“Era una chica tranquila, de la casa, no era de salir mucho” cuenta una de las amigas de Andrea Neri, asesinada por su novio Gabriel “Chirete” Herrera durante una visita íntima.
Andrea o Andi, como le decían en el barrio, se había criado en la zona del Bajo, a la vera del Río Arenales.
El barrio Ceferino y Villa Angelita se encuentran también en esa zona, en la que es habitual el consumo y la venta de drogas en las esquinas.
Pero hay una realidad que no siempre se cuenta y tiene que ver con la precariedad económica en la que viven muchas familias, privadas de sus necesidades básicas y a donde solamente llega el Estado cuando se trata de la realización algún operativo antidrogas.
De familia trabajadora, la joven asesinada a sus 18 años creció entre tres hermanos. Ella se hacía cargo de los dos más pequeños.
Siendo la segunda hija, Andi cuidaba de la menor de las mujeres, que tiene una discapacidad, y del hermano más chico.
Según cuentan sus amigas, la joven asesinada era muy conocida en el barrio y la querían mucho porque “era simpática”.
Todavía iba a la escuela secundaria cuando comenzó su relación con Herrera dentro del penal de Villa Las Rosas.
Las conocidas de Andrea contaron que Chirete tiene un sobrino que vive en la zona del Bajo, y que en esos lugares es muy conocido, tanto él como su hermano al que apodan “Herrumbre”.
Luego de un tiempo juntos, la joven quedó embarazada, apostando a un amor al que sus conocidos “no le veían mucho futuro” según comentan las amigas de la víctima.
Tanto amigos como familiares cuentan que no eran pocos los que le aconsejaban a Andrea “que se busque otra persona”.
Desoyendo cualquier consejo que tenga que ver con sus decisiones en cuanto a su relación con Chirete, las amigas dicen que “se la veía enamorada” y que constantemente “decía que lo amaba”.
La muchacha que desde chica se había encargado de cuidar a sus hermanos menores, ahora se abocaba a la protección maternal de su pequeño bebé, con el que iba todas las semanas a visitar al padre del niño tras las rejas.
Solo habían pasado unos meses, desde que la familia se había formado cuando los peores augurios se hicieron realidad.
“La maté” dijo Chirete al salir de su celda con su bebé en brazos.
Fue el final que tanto habían advertido las personas cercanas a Andi.