que había mucho material pornográfico infantil y afirmó que los vio.
Appendino también aclaró que se puede descargar un contenido sin saber que es pornográfico y sin tener la voluntad de buscar ese tipo de archivos.
Lo consideraron distribuidor de pornografía infantil
Ambos peritos coincidieron en que puede considerarse a Terrón VIllagrán como facilitador y distribuidor de pornografía infantil. Es que al momento de descargar y utilizar el programa Ares, este ofrece una base de términos y condiciones que deben ser aceptados para poder utilizar el programa y advierte que ese tipo de contenido está prohibido.
Entre esas condiciones figura la caractrística propia de funcionamiento del software, que consiste en que cada persona que descarga un archivo (datos, fotos, videos, música) se convierte automáticamente en fuente de ese mismo material, para que otras personas que lo busquen lo puedan obtener.
Sucede que el Ares genera una red de vínculos entre usuarios de modo tal que lo que uno descarga proviene de otros usuarios que ya alguna vez descargaron ese mismo archivo. De esta forma, si el acusado bajó un video de pornografía infantil, ya puso a disposición de otros usuarios de Ares ese mismo material, pese a que nunca se entere si alguien lo utilizó.