Trabajan, son madres full time, organizan el hogar y, además, decidieron iniciar luchas – algunas titánicas- para hacer visible una problemática que en un principio las afectó en el seno de su familia. Con la convicción y voluntad de madre, muchas repitieron la frase: no voy a parar hasta ver mi pedido resuelto. Ellas son madres coraje, que van al frente, valientes, que observan más allá de lo que ven sus ojos y que esperan modificar "algo" en beneficio de nuestra sociedad. Conocé sus historias.
Marcela López. “Soy principalmente mamá y después docente”, dice muy segura a LA GACETA. “Hace 23 años que soy maestra y mamá de tres varones: Raúl Ezequiel, Marco Alberto y Leandro José”. Cuando los atropellaron y Marco perdió la vida, sus hijos tenían 14, 10 y tres años. Pasaron nueve años y Marco sería un adolescente, algo que Marcela no deja de pensar y por eso su lucha se relaciona con la Comisión de Familiares por la Impunidad que marchan todos los viernes en Plaza 9 de Julio y que hasta la fecha llevan acumuladas 176 causas impunes. “Cuando te toca la muerte de alguien cercano en manos de terceros no sabés qué camino tomar. Nosotros hicimos una elección de vida de tenerlo siempre presente a Marco y queremos que se haga justicia y se respeten los derechos de los niños”.
“Cuando sucede algo así explota la casa: los ideales y valores. Con Raúl decidimos pararnos porque sentimos que destruyeron la integridad familiar. Un hijo es lo máximo para una madre, es un sentimiento tan profundo y eso nos mueve a nosotros: defender el derecho a la vida de nuestro hijo que no tiene voz”.
“Creemos que el Estado tiene que darnos una respuesta, darnos legítima justicia. Sentimos que Marco nos guía en esta vida que se vive diferente, se lleva con un dolor en el alma, pero en estos nueve años miro a los ojos a nuestros hijos y les digo que voy a luchar hasta lo último para lograr justicia”.
Mariana Recaman es administrativa y mamá de tres niños, Federico, Santiago y Nicolás. “Cuando a Santiago lo diagnosticaron dislexia la pasamos muy mal el primer año porque esta dificultad en el aprendizaje genera mucha angustia. Santiago supo salir rápido escribiendo su libro “Mi dislexia y yo” y ahí empecé a sentir la necesidad de movilizarme, porque necesitaba hacer algo, sentir que uno los acompaña en su lucha. Me contacté con el grupo Dislexia Salta y con un grupo virtual de mamás de todo el mundo que se llama Dislexia Sin Fronteras y empecé a trabajar. Desde ahí capacitamos a docentes con cursos on line sobre dislexia, porque está bueno que los papás tengan donde recurrir. Básicamente bajamos mucho la ansiedad en la primera etapa de diagnóstico. Además, estamos codo a codo con Disfam Argentina hablando con cada uno de los diputados nacionales por Salta explicándoles la necesidad de esta ley para que voten a favor. La ley nacional tiene media sanción de senadores y ya pasó comisiones en diputados y está próxima a ser sancionada este año”.
“Con todo esto, descubrí que había muchas personas que no podían afrontar un tratamiento – que es costoso y largo- , de ahí surge el proyecto de Ley que hicimos – que surgió de la visibilización que dio a nuestra problemática el libro de mi hijo. Buscamos una ley que ampare a los chicos que no tiene recursos económicos y están abandonados por el sistema. La dislexia, explica Mariana, no es solamente la dificultad para leer y escribir. Al no ser atendidos a tiempo, trae problemas emocionales y psicológicos. No voy a parar hasta que no salga la Ley, no estamos tomando conciencia y hay una población grande que merece ser atendida”, subraya Mariana a LA GACETA. Las estadísticas a nivel mundial indican que de 10 a 15 % de la población mundial tiene Dislexia y que, en Argentina, existen uno o dos chicos por aula que poseen alguna problemática que impide el aprendizaje. De ellos, el 80% son disléxicos.
María Decavi es periodista y mamá de cuatro niños, Julio, Rosario, Camila y José. “Todo empieza unos meses antes del diagnóstico de José, en la búsqueda de una respuesta porque no sabíamos qué tenía. No sabía que iba a ser una lucha pero llegó el diagnostico de una enfermedad poco frecuente y básicamente empecé a buscar que se haga conocida. Luego me entero que existe una Ley Nacional, la 26.689, y comienzo a investigar por qué Salta no estaba adherida y ahí la nota de LA GACETA me ayudó bastante porque hubo que reingresar el proyecto que había caducado en 2014. Ahora lo reingresó el diputado Lucas Godoy y solicitó que se incorpore al IPS en el tratamiento de estas enfermedades. El senador por Orán, presidente de la comisión de Salud del senado, Pedro González nos dijo que probablemente demore un mes en tratarse y aprobarse la Ley. Espero que eso suceda”.
Anselma Ríos. Es ama de casa y mamá de seis niños, Marcelo, Gustavo, René, Valeria, Paula, Carla. Anselma tiene en común con otras madres la lucha contra el paco. Si bien hijo de 28 años vivió su peor momento de adicción en 2010, hoy está trabajando y se encuentra bien. “Él y nosotros necesitamos que nos orienten. Yo deseo recuperarlo y verlo bien. Yo lo parí y lo eduqué y esa porquería lo transformó y si luchamos es porque ellos no eran agresivos ni violentos ni manipuladores. El paco los transforma, hoy tenemos un hijo desconocido. Cuando está sin consumir vuelven a ser nuestros hijos”. Para las madres, la asistencia desde la provincia es insuficiente y un tratamiento para las familias “del barrio” es costoso. “De las reuniones con las autoridades provinciales uno sale con esperanza pero luego se destruye porque no hay una lucha real contra las adicciones. Para nosotros todo es humo, es todo pantalla, sufrimos las 24 horas por nuestros hijos. Cada casa con un niño adicto es un mundo y hay que vivirlo”. Anselma reclama atención porque desde hace 12 años que siente que peregrina en esta lucha por recuperar a su hijo y al de las mujeres que están en la misma que ella. “Queremos ayudarlos y es difícil. Hay mucha burocracia y no hay interés en ningún nivel”.
Elena Cataldi. Es técnica en administración agropecuaria y es mamá de Santiago, Clara y Francisco. Su lucha personal la resume en su Fundación Equinoterapia Del Azul, que incluye talleres y proyectos que buscan incluir y rehabilitar a las personas con discapacidad. "Ahora nos estamos moviendo mucho para que salga la Ley en Salta para que la terapia sea incluida en el nomenclador de las obras sociales, es decir que se reconozca a la equinoterapia como una prestación médica mas. Si Dios quiere el martes que viene Salta tendría su ley", contó esperanzada a LA GACETA. "Esto no solo nos hace trabajar más tranquilos porque vamos a poder mantenernos y seguir creciendo en el tiempo, sino que además hará que los tratamientos sean accesibles a más gente".
Su lucha, como la de muchas madres, surgió con su hijo Francisco que hoy tiene 16 años y, al poco tiempo de nacer, le diagnosticaron parálisis cerebral. "Dentro de las muchas terapias que me recomendaban en Buenos Aires, en el Hospital Fleni donde se atendía él, nos dijeron que lo suba al caballo. Yo fui nacida y criada en el campo así que no dudé en sacarlo adelante con la ayuda de este animal que a mi me hacía siempre tan bien. A partir de ahí comenzó a evolucionar mucho más de lo que esperábamos y empezamos a trabajar con la fundación para ayudar a todos los que no tenían la posibilidad de acceder a un caballo". Actualmente la Fundación espera saber qué pasará el próximo martes en la legislatura salteña, mientras avanzan evaluando la posibilidad de implementar las terapias con perros. "Siempre vamos pensando en como avanzar un poco más para asistir a las personas con discapacidad".